30. EPÍLOGO

382 48 143
                                    


Su cuerpo dolía a más no poder, y sentía como en cualquier momento iba a perecer.


Aún con las energías bajas y desangrándose por la espalda, Da Rey se arrastraba por el pasillo del edificio en dirección al apartamento, dispuesto a buscar al moreno.


Estaba confundido, tenía miedo; solo quería escapar, con él.


...


Yaciendo en el pasillo, un joven de cabellos azabaches se encontraba desmayado en el suelo de un piso cualquiera del edificio C3, mientras tenía delirios en su mente de su propio pasado.


Recordaba esas cuatro paredes de su habitación, de su cárcel y de sus propios miedos.


Sábanas manchadas, muebles tirados, juguetes rotos, llantos incontrolables y un miedo irracional; eso era lo que Da Rey recordaba de su infancia.

Solo quería un abrazo, alguien que lo apoyase, que lo escuchase, alguien que lo mimara y que le brindara su amor. No entendía por lo que pasaba, solo sentía cómo su pequeño cuerpo era agredido una y otra vez, sin detenimientos, sin delicadeza.


Ubicado en aquella habitación, abrió los ojos lentamente, percatándose dónde estaba. Sabía que era un sueño, una alucinación; era imposible que estuviese allí. Paseando al rededor de esta, Da Rey se ubicó frente a su vieja cama, la cual recordaba con tanto desprecio. Acercándose, se percató de una pequeña figura cubierta bajo las sábanas, como si buscase con desesperación algo de protección, algo de resguardo.


Sentándose al borde de la cama, el azabache se acercó al diminuto cuerpo ubicado bajo los gruesos edredones, mientras escuchaba un silencioso pero constante llanto bajo éstos. Así que aproximando sus manos hacia las telas, las bajo para lograr divisar a la persona que lloraba con tanto esfuerzo.


Al estar en su habitación y por ende en una especie de sueño, el ya adulto Da Rey pensó en toparse con su propia versión de niño, pero, lo que sus ojos vieron fue algo completamente diferente.


Era ella, otra vez; era Erika.


Lloraba desconsoladamente bajo sus sábanas, las cuales se encontraban totalmente sucias de líquidos blanquecinos y asquerosos. Estaba acostada encima de esas telas transgredidas por tantos hombres, como si eso significase algo.


Abriendo los ojos de par en par, notaría a la niña con detenimiento. Su cabeza parecía estar completamente lastimada, de su frente brotaba abundante sangre, manchando sus lacios cabellos con gran desesperación; su pálido rostro estaba herido, tenía varios rasguños y manchas de lodo en él, las mejillas le brillaban debido a las constantes lágrimas que caían desde sus ojos. Sus brazos y cuello parecían tener marcas, como si alguien la hubiese tocado anteriormente, tenía impregnado en su piel diversas rojeces con la forma de unas manos.


 La niña al ver al azabache, no aguantaría llorar más, notando cuán vulnerable se veía ante él, expresando con desespero su situación una vez más.


- ¿E-erika?- Preguntó Da Rey, acercándose con cautela a la niña, para no asustarla.Ella no respondía, solo lloraba.

𝓦𝓮𝓷𝓷𝓮𝓼𝓼𝔂'𝓼 𝓓𝓪𝔂𝓼 |  𝓓𝓾𝔁𝓲𝓷𝓸 (En edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora