24. Feliz cumpleaños, Diego 1/2

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Decir que los chicos habían vivido una montaña rusa de emociones durante los últimos días era poco, y al parecer, seguían sin terminar de vivir esa ola tan frenética de sentimientos.

Da Rey estaba cansado, solo quería un poco de paz; tan solo deseaba desconectarse un momento de la realidad y dejar de pensar en el profesor Mateo, en Wennessy, en el caso de Erika y... en Diego.


Aunque este último era imposible de sacarlo de su mente, más en estos momentos, donde el azabache solo quería acercarse a él y abrazarlo, pues sentía que de alguna manera había sufrido tanto por la muerte de la niña como él en el pasado. Aún así, todo le parecía sumamente confuso, y a veces sentía miedo del moreno, pues creía desconocerlo cada vez más.

A pesar de ello, mierda, no sabía qué sentir al respecto, cada vez que el chico se acercaba a Da Rey éste se sentía tan indefenso, tan nervioso, como si fuese un maldito adolescente enamorado.


Ignorando la idea de pensar con detenimiento cuáles eran sus verdaderos sentimientos ante el chico, Da Rey decidió tomar un poco más de descanso, revolcándose entre sus sábanas, acostado en su habitación la cual aún sentía ajena. Extrañaba su antigua casa, extrañaba a su padrastro.

Sin lograr dormir más, debido a sus pensamientos intrusivos, quienes llevaron al azabache a fantasear con su compañero de habitación, Da Rey terminó levantándose de golpe de su cama, exaltado al recordar la fecha.


Viendo en la pantalla de su celular, confirmaría sus sospechas.

Domingo, 02 de mayo. 5:34 a.m.


-Mierda, mierda, mierda- Dijo, mientras se levantaba de su cama con gran descuido.


Aún tenía tiempo de preparar lo que tenía planeado.


Aunque la situación con Diego estaba tensa, y de vez en cuando sentía miedo de cómo avanzar, o qué elegir, Da Rey dejó guiarse por el impulso ese día, dejando a un lado las incomodidades, para procurar que el moreno pasase un excelente día de cumpleaños.

Ahora, su primer regalo de la mañana sería prepararle el desayuno al chico. Así que poniéndose manos a la obra, tomó la ducha más rápida que pudo y alistó sus vestimentas para irse cómodo a la cocina y elaborar unos deliciosos panqueques de desayuno.

Se podía ver al azabache danzar dentro de su apartamento, yendo de un lado a otro con gran sigilo, procurando hacer el menor ruido posible para no despertar a su amigo. Estaba más que claro que el de lentes no era el mejor cocinero, ni siquiera se acercaba a ser uno decente, pero aún así utilizaba el mayor de sus esfuerzos para cocinar y servirle a Diego el mejor desayuno del año, o de la semana, al menos.


Tardándose poco más de media hora, el chico tendría un plato bien servido de hot cakes cubiertos con miel y mantequilla, acompañado de distintas frutas tropicales perfectamente picadas, junto a un pequeño cartel enterrado en lo más alto del plato que decía en letras cursivas las palabras de: Feliz cumpleaños.


- Espero le guste- Murmuró el azabache, colocando el plato en una pequeña bandeja junto a un vaso de jugo y una enorme rebanada de pastel.- ¿Qué hice yo a mis diecinueve?... ah sí.

Recordando un poco su pasado, Da Rey dio un pequeño paseo por sus memorias, recordando con algo de asco a su yo de apenas diecinueve años. Ese día de octubre cuando cumplió años, recordó haberla pasado con su (para ese entonces) pareja, un señor que casi le duplicaba la edad, siendo divorciado y con una pequeña hija de apenas dos años. El azabache creía que se casaría con ese hombre, pero las cosas simplemente no sucedieron, y terminaron separándose; luego pasaron los días, las semanas y eventualmente los años, y allí estaba, preparándole el desayuno de cumpleaños al niño más rico del país, con el corazón latiendo a mil por hora y las mejillas completamente sonrojadas.

𝓦𝓮𝓷𝓷𝓮𝓼𝓼𝔂'𝓼 𝓓𝓪𝔂𝓼 |  𝓓𝓾𝔁𝓲𝓷𝓸 (En edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora