Historias de verano G & A

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Eran aproximadamente las cinco de la madrugada de verano en Londres.

Una ola de calor se colaba entre las sedosas sabanas y hacía rechinar las viejas tablas de la morada de los Dumbledore, obligando al muchacho a apartarlas de su cuerpo con desesperación; entretanto leía afanosamente un libro de Artes Oscuras. No era de extrañarse que en el poco Dumbledore se enfrascara a leer cuanto libro se le pusiera, sobretodo si venía de la recomendación de Gellert, pues bien sabía de su exquisito gusto, como tampoco era de extrañarse que ambos intercambiaran libros y disfrutaran de excitantes conversaciones poco convencionales para dos jóvenes su edad mientras el tiempo les permitía. Ambos se complementaban de una manera tan única que hacía fácil cualquier cosa. Para él no fue impedimento seguir en contacto por las noches a altas horas de la madrugada de ser necesario, mientras todos dormían ya que en el día le era algo difícil reunirse. No obstante, cuando el encuentro ocurría, Albus sentía como su corazón palpitaba de felicidad, y él prodigioso de una gran mente que sabía controlar sus emociones, se dejaba contagiar por ellas, pues ambos creían en “algo” así como también sabía porque en verdad quería creer.

Albus Dumbledore nunca se había enamorado. No le encontraba utilidad. Y siempre había logrado controlar perfