Capitulo 38

56 2 0
                                        


Any se despertó con un intenso dolor de cabeza que le hacía ver todo a su alrededor girar. Durante la noche, su sueño fue agitado, plagado de pesadillas que se sucedían una tras otra. A pesar de su deseo de despertar, no lograba hacerlo y todo parecía angustiosamente real. En una de sus pesadillas, Armando se alejaba lentamente por un interminable túnel oscuro, expresándole su amor. Aunque ella intentaba alcanzarlo, Amalia la retenía con firmeza impidiendo cualquier movimiento, mientras su corazón destrozado le advertía que aquella sería la última vez que lo vería, dejándola completamente desolada.

En otra pesadilla, Any se encontraba en los brazos de Armando cuando un hombre se acercaba y le susurraba algo al oído. Él escuchaba con atención, asintiendo con la cabeza. De repente, su mirada cambiaba y la soltaba bruscamente, dándole la espalda para marcharse por una calle desierta envuelta en una densa neblina que ocultaba su figura. Aunque Any no podía ver el rostro de aquel hombre que habló con él, intuía que era Carlos, el hermano de Armando.

Aturdida por esos sueños que la habían dejado llena de angustia, se levantó y se dio una larga ducha caliente. Luego, se preparó un café anticipando un día complicado. El encuentro con Armando la había dejado en un estado de tensión que aún persistía, perturbándola grandemente. Se preguntaba por qué él seguía atormentándola de esa forma, a pesar de saber que ella no fue la culpable de la muerte de su hermano. ¿Qué pretendía lograr con esa actitud? Por otro lado, también se cuestionaba si aquel cambio que había percibido en él era real o simplemente otro acto más de su teatro manipulador, pues debía reconocer que Armando era peligroso e impredecible. No podía olvidar que al inicio de la relación él había utilizado todo tipo de artimañas para enamorarla, manipulándola con maestría, y así ella había caído en su trampa sin darse cuenta de la falsedad de sus palabras, encendiendo en su corazón una llama que resultó ser su perdición.

Pero ¿por qué cambiaría ahora, con qué propósito? Sabía que Armando no la amaba, es más, la despreciaba por llevar en sus venas la misma sangre que la mujer responsable de su tragedia, viendo en ella la continuación de aquel tormento.

Mientras se secaba el cabello, recordó lo atractivo que lucía la noche anterior con su saco sport y su camisa blanca entreabierta que dejaba ver el oscuro bello de su pecho, ¡Dios! Su pecho era su perdición, la atraía de forma primitiva, como una adolescente enamorada por primera vez. Irónicamente, su intento de confundirlo y enamorarlo solo había logrado confundirla a ella una vez más.

Agotada, su mente le pedía descanso, olvido, un nuevo comienzo, pero su alma y corazón se resistían, sumergiéndola en un torbellino de recuerdos interminable.

El teléfono la sacó de su trance, lo tomó del tocador y observó la pantalla. ¡La llamada entrante era de Armando! Su corazón latió con fuerza y sintió un vuelco en el estómago, pero aún así decidió no contestar.

Se negaba a ser su marioneta, estaba harta de sus caprichos y manipulaciones. Aunque, muy en el fondo, debía reconocer también que no quería hablar con él porque se sentía tremendamente ridícula por su comportamiento de la noche anterior. Se avergonzaba de su propia ingenuidad. Creyó que cambiando su apariencia podría enamorarlo. ¡En qué cabeza cabía ese pensamiento tan estúpido! Él ya la había visto de todas maneras y jamás logró enamorarlo, ¿por qué debía cambiar eso ahora?

Ese hombre jamás podría amarla, estaba lleno de ira y rencor hacia ella y hacia el mundo, no había lugar en su corazón para el amor, ¡y mucho menos para ella!

La llamada, luego de sonar repetidamente durante varios segundos, se interrumpió, haciendo que se sintiera aliviada, pues, a pesar de todo, hasta el último momento había dudado si debía contestar o no.

---

Any miró la hora y comenzó a apresurarse. Teresa pasaría por ella y aún no había terminado de vestirse. Su amiga era verdaderamente rígida cuando se trataba de horarios. El timbre sonó mientras Any, vestida solo con su ropa interior, buscaba en el armario qué ponerse ese día.

La mentiraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora