15. Segunda Oportunidad

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Había sufrido muchos cambios. Pero estaba tranquilo, tenía a su lado al pelirrojo de ojos bonitos.


- ¿Guardo esto aquí?- Preguntó Andrés, mientras ayudaba al azabache a guardar sus cosas en una caja.


- Sí- Contestó Da Rey.


Desde el primer día de clases, los chicos conectaron cual piezas de rompecabezas, complementándose el uno al otro, creando una preciosa amistad al momento. Pasaban todo el día juntos, se escribían por mensajes, salían a jugar, hacían las tareas en grupo y ya casi que vivían en la misma casa, ya que Andrés siempre estaba en la casa de los abuelos del azabache o éste último iba al apartamento de Andrés.


Los meses del colegio pasaban rápido, y ya por estaba finalizar su primer año de secundaria cuando Da Rey decidió regresarse a vivir con su madre. Todo parecía prosperar, pues la rehabilitación le había surtido efecto en la mujer, mostrándose como una persona más consciente y estable, enamorándose en el proceso de un doctor quien le atendía en sus citas médicas.


El azabache estaba tranquilo, feliz de poder comenzar a construir una relación sana con su madre. Este nunca la denunció, ni se hizo un juicio contra su persona, por lo que todo lo que el niño sufrió en el pasado quedó bajo la alfombra, como si fuese un secreto imposible de revelar.

Indudablemente, los únicos que sabían de su condición eran sus abuelos, pues su madre seguía ajena a todos los maltratos sexuales que padeció su hijo. Esta misma quería recuperar la relación con su hijo, por lo que pronto lo buscaría, disculpándose con él por todo lo que hizo, prometiéndole una nueva vida con ella y su nueva pareja, un señor que parecía ser simpático.    Aún así, los abuelos insistían en que Da Rey se quedasen con ellos, pues lo amaban demasiado, y procuraban su seguridad, pero respetaron por completo la decisión de su nieto al revelar que quería irse con su mamá, para vivir por primera vez una vida tranquila.


Fueron poco a poco, la mujer lo visitaba en casa de sus padres, entablando conversación con él para finalmente conocerlo e invitarle citas, estableciendo una relación de madre e hijo normal. Así mismo haría con su novio, quien lo invitaría de vez en cuando para que fuera conociendo poco a poco a Da Rey. Este mismo siempre se mostraba reacio a conocerlo, traumado por las cosas que había experimentado con los anteriores amoríos de su madre.

Pero, a medida que pasaba el tiempo y compartía más citas con su mamá y su novio, se dio cuenta de que realmente parecía ser un hombre tranquilo, así que le dio una oportunidad de conocerlo verdaderamente y poder llevarse bien con él.


Toda su historia no la sabía nadie, ni siquiera Andrés, pues Da Rey se avergonzaba de todo lo que le había sucedido, por lo que apenas y se abría de esa manera con el pelirrojo.


Quién diría que años despúes, se sentiría tan cómo de abrirse y contarle por lo que pasaba a un moreno de cabellos ondulados...


Pero bueno, volviendo con el azabache, a pesar de estar nervioso, seguía emocionado, muy muy emocionado, ya que al mudarse con su madre, iría al apartamento de su padrastro, quien vivía a tan solo una cuadra del pelirrojo.


- ¡Aah! ¡Vivimos más cerca ahora!- Gritó para sí mismo, mientras bajaba las escaleras de la casa de su abuelo.


Saliendo por la casa con las manos llenas de cajas, divisó el carro de su padrastro, donde guardaría sus cosas. Charlando con su amigo naturalmente, logró divisar hacia el exterior una vez más.

El sol, la playa, y el mar. La brisa de la costa acariciaba su piel, y el olor a yodo inundaban sus fosas nasales. Sonriendo ante tal panorama, cerró los ojos, haciendo que sus demás sentidos apreciaran más los olores y sonidos de la playa.


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Abriendo los ojos nuevamente, divisó de nuevo el panorama.


Veía la playa nuevamente, pero esta era diferente; esta era la playa del muelle.

Allí parado, divisando la madera desgastada del muelle, vería al chico pelirrojo dirigirse hacia él. Seguía igual de deslumbrante que antes, con una sonrisa de oreja a oreja, con diversas cicatrices en sus mejillas, cuellos y brazos.


Da Rey al ver estas marcas, no podría evitar brotar lágrimas de su rostro, sintiéndose culpable por aquellas heridas.


- D-disculpa...- Tartamudeó, mientras se secaba las lágrimas.


- No es tu culpa- Dijo Andrés, reteniendo las muñecas del azabache entre sus manos.

Intercambiando una mirada fugaz nuevamente, Andrés trataría de consolar al chico, asegurándole que él no era el culpable de sus heridas.


En realidad había sido culpa de su mamá.



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||| AVISO |||


Este capítulo será corto ya que casi no dispongo tiempo para escribir, pero os prometo compensar con amor duro entre los protas para el cap 16. 

Nos vemos el miércoles:)

Byes..



𝓦𝓮𝓷𝓷𝓮𝓼𝓼𝔂'𝓼 𝓓𝓪𝔂𝓼 |  𝓓𝓾𝔁𝓲𝓷𝓸 (En edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora