Me senté en el banco de una plaza indignada.
¿Qué hago?
¿Llamo a mi papá?
Si lo llamo seguramente venga corriendo a buscarme. Creo que es lo mejor.
Apreté su número agendando y una alerta de que me queda cinco porciento de batería oscureció la pantalla.
Ay, no.
Saqué la alerta lo más rápido que pude y apreté llamar.
Ni siquiera llegó a dar el primer tono cuando el celular se apagó completamente.
—¡Ay, basta! —Me quejé mirando el cielo oscuro —. Ni siquiera hice algo malo como para que me este pasando todo esto. —Bufé y me crucé de brazos indignada.
¿Será que puedo volver sobre mis pasos y llegar al colegio de vuelta?
No sé si quiero averiguarlo.
Miré mi alrededor con atención. Por lo menos se ve que es una zona transcurrida. ¿Qué parte de Palermo es esta?
¡Ya sé!
¿Siguen existiendo los teléfonos públicos o quedó en la prehistoria?
Me levanté del banco y empecé a caminar.
¿Se supone que tienen que estar en las calles como en Londres?
La vez que fuimos de vacaciones con papá las cabinas rojas eran todo menos discretas.
Ojalá sea algo así en Buenos Aires.
En búsqueda de mi solución me metí en más problemas.
Me perdí más de lo que estaba y me alejé de la zona céntrica.
Ahora si tengo mucho miedo y lo único que veo son bares.
Resignada me metí al más decente que vi.
Por suerte la música no es tan alta y solamente hay gente grande tomando.
Me acerqué a la barra.
—¿Qué se le ofrece? —preguntó el barman.
—Hola, ¿me das un daikiri de frutilla? —pedí con una leve sonrisa.
—A la orden, señorita. —Asintió y se puso a hacer su trabajo.
Siento que me va a hechar si vengo de la nada y le exijo que me preste su celular sin haber consumido algo antes.
Unos minutos después me dio el trago.
—¿Te puedo pedir un favor? —pregunté de forma inocente haciendo que me mire embodado.
—Cualquier cosa. —Sonrió coqueto.
No es feo. Tendrá veinte años, tiene una linda sonrisa y un cuerpo trabajado, pero no es mi estilo.
—¿No me prestarías tu celular? —cuestioné.
—Si, claro. —Lo sacó de su bolsillo y me lo extendió.
—Muchas gracias, lindo. —Lo acepté con un sonrisa.
El número de mi papá...
¡No me sé el número de mi papá!
El único número que ronda por mi cabeza es el de Pilar.
Marqué el número de mi amiga sin tener otra opción.
—¿Alo? —contestó una voz masculina del otro lado.
—¿Rodrigo? —consulté confundida al reconocer la voz.
—Emi, ¿que haces, todo bien? —preguntó de forma cariñosa como siempre.
Cerré mis ojos con fuerza.
No quiero arruinarle este momento a Pilar.
—Te quería pedir algo —dije tímidamente.
—¿A mi? Decime —animó.
—En realidad le iba a decir a Pilar que te pregunte, pero ya que estamos. —Me reí levemente tras mi mentira —. ¿Tenes el número de Ivan?
—Si ¿lo querés? Ya te lo paso —aceptó sin cuestionar nada.
—Dale, decime que lo anoto —pedí.
—Bueno es... —me dictó el número y lo anote en mi brazo.
—Listo, gracias, no le digas a Pili que la llame ¿si? —persuadi.
—Dale, nos vemos, cuídate.
Me despedí y corté.
La puta madre.
Vamos de mal en peor.
El lugar se va llenando de a poco y hay un señor de treinta años que no para de verme y sonreír. Tengo miedo.
Presioné en la pantalla táctil los números que me dictó Rodrigo.
Cuando empezó a llamar llevé el celular a mi oreja y apreté los labios.
Que sea lo que el universo quiera.
Por como me esta yendo ya sé que no va a ser nada bueno.
—¿Hola? —la voz grave del otro lado hizo que se me pongan los pelos de punta.
Quise cortar, pero el rocé de unos dedos sobre mi muslo me lo impidió.
No me importa con quien ni como, solamente quiero volver a mi casa.
—I-Ivan —susurré al borde del llanto.
—¿Quién habla? —preguntó dudoso.
—Ivan, vení a buscarme —pedí sin poder procesar su pregunta —. Necesito tu ayuda —balbucee.
—¿Dónde estás? —preguntó confirmando que sabía quién era.
—No sé. —Tomé aire y volví a mirar al barman —. Disculpa ¿Cuál es la dirección del lugar? —consulté haciendo que me mire sorprendido.
Amablemente se ofreció a darle la dirección exacta a Ivan viendo que yo estaba muy nerviosa para hacerlo.
—Querida, quédate donde te pueda ver hasta que tu amigo llegue, por favor —solicitó mientras preparaba otros tragos para más clientes.
Yo asentí en silencio y me removi incómoda en la banqueta.
—Disculpe, ¿le puedo pedir que se aleje? —me animé a decirle al hombre que tenía al lado.
Él simplemente soltó una leve carcajada.
—Estas perdida e incomunicada, te aseguro que no estas en posición de exigir algo. —Apretó mi pierna —. Parece que hoy me voy a poder divertir —dijo en voz baja haciendome notar su asqueroso olor a tabaco.
Me quiero morir.
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Bullying; Spreen
FanfictionEmilia se encuentra con un chico siendo golpeado. Cuando sus ojos se cruzaron le recordó al adorable y tierno "Bambi" por lo que ella no pudo evitar ayudarlo. Las cosas se complican cuando su amiga se enamora del mejor amigo de Ivan y este último pa...