16. Déjame salvarte, Da Rey.

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Reconciliados.


Así estaban el pelirrojo y el azabache.


Tranquilos, felices de saber que el otro no le odiaba.


Despidiéndose cordialmente, Da Rey fue aproximándose hacia la vereda, buscando entre las calles el carro de su compañero.

Volver a ver a su amor de la infancia fue mejor de lo esperado, pudo resolver ciertos problemas con él. Pensaba que él lo detestaba, pero no era así.

Aún recordaba esa noche de verano, Da Rey regresando del colegio solo, topándose con su mamá y Andrés sentados en la sala del apartamento de su padrastro. Su madre lo esperaba pacientemente, con la sangre hirviéndole.

Y, quizás, era de entenderse; semanas antes, se habían empezado a correr rumores por los pasillos sobre Da Rey; decían que estaba enamorado de su mejor amigo Andrés. Técnicamente era cierto, pero él no quería que nadie lo supiera, no quería ser objeto de burlas. Ya su madre le había advertido de los rumores, y que buscase cómo calmarlos; esto se entendía en gran parte, pues ya ella comprendía las consecuencias que los chismes, pues a pesar de todo, siempre te llegarían a afectar.


Da Rey trataba de retener los rumores, pero no lograba mucho, ya que les personas aún lo veían muy junto al pelirrojo, por lo que las personas no se contenían en hacerle comentarios denigrantes. La gota que colmó el vaso fue, cuando un domingo cualquiera la madre fue de visita a la iglesia, encontrándose con un grupo extensos de hermanos dándoles una guía de cómo exorcizar a su hijo para, según ellos, sacarle el demonio que tenía Da Rey en su interior el cual le hacía ser homosexual.

Cansada de la situación, acudiría rápidamente a la presencia del amigo de su hijo, pidiéndole explicaciones. Este le negaría toda la situación, pero ella no le creería; pues minutos antes, revisó la habitación de su hijo como loca, encontrándose con cosas que jamás en su vida hubiese querido ver.

Sí, tenía en sus manos las pruebas de que Da Rey estaba completa y perdidamente enamorado de Andrés.


Maldición, estaba a punto de estallar.

¿Cómo era posible que a su hijo le gustasen los hombres?


Da Rey, llegando a casa, se toparía con Andrés sentado en el sofá de la sala, casi que sudando frío; su madre estaba al frente, sentada con gran determinación, mostrando una mirada fulminante. Dejando el bolso guindado en el perchero de abrigos, preguntó:


- ¿Qué hace Andrés aquí?- Preguntó, tratando de adivinar de lo que su madre tramaba.


- ¿Te gusta, verdad?- Preguntó la mamá, sacando a Da Rey de sus casillas.


- ¿Qué?


- No te hagas el estúpido; ¿te gusta Andrés?- Reclamó la mujer.


- No- Contestó el azabache, tensando las manos y tragando saliva con rigidez.


- Yo no creo que....- Habló el perilorrojo, pero rápidamente fue interrumpido por la mujer.


- No, cállate. ¿Qué se traen ustedes? ¿Son novios?


- No señora, solo somos amigos- Explicó el pelirrojo.


- ¡No me mientan!- Gritó la mamá.

𝓦𝓮𝓷𝓷𝓮𝓼𝓼𝔂'𝓼 𝓓𝓪𝔂𝓼 |  𝓓𝓾𝔁𝓲𝓷𝓸 (En edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora