Capitulo 24

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Any entró en la casa y se encaminó directamente a su habitación. La sensación de agotamiento la invadía; aquel día había sido interminable y su mente estaba confusa. Se despojó de la ropa y se encaminó al baño, decidida a darse una ducha reparadora antes de descansar un poco. Después, instalaría el router y llamaría a Andrés antes de ir a la cama; necesitaba desahogarse aunque fuera un poco. Más tarde, ya más serena, hablaría con su madre.

Tras unos minutos bajo el reconfortante chorro de agua, cerró el grifo y se secó suavemente. Al observar su reflejo en el espejo, notó las ojeras marcadas y el evidente cansancio en su rostro. Aún le costaba creer lo que estaba ocurriendo. Envuelta en una toalla, se tumbó en la cama, buscando un respiro en medio del torbellino de emociones.

Un opresivo peso se apoderaba de su pecho, mientras la tristeza y la decepción la envolvían en una densa niebla. Sin fuerzas para abandonar la habitación, ni siquiera para saciar el hambre que la acechaba, se sumió en la penumbra y se dejó arrastrar por el sueño.

De repente, una extraña sensación la invadió, y entre parpadeos entrecortados, se vio sorprendida por la presencia de Armando de pie junto a su lecho.

En medio de la amalgama de asombro y furia que dominaban su mente en aquel instante, se incorporó bruscamente.

_¿Qué haces aquí? ¡Sal inmediatamente de mi habitación !_ espetó con firmeza.
A pesar de ello, en medio de la tensión, creyó percibir fugazmente una chispa de pasión y ternura en la mirada de Armando, aunque, convencida de que todo era mera fantasía, pues sabía con certeza que aquel hombre la despreciaba aunque para su desgracia desconocía el motivo .

Él carraspeó, su expresión se transformó, y con tono imperativo le espetó: _Mañana por la mañana compartiremos el desayuno juntos._

_¡¿Qué?! ¡Ni lo pienses! ¡Vete ahora mismo!_ replicó Any, señalando la salida .

Armando contemplaba la piel de su cuello y hombros al descubierto, su tono bronceado naturalmente atractivo y exquisito. ¡Dios mío! Ansiaba tocarla, el deseo lo consumía como un enemigo. En su interior se libraba una batalla entre sus propios anhelos y el deber que le incumbía.

_¿Acaso he solicitado tu consentimiento?_ Creo que no. Te he informado que desayunarás conmigo como mi esposa,_ reiteró la orden con determinación.

_Yo te aseguro que no me sentaré junto a ti .¡Vete ahora mismo! No quiero verte ni un segundo más,_ replicó Any, desafiante .

_Escúchame, no deseo discutir  contigo , ni me gustaría tener que venir a buscarte y  sacarte en contra de tu voluntad_continuó Armando, con un dejo de fingida arrogancia en su tono. Any lo observaba en silencio con sus ojos brillando de indignación.

Armando continuó hablando del mismo modo , mientras Any lo observaba en silencio con sus ojos brillando de indignación.

_No te hagas la tonta conmigo, porque no tengo paciencia para infantilismos. ¿Entendido?
Mañana vendrá a desayunar un posible comprador para nuestros vinos y quiero que tú estés presente como la señora de la casa, haciendo tu papel de flamante y enamorada esposa_,afirmó Armando.

Ella sonrió burlonamente.
_¿Pero quien te crees? Lo miro de arriba a abajo .
Me das lástima viéndote hacer el papel de macho de los años 30, eres un ridículo y estúpido arrogante._

El atacó sintiéndose herido .

_Estamos a mano, porque tú eres una pobre mujer infeliz y tonta que creyó que yo podía amarla. Tú también me das lástima, yo jamás podría sentir más que eso por ti_, respondió Armando con frialdad.

Dicho esto, Armando se alejó inmediatamente de ella, erguido y mirándola con desdén. Any quería llorar, pero se contuvo. No podía mostrar su dolor a un hombre que la trataba como si fuera un objeto de su propiedad.

Mientras tanto, en el interior de Armando, se desataba una lucha terrible. Sentía ganas de quitar todo aquello que la cubría y sentir su piel desnuda y tibia. Moría por tocarla, perderse enredado en su cuerpo, aferrado a sus cabellos y aspirando su aroma.

