—¡Qué alegría verte, Armando! —exclamó la chica, mirándolo con felicidad, aunque también con sorpresa—. ¿Qué haces tú aquí?—Eso mismo me pregunto yo —respondió Armando, observándola con asombro.
—Esta es mi casa —explicó Alicia con una sonrisa.
—¿Cómo? —preguntó Armando—. No me digas que tú eres la hija de Alfonso y Sandra.
—Sí, esa soy yo —asintió, sonriendo aún más.
—¡No puedo creerlo! ¡Qué pequeño es el mundo!
—¡Sin duda lo es! —contestó ella—. Pero, ¿qué te trae a mi casa?
Armando le contó acerca del negocio que estaba realizando con su padre.
—¡Qué sorpresa! Mi padre me mencionó que estaba intentando hacer un trato, pero nunca pensé que fuera contigo.
Armando y Alicia se conocieron en la universidad, donde compartieron momentos memorables y se hicieron grandes amigos, especialmente por su relación con Joice, el mejor amigo que Armando había tenido en el extranjero. Esa conexión les permitió conocerse muy bien.
Any, al escucharlos entrar animadamente, se preguntó: —¿Quién es esa chica? ¿Por qué tienen tanta confianza? Un sentimiento extraño la invadió; nunca había escuchado a Armando reír de esa manera.
Dejó el libro que leía y, al salir de su habitación, se encontró con ellos. La chica era realmente hermosa; su cabello corto y sus grandes ojos rasgados le conferían un aire tanto infantil como seductor.
Armando se acercó a Any mientras Alicia observaba la escena con curiosidad.
—Any, te presento a Alicia; ella es hija de Alfonso y Sandra.---
Any la miró sorprendida antes de volver la vista hacia Armando. ¿Por qué no la presentó como su esposa? ¿Por qué simplemente la había presentado como "Any"? Pensó con enojo. Recuperándose, extendió la mano.
—¿Cómo estás? Mucho gusto, encantada. Soy la esposa de Armando —dijo con firmeza en su voz. No solía presentarse así, pero esas palabras salieron de sus labios de manera espontánea.
—Encantada de conocerte —respondió Alicia—. Pero dime, ¿cómo lograste atrapar a este hombre? Siempre ha sido muy difícil, ¡y un hombre que siempre le ha escapado al compromiso!
Any sintió que un fuego crecía en su interior, pero, fingiendo desinterés, sonrió.
—Bueno, no me ha resultado tan fácil. Es un hombre muy especial —dijo, clavando sus ojos en Armando, quien no pudo sostenerle la mirada.
—¡Me imagino que no debió ser fácil! Siempre había varias chicas detrás de él, pero Armando, con su carácter serio, siempre las ahuyentaba.
—¿De verdad? —preguntó Any con curiosidad.
Armando interrumpió.
—No era exactamente así, Alicia. Es solo que nunca conocí a nadie que me interesara , tú sabes —respondió, dejando de lado su orgullo por un momento.
—¡Ya lo creo! Nunca vi que miraras a alguien de ese modo —exclamó Alicia.
—¿Ah, no? —replicó Any con un tono irónico—. Entonces, cuéntame, ¿cómo las mirabas? Tengo curiosidad.
Armando se sintió incómodo con la conversación entre las dos mujeres y se pasó la mano por el cabello, tratando de buscar una salida.
—A decir verdad, siempre fue un hombre que miraba de una manera muy... ¿cómo podría explicarlo? —Alicia reflejó la búsqueda de una palabra adecuada—. Muy... desinteresada, diría yo, algo distante —miró a Armando y continuó—. Pero sé que él no es así; él es todo lo contrario.
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La mentira
RomanceArmando, tras obtener su título de ingeniero en Europa, regresa a su país con la ilusión de visitar la nueva hacienda de su hermano. Al llegar, descubre que Carlos se había quitado la vida a causa de una mujer, quien le había exigido dinero y comodi...