Capítulo 17.

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(...)

—Acá tenes que doblar —indicó Pilar.

—¿Segura no? —Puse la luz de giro.

—Según Google Maps, si. —Asintió.

Encontramos una cafetería con gatos y no podíamos no ir. Rodrigo al enterarse se sumó y como siempre viene con sopresa incluida.

Esos dos nos siguen en el auto de Ivan.

—¿Y si freno de golpe asi chocan? —Levanté las cejas con malicia.

—¡Es acá! —gritó Pilar haciendo que frene en seco y mi deseo casi se cumpla.

—Hija de puta —me quejé tomando aire.

Ivan tocó la bocina haciendome notar su molestia.

—¿Nos queres matar? —recriminó cuando bajamos.

—Fue la estúpida de tu amiga —culpé a Pilar.

—No le digas así a mi amorcito —Rodrigo me retó.

—Vos y tu amorcito me pueden chupar la... —Pilar me detuvo.

—¡No te vuelvas como ellos! —chilló mi amiga.

—Perdón. —Suspiré.

Pasar tiempo con estos cirujas me esta haciendo mal.

Me acomodé mi sweater de Hello Kitty.

El tiempo pasa demasiado rápido. Los días de calor extremo desaparecieron dándole paso al otoño.

Igual en Argentina nada es seguro, un día tenes que salir toda emponchada y al otro te baja la presión del calor. Hoy es un día intermedio tirando para fresquete.

—Yo voy primera. —Apresuré mi paso para entrar con los tres siguiendome.

—No empujen —dijo entredientes Pilar.

—Cerra el orto —exigió Ivan.

—Vos cerra el orto —discutió Rodrigo.

Nos sentamos en una mesa al lado de la ventana y miramos la carta.

Cuando nos decidimos pedimos nuestra orden y nos dieron una tarjeta para pasar al cuarto de los gatos.

—Voy al baño —informé escondiendo disimuladamente la tarjeta en la manga del sweater.

—Okis —respondió Pilar concentrada en su novio.

Me levanté y a último momento desvíe mi camino hasta la sala de los gatos.

Entré y ver todas esas bolas de pelos hizo que me muera de ternura.

—Hola —saludé arrodillandome cerca de un gato naranja —. ¿Cómo estás? —Acerqué mi mano con cuidado para no asustarlo.

Aceptó mis caricias y más gatos no tardaron en acercarse.

Siempre quise uno, pero sé que no tengo la suficiente dedicación como para cuidarlo el resto de su vida. Además no me preocuparía lo suficiente por el animal.

—Que bonitos que son, ¿cómo te llamas? —le pregunté a uno que se acostó en mis piernas.

—No creo que te conteste —se burló Ivan haciendo que lo mire.

—¿Qué haces acá? —Bufé.

—Me aburrí de esperar. —Se sentó cerca mio y acarició a un gato.

—¿Tus amiguitos no te dan bola? —inquirí.

—Vos sabes que no. —Me miró con cara de orto haciendo que me ría.

—Pobrecito el nene. —Hice un leve puchero —. ¿Cómo te van a dejar sólito?

—Basta. —Se concentró en acariciar al gato como si fuera la tarea más difícil del mundo.

Encontré cierto entretenimiento en discutir con Ivan y ponerlo nervioso. Nuestras discusiones son por estupideces y aprendí a no tomarles importancia realmente. Es parte de nuestra relación.

Es raro decirlo, pero en este tiempo llegue a pensar en Rodrigo e Ivan como personas con las que puedo pasar un rato divertido.

Ya no los desprecio como antes.

Te agradezco querido terapeuta.

—¿Se escondieron de nosotros? —Pilar apareció en escena.

—¿No ves que quieren estar solos los pibes? —dijo Rodrigo.

—Nada que ver. —Ivan se levantó.

—¿Quién va a querer estar con este rarito? —Imité su acción.

—Se hacen los difíciles nomas. —Rodri nos empujó —. Vamos a comer, dale.

Volvimos a la mesa y merendamos. Cada tanto mi mirada se cruzaba con la de Ivan y poníamos cara de orto.

Después volvimos con los gatitos.

(...)

—¿Es necesario que tengamos que dormir juntos todos los putos fines de semana? —consulté sentada en la alfombra de peluche de mi habitación mientras jugaba con mi pantufla.

—Muy necesario —recalcó Pilar.

—A mi me parece una pelotude... —Rodrigo calló a su amigo de un almohadazo.

—Si es necesario —discutió el ojiverde.

Ivan resopló y se alejó de su amigo sentándose al lado mio.

—Enano de mierda —murmuró.

—¿Y por qué siempre en mi casa o en la de Pilar? —me quejé.

—Porque ustedes no tienen hermanos en sus casas —sentenció el castaño.

—El hermano de Rodrigo es un dolor de huevos —declaró Ivan.

—¿Y vos tenes hermanos? —Miré al enrulado.

—Una hermana —informó.

—Además siempre tenes casa sola, Emilia, te hacemos un favor —dijo Rodri.

—Me gusta estar sola —manifesté.

—Demasiado para mi gusto. —Pilar arrugó la nariz disgustada.

—Por vos hago una excepción, rubia. —Le guiñé un ojo haciendo que ella sonría.

—Eh, con mi wacha no. —Su novio la abrazó celoso.

Rodé los ojos.

—Ya te dije que fue mía antes —mascullé.

—Te la cambio por Ivan —propuso señalando al morocho.

Miré a Ivan analizándolo.

—¿Te la estas pensando, boludita? —Ivan frunció el ceño.

—No —mentí desviando la mirada.

—Más te vale que no —amenazó Pilar.

—¿Qué peli vemos? —cambié de tema.

—La nueva de Mario Bros —pidió Rodrigo.

—Voy a hacer los pochoclos. —Me levanté y salí del cuarto.

Bullying; Spreen Donde viven las historias. Descúbrelo ahora