27. Ya es hora

305 39 108
                                    



- No te vayas aún- Suplicó, rodeando la cintura del azabache con gran fuerza.

- Diego, por favor; necesito ir a clases- Reclamó, tratando de zafarse del agarre.


- Solo por hoy, te lo suplico- Repitió.


Da Rey se limitó a suspirar, para luego darse la vuelta hacia el moreno quien lo abrazaba de espaldas.


Pero, al dar vuelta, Diego lo detallaría; La ausencia de sus lentes era notoria, y sus ojos amatista habían sido completamente cambiado por unos de color café, pero un café puro y oscuro. Su cabello seguía siendo igual de azabache, pero esta vez era largo y abundante, cayendo a la perfección por los lados de su rostro y tras su espalda. Sentía además cómo su estatura se retraía poco apoco.


Observando bien su rostro, la vería nuevamente; Era Erika, completamente sucia y sudada de un líquido espeso y rojo.


- ¡...!- Gritó Diego, exaltándose en su lugar.

No puede ser, se había quedado dormido, y otra vez vivió ese sueño.

No era la primera vez que soñaba eso, no era la primera vez que soñaba con rogarle al azabache que no se fuera, pero, era la primera vez que al voltearse veía a Erika, quien de hecho, le decía constantemente: ''lo encontraste''.


¿Qué significaban esas palabras? ¿Qué significaba aquel sueño?


Pensante, finalmente se separaría de las sábanas de su cama, levantándose del colchón con cierta rigidez, sintiendo su habitación más vacía que antes. Todo lo había guardado; dibujos, libros, pinturas, instrumentos musicales, juegos, computadoras y todo lo que decoraba su habitación brillaba por su ausencia. En esa recámara de cuatro paredes no había nada más que su cama, una sábana manchada de abundantes lágrimas y pocas ropas del moreno, quien yacía parado en mitad de la habitación, pensando en cuán monótona se veía.

Suspirando una vez más, jamás se sentiría tan acostumbrando a ese gesto como ese momento, analizando cada aspecto de su vida, y sobrepensando las acciones que tomaría de ahora en adelante.

Pero, ya lo había decido; su estadía en Wennessy ya tenía que acabar. Sabía que no podía estar allí por mucho más tiempo.


Avanzando hacia la puerta, se dispuso a salir de su habitación, viendo así a un energético Da Rey, quien danzaba en la cocina de la casa, mientras se preparaba un cereal con leche. Se veía feliz, se veía tranquilo. Parecía realmente disfrutar de la música que sonaba de fondo; movía las caderas al compás del tambor de la batería.


Sin interrumpirlo, Diego se acercaría de a poco, instalándose a su lado, dejando reposar su cabeza en la isla central de la cocina, mientras se sentada en un taburete justo al lado de Da Rey.

 Pronto sentiría unas cálidas manos acariciar sus ondulados cabellos, en forma de saludo.


- Buenos días, Diego- Saludó.


- Buen día, Da Rey- Respondió.


Ambos se miraron entre sí, dedicándose una tierna mirada; sentían el ambiente tenso, a punto de quebrantarse.

Alejando un poco su plato, Da Rey imitaría la posición de Diego, recostando el lado izquierdo de su rostro en el mármol de la isla, acostando su cabeza en dirección al moreno, quien no le dejaba de mirar.

𝓦𝓮𝓷𝓷𝓮𝓼𝓼𝔂'𝓼 𝓓𝓪𝔂𝓼 |  𝓓𝓾𝔁𝓲𝓷𝓸 (En edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora