Capítulo 14.

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—Emilia —la voz de Pilar me sacó de mis pensamientos.

Giré mi cabeza para verla sentada en su lugar.

—Hola —la saludé.

—Perdóname, Emi —susurró —. Estuve mal, no me di cuenta de cómo te sentías. —Me extendió un táper —. Te hice brownies como ofrenda. —Sonrió.

Yo también lo hice y acepté su ofrenda.

—Pensé que no te importaba —admití.

—Nunca pienses eso, nunca —recalcó —. Sos como mi hermana, me importas y mucho —aclaró.

El día fue de completa reconciliación. Solamente éramos Pilar y yo.

Cuando volvimos al estacionamiento para irnos, noté como Pilar miraba de lejos a su amado y a su amigo.

—¿Ellos te importan mucho? —cuestioné intentando entenderla.

—Es muy raro, pero si. —Asintió —. Nunca me habia pasado esto con otra persona que no seas vos, ellos también son especiales para mi —susurró.

—Anda a saludarlos. —Sonreí animandola —. Nos vemos mañana, te quiero —me despedí.

—¿Vos no vas a venir? —preguntó.

—No, tranqui —le resté importancia.

—Te quiero, Emi. —Me abrazó.

Le devolví el abrazo levemente y nos despedimos.

Subí a mi auto y miré por el vidrio polarizado la escena.

Pilar saltó a los brazos de Rodrigo y después a los de Ivan.

El más alto despeino su pelo cariñosamente.

¿Será que en cierta parte esto que siento es envidia?

No me puedo imaginar teniendo un vínculo así con otras personas. Es algo que siento muy lejano.

Que Pilar pueda hacerlo es genial, pero yo soy un obstáculo en su camino. Lamentablemente soy tan egoísta que no puedo alejarme de ella.

Sentí un par de miradas sobre mi auto poniéndome nerviosa.

Prendí el motor y me fui al instante.

Llegué a mi casa solitaria. Me preparé un licuado para acompañar los brownies y fui a encerrarme a mi habitación especial.

—¿Emi? —Mi papá abrió la puerta suavemente.

¿Cuánto tiempo paso?

—Papi, llegaste. —Me levanté para abrazarlo.

—¿Estás pintando? —Acarició mi espalda.

—¡Si! —respondí feliz —. Vení, mira. —Lo llevé hasta mi nueva pintura.

Como de chica solía estar bastante aislada encontré algo con lo que entretenerme, pintar.

Desde que tengo uso de razón me encanta pintar, así que mi papi me hizo una sala solamente para eso.

Esta repleta de lienzos y manchas de pinturas por todos lados.

No le pongo limites a mi inspiración.

—Es hermosa —susurró admirando la pintura.

Es hermosa al mismo tiempo que da escalofríos. Creo que refleja parte de como me siento ahora.

(...)

—Ah, te traje algo. —Saqué el táper de mi cartera y se lo di a Pilar. Esta vez tiene brownies hechos por mí dentro.

—Ay, tus postres son mis favoritos —exclamó Pilar abrazando el táper.

—Convida, convida —exigió Rodrigo como una rata.

No tardamos mucho en volver a sentarnos los cuatro juntos en la hora de descanso.

Si no me quiero alejar de Pilar, voy a tener que hacer mi esfuerzo para adaptarme.

—¿Puedo? —consultó mi amiga.

—Si, obvio. —Asentí.

Le sacó la tapa y dejó el táper en el centro de la mesa redonda.

Los tres agarraron un pedazo.

—A mi nunca me salen así —se quejó Pilar con un puchero.

—Es la receta de mi mamá —informé.

Mi papá me obliga a guardarla como oro.

—Esta god —halagó Rodrigo con la boca llena.

Con curiosidad miré a mi costado para ver la reacción de Ivan.

Su labio estaba manchado con chocolate.

Que ganas de...

—¿Qué haces estúpida? —dijo sacándome de mis pensamientos.

—¿Qué? —Levanté la mirada hasta sus ojos —. No hice nada —declaré.

—No me mires entonces —ordenó.

—Que chico más sensible —me quejé —. Con razón no tenes novia —acusé.

Ivan puso los ojos en blanco y dejó de mirarme.

Sonreí disimuladamente. Me encanta molestarlo.

Una mirada cargada de rabia estaba puesta en nosotros, puedo sentirla.

Miré sobre mi hombro encontrándome con mi ex.

Que pesado.

Lo ignoré y volví a conversar con mi amiga.

(...)

Caminé un poco apurada por el pasillo, me olvidé que tenía una reunión con la entrenadora.

La puerta del cuarto de limpieza, levemente abierta, llamó mi atención.

¿Alguien se habrá olvidado de cerrarla?

Paré en frente de esta y la abrí levemente. Sentí un fuerte agarre en mis brazos que me metieron adentro.

La puerta se cerró atrás mío y una mano sobre mi boca me impedía gritar.

Golpeé a la persona que me tenía apresada.

—Emilia —el susurró grave de Ivan hizo que me calme.

Pude volver a respirar con normalidad y dejé de darle golpes en el pecho.

Ivan sacó su mano de mi boca.

—¿Qué haces acá, estúpido? —susurré.

—Me estoy escondiendo —contestó con simpleza.

—Que lindo escondite. —Observé el cuarto donde a penas podíamos movernos sin tirar todo.

Unas voces de afuera llamaron mi atención.

Eran ellos otra vez, estaban buscando a Ivan, seguramente para volver a golpearlo.

—Nos quedaremos hasta que se vayan entonces —indiqué en voz baja.

Intenté moverme, pero me tropecé con una escoba y casi me caigo.

Llegué a agarrarme de los brazos de Ivan.

—Quédate quieta —exigió.

—Me da un poquito de claustrofobia este lugar —admití con mis ojos clavados en su cuello.

Por favor, que se vayan rápido.

Bullying; Spreen Donde viven las historias. Descúbrelo ahora