Con gran esfuerzo, apartó la vista de su mujer y salió de la habitación.

Any ya no pudo volver a dormirse,
Estaba tan enojada y era tanto el dolor y la humillación que sentía que necesitaba respirar aire fresco .
Se vistió se  lavó  el rostro y mientras se recogía el cabello salió de la habitación .

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La galería que rodeaba la hacienda emanaba un encanto rústico, adornada con una exuberante variedad de plantas y flores que perfumaban el aire. En el ala derecha, un juego de sillones de madera maciza, tapizados con hermosos cojines altos y mullidos en tonos pastel, confería al porche una atmósfera de serenidad. Era el refugio perfecto que Any ansiaba en aquellos momentos de turbación.

Se dejó caer con suavidad en uno de los acogedores sillones y abrochó su fino abrigo, cruzando los brazos sobre su vientre con gesto reflexivo.

La noche se extendía hermosa y las estrellas brillaban en el cielo despejado, formando un manto de luces que parecían blancas sonrisas  del universo. Any se encontraba sumida en sus pensamientos, cuestionando el rumbo de su vida a partir de ese momento. A pesar de haber descubierto que su esposo era una farsa, el amor continuaba latiendo en su pecho, aunque enmarañado con el dolor de los maltratos psicológicos que soportaba en aquella casa. La soledad la envolvía, habiendo perdido la alegría y con la autoestima hecha añicos por las palabras crueles de Armando, palabras que resonaban vacías en su alma.

Con los ojos apretados para contener las lágrimas, sintió en el aire el perfume que había impregnado aquella primera noche de pasión, su luna de miel.

Buscó a su alrededor y vio a Armando balanceándose en una hamaca paraguaya, sosteniendo una botella de whisky entre sus manos. A pesar de la tenue luz, Any pudo distinguir su figura .

Decidió levantarse para alejarse, el aroma del perfume acentuaba su tristeza y agudizaba su dolor.
Cuando dio los primeros pasos hacia el interior de la casa escuchó la voz de Armando .

_No te vayas, quédate conmigo y brindemos por nuestra farsa_murmuró este con una voz entrecortada, revelando su embriaguez.

El corazón de Any latió con fuerza en su pecho, dividida entre el amor que sentía y el tormento que vivía. Incapaz de decidir, se debatía en un mar de emociones.
La incertidumbre la paralizaba, ¿qué camino tomar? ¡Lo amaba con toda su alma! Se había casado con la ilusión de un futuro perfecto, entregándose a un mundo apartado en el que ahora se sentía atrapada.

Intentó entrar a la casa y nuevamente escuchó su voz
_Any, por favor..._ella se volteó.

_¿Qué sucede ,acaso estás aburrido esta noche y quieres divertirte humillándome?_Armando no respondió, solo se escuchó el sonido del líquido alcohólico que volvía a beber. Luego, volvió a hablar,

_Any, ven..._

Any no pudo resistirse; su voz era suave, sus palabras parecían una súplica. Avanzó bajo las tenues luces y se acercó a él. Armando se puso de pie, la tomó suavemente de la mano y la alejó un poco de la casa. Ella se dejó llevar. El contacto de su mano tibia hizo que su corazón latiera con fuerza. Quería volver a sentir esas manos sobre ella, recordaba lo hermoso que había sido cuando estuvieron juntos aquella noche. Anhelaba abrazarlo, acurrucarse en sus brazos y sentir su respiración. Armando la llevó hasta una cabaña que se encontraba a pocos metros de la casa.

_Pasa_,dijo él abriendo la puerta.

_No voy a entrar_,respondió Any, _dime lo que tienes que decirme aquí afuera._

_¿Me temes?_,preguntó él, sorprendido por su reacción.

_Por supuesto que no.Pero no entiendo qué es tan importante lo que tienes que decirme como para traerme hasta aquí_contestó Any.

_Es importante_dijo Armando, mirándola con aquellos ojos que la hipnotizaban, nublando cualquier pensamiento racional.

Any aceptó y entraron juntos a la casa, luego Armando de un portazo cerró la puerta y pasó la llave.

La mentiraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora