Capítulo 2

65 9 0
                                    


_Les agradezco a todos que hayan venido, de corazón_, expresó Any con una sonrisa , evitando encontrarse con la mirada de Armando.

_Disfruten mucho de la fiesta_, añadió, despidiéndose momentáneamente de los invitados de la mesa, incluyendo a Armando, quien no apartaba la mirada de ella.

_Gracias, señorita Gallardo . Sé que la compliqué un poco al tener que buscarme un lugar a último momento. De verdad se lo agradezco_,dijo Armando con tono suave, mientras su mirada intensa parecía revelar un interés más profundo en Any, un interés que ella no podía ignorar.

_En primer lugar, tutéame y llámame Any sin formalidades, y en segundo lugar, no tiene nada que agradecer, señor Navarro. Es usted muy bienvenido_, contestó Any con firmeza, mientras intentaba disimular su creciente incomodidad. La situación la ponía tan tensa que ansiaba salir corriendo de allí.

_Está bien, Any, pero lo mismo te pido a ti, llámame solamente Armando. ¿Te parece bien?_

_Por supuesto, está bien_, respondió Any con una leve sonrisa, desviando la mirada.

Luego, dirigiéndose a los demás, añadió:
_Nos estaremos viendo. Con su permiso, seguiré saludando a los demás invitados._

Antes de que pudiera darse la vuelta, Andres que también se encontraba en la mesa ,tomó su brazo, deteniéndola, y le dijo con una mirada intensa:

_Después de que termines con los saludos, te invito a tomar una copa de champán  en la terraza, para brindar por los viejos tiempos. ¿Qué dices?_

Any le esbozó una sonrisa y asintió con la cabeza.
—¡Sí, claro, me parece una idea estupenda! En media hora, en la terraza, ¿de acuerdo? —Sus palabras resonaron con una falsa alegría.

—Ok —contestó Andrés, mientras sus ojos   brillaron  con entusiasmo.

Armando los observaba con el rabillo del ojo mientras llevaba la copa a los labios.

«Así que esta sinvergüenza sigue su vida como si nada mientras mi hermano está bajo tierra por su culpa.
¡Maldita desgraciada! Juro que vas a pagar cada uno de tus pecados, y yo te veré suplicar por piedad. Lo juro en nombre de mi hermano», pensó Armando con rabia, su mirada inyectada en furia y determinación.

Armando esperó pacientemente mientras conversaba animadamente con sus compañeros de mesa. Después de lo que le pareció una eternidad, se levantó de la mesa con la copa en la mano y, con maña, derramó su copa de vino tinto sobre el saco de Andrés.

—¡Perdón! Mil disculpas —dijo compungido a Andrés.

Andrés lo miró, pero no dijo nada. Inmediatamente, tomó una servilleta y comenzó torpemente a secar el saco.

—Nuevamente le pido disculpas, no sé qué me pasó, soy un tonto. Buscaré de inmediato a alguien que lo ayude. Espere aquí, no me tardo.

—Gracias —dijo Andrés secamente, ya que ese hombre no le caía para nada bien.

Armando se dirigió por el salón y, al ubicar al maitre, le comunicó lo sucedido señalando a Andrés. Luego, comenzó a buscar desesperadamente a Any entre la gente. Enseguida la divisó; era imposible no ver a aquella espectacular mujer que resaltaba como ninguna otra. Con pasos lentos se encaminó hacia la terraza y al pasar el camarero frente a él, tomó dos copas de champagne y se apresuró a seguirla a la terraza.

_Parece que la anfitriona de la fiesta no está a gusto en ella, ¿me equivoco?_

Any se giró sorprendida. La noche era espléndida, con las estrellas esparciendo destellos de luz sobre el inmaculado cielo. A pesar del calor, la temperatura era perfecta, y el suave aroma a jazmines que traía la brisa envolvía la terraza, deleitando los sentidos.

A lo lejos, la música ambientaba la escena, como si estuviera orquestada para complementar los planes de Armando. Todo era perfecto, a pesar de que Any era una mujer despiadada ,era imposible resistirse a toda aquella maravilla romántica, similar a la que se describía en las novelas de amor. En resumen, si esa mujer no caía en su trampa simplemente no tenía corazón.

Finalmente, Any logró contestar:

_Estoy esperando a Andrés, quedamos de encontrarnos aquí para tomar una copa de champagne, pero parece que se le ha olvidado. Con tu permiso, iré a buscarlo._

Armando le cortó el paso, impidiéndole avanzar hacia la entrada al salón.

_¿Andrés es tu prometido?_inquirió.

Any esbozó una sonrisa que no pasó desapercibida para Armando. Era verdaderamente hermosa, lo que la hacía aún más peligrosa.

_No, nada de eso -respondió Any con otra sonrisa.
_Andrés es amigo de Marcos desde la infancia, y lo aprecio mucho. Es una persona maravillosa, ¿sabes? Solíamos jugar juntos de niños, siempre fue mi amigo. Por eso quedamos en encontrarnos aquí para recordar viejas travesuras._

Any empezaba a ponerse nerviosa. Armando estaba demasiado cerca, y el aroma varonil que desprendía, sumado a su imponente presencia, la intimidaban.

_No te vayas, quédate conmigo y brindemos por tu hermosa fiesta y por haberte conocido_,dijo Armando.
Mientras mirándola fijamente con sus ojos verdes, penetraba los hermosos ojos azules de Any. Luego, sin comprender del todo el impulso que lo guiaba, la tomó por la cintura y la besó apasionadamente. A pesar de que ella intentó soltarse, él la apretaba con firmeza. Cuando finalmente logró liberarse de sus brazos, le propinó una bofetada que resonó en la noche.

_Cómo te atreves?! ¿Quién te has creído que soy? ¡Déjame pasar!_,exclamó Any, con fuego en sus ojos.

Armando, sorprendido por su propia reacción, se apartó, dejándole el paso como si estuviera hipnotizado. Su virilidad se vio afectada, y por un instante, se sintió perdido en la intensidad del momento.

La mentiraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora