Capítulo 16.

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(...)

¿Hace cuanto tiempo no vengo acá por voluntad propia?

Mi papá siempre me dijo que si tengo un nudo en mi pecho que necesito descargar, él y mi mamá siempre van a estar presentes para escucharme.

No importa cuando, no importa donde, no importa que sea, ellos nunca van a juzgarme.

Justo ahora no tengo la suficiente valentía como para ver la cara de mi papá después de que escuche todo lo que tengo guardado. No quiero que él esté mal por mi culpa.

—Ma... —balbucee cuando divisé su tumba haciendo que las lágrimas salgan en cascada.

No sabia lo mucho que necesitaba hablar hasta ahora.

—Perdóname, mami —pedí arrodillandome en frente de ella —. Perdón por no poder ser buena como vos. —Lloré —. Te juro que todos los días lo estoy intentando, pero no puedo... cada día que pasa lastimo más a la gente que quiero y ya no se que hacer conmigo —sollocé —. No sé como hacer que mi cabeza se calle, me esta consumiendo —susurré —. Ayúdame, por favor —supliqué.

Las horas pasaron más rápido de lo que pensé. Aún así no quería irme.

No estaba lista para irme.

La luz dorada se había ocultado hace tiempo y la fresca brisa rozaba mis mejillas húmedas.

Escondí mi cabeza en mis brazos y cerré los ojos relajandome.

Unas caricias en mi pelo me despertaron.

—Papá —balbucee.

—Mi cielo. —Me abrazó —. ¿Viniste a hablar con tu mamá?

—Si, perdón por no avisarte —susurré.

—No pasa nada, desde lo que pasó la última vez le puse un rastreador a tu celular —explicó tranquilo.

—Ah... —dije extrañada —. Bueno, mejor. —Me encogí de hombros.

Soy bastante olvidadiza.

—Volvamos a casa, Emilia.

(...)

—La puta madre —me quejé ante el sonido constante del timbre.

Salí de mi cómoda cama y bajé hasta la puerta.

¿Quién mierda es y por qué vino tan temprano?

—¿Qué? —fue lo primero que salió de mis labios al abrir la puerta.

—¡Emi! —Pilar saltó a mis brazos —. Te extrañé, ¿por qué no me contestabas? —lloriqueo.

—No tenia ganas —me sincerise.

—Soy tu mejor amiga, siempre tenes que tener ganas de hablarme —reclamó.

—Ya no —conteste separandome —. Ya no hace falta que estemos siempre justas, no te voy a obligar a estar al lado mio.

—¿Es por lo que te dijo el tarado de Ivan? —Resopló —. No le hagas caso, él no sabe nada de nosotras, además está arrepentido. —Apretó mis manos —. No me voy a alejar de vos, Emilia.

—¿Segura que estás bien conmigo? —susurré.

—Emi, estuvimos más de diez años juntas y es por algo —aseguró —. Yo estuve pensando y no voy a dejar que Ivan o Rodrigo arruinen nuestra amistad, te lo prometo.

Suspiré.

Esto es justo lo que no tenía que pasar.

Es como si estuviera manipulando a Pilar, pero cierta parte de mi esta agradecida.

Volvimos a retomar nuestra tarde de chicas. Aprovechando que es sábado, Pilar se quedó a dormir en casa.

—Amiga... —balbucee con voz ronca —. ¿Podes decirle a Rodrigo que cierre un toque el orto? —consulté.

Me desperté porque Pilar estaba en llamada con su novio.

—¡Emi, hola! —saludó el enano con su voz irritante.

—Chau —susurré volviendo a acomodarme para seguir durmiendo.

—Emilia... —otra voz reconocida hizo que se me quite todo el sueño —. ¿Me escuchas?

—¿Qué querés? —pregunté a la defensiva.

—Quiero pedirte perdón —susurró arrepentido —. Lo que dije no era posta, Pilar se muere sin vos —se excusó.

—Ajá —respondí sin importancia.

—¿Entonces? —dijo impaciente después de unos segundos en silencio.

—Solamente lo hago por Pilar, y eso no significa que vamos a ser amigos —advertí.

—A nada —Ivan le susurró a su amigo.

—Bien ahí wacho, te felicito —susurró Rodrigo feliz.

—Me voy a dormir —le hice saber a Pilar —. Usa auriculares. —Señalé mi mesita de luz.

—Buenas noches, amiga. —Me sonrió.

(...)

Otra vez lunes.

Me senté en el banco cansada.

—Las odio a todas, ojalá se mueran —murmuré por lo bajo.

—Esta re loca. —Escuché que dijo Ivan por lo bajo.

—Vos porque estas en un club virgen donde solamente interactuas con una computadorita, yo tengo que hacer que pibas estúpidas me hagan caso y coordinen —refuté.

—Que garrón estar rodeada de personas iguales a vos, tenes razón. —Asintió.

—Cállate. —Bufé.

—Estoy cansadita —susurró Pilar.

—Pobrecita mi bebé —Rodrigo la consoló.

—Toma. —La mano de Ivan dejando una manzana en frente mio captó mi atención.

—¿Está limpia? —La agarré con desconfianza.

—Rodrigo se la paso por el culo —contestó haciendo que lo mire con asco —. Comela —ordenó con una sonrisita.

—¿Querés que la coma? —pregunté con fingida inocencia.

—La manzana —aclaró.

—Obvio, la manzana, ¿qué flashaste? —Lo miré divertida.

—Nada. —Desvió la mirada dando por terminada la conversación.

Bullying; Spreen Donde viven las historias. Descúbrelo ahora