1942
Mientras al otro lado del pueblo de Hogsmeade se desarrollaban las clases con toda tranquilidad, a las afueras de la taberna "Cabeza de puerco" se producía una riña que acabó entre estiércol esparcido en la calle y gritos averiando la tranquilidad publica. Abeforth Dumbledore, nuevamente se había sido el protagonista de una pelea en pleno día con la mitad de su clientela allí y otros que solo paseaban.
Relacionar a Albus y Abeforth era totalmente difícil. Sobretodo cuando eran como agua y aceite. Durante mucho tiempo, Abeforth era popular no por algo bueno, sino, por arrojar estiércol de cabra a sus vecinos y por su inclinación a meterse en duelos con aquellos con los que tenía desacuerdos. Y ese día no había sido la excepción.
-Pero que tenemos aquí - saludó con un tono irónico el oficial de orden público -Nuevamente tú-pero Aberforth sólo gruñó entre dientes, dejando caer el excremento de su mano empuñada, -¿No tiene nada que declarar?
Aberforth negó con la cabeza, negándose una vez más a mirar al oficial al cargo. En su opinión, los hechos estaban bastante claros. Aquel brujo inútil que había asistido a su local, le había molestado y él se limitó a darle su merecido. Poco le importaba que el duelo mágico se considerara ilícito o que esos mequetrefes le acusaran de herir a su rival. Él había hecho lo que tenía que hacer. Preservó su honor y, si eso significaba pasar unos meses en Azkaban, bienvenidos fueran.
-Llévenlo a su celda. -Dos aurores se acercaron y lo agarraron por los brazos tirando de él sin más contemplaciones.
Aberforth estaba enfadado. Le habían quitado su varita y tenía que dejar que lo trataran de esa manera. Si tan solo le dieran la oportunidad de defenderse, dejaría bien claro quién era un mago poderoso y quién no.
Una vez llegados a su destino, se recostó en el camastro. Estaba cansado. Desde la pelea no le había dejado descansar y también tenía hambre. Uno de los guardias le había dicho que le llevarían algo para cenar. No sabía quién se encargaba de la comida de los reos, pero estaba claro que no tenía buena mano para ello.
Suspirando, cerró los ojos y respiró hondo varias veces. Necesitaba calmarse un poco. Pronto se dictaría su sentencia y no necesitaba agredir a ningún funcionario. Otra vez.
Aberforth se quedó dormido antes de la cena. Tuvo un bonito sueño en el que recogía manzanas junto a Ariana y se despertó cuando uno de los guardias golpeó la puerta de su celda.
-¡Dumbledore! ¡Tienes visita! -gritó la voz de Igar.
El mago se incorporó, quedando sentado en el catre. No le sorprendió nada ver a Albus estaba allí. Y no le hizo ni pizca de gracia.
-¡Vaya! A quién tenemos aquí. - bufón al verlo, menospreciándolo con la mirada.
-Buenas tardes, Abe.- saludó amablemente. Sin embargo, en su rostro no había una sonrisa genuina, sino una expresión de tristeza pues apenas se habia enterado por el Jefe del cuartel de Azkaban de lo ocurrido, quiso ir visitarlo y evitar que pasara allí más tiempo en aquel lugar.
-Pensé que no se me permitía tener visitas. -dijo de mala gana- ¿Nuevamente utilizando tus influencias, Albus? - agregó alzando la vista y la voz en tono mordaz.
Albus fingió no ser consciente del tono pretendidamente e hiriente de su hermano y rodeó los barrotes con ambas manos, mirándolo fijamente.-¿Cómo estás? -preguntó. Lo conocía perfectamente y sabía bien que tenían una forma muy distinta de enfrentar ciertos problemas y que su incapacidad le podría traer consecuencias a futuro.
Aberforth también se acercó a la puerta, pero no llegó a tocar los barrotes y torció el gesto al hablar:-Mejor que el otro tipo -Sonrió, orgulloso de sus acciones-. ¿Ya te han informado de lo que ocurrió?
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Los Secretos de Dumbledore
Fiction généraleTodos los escritos son de mi propiedad. No copie o se inspire en ellos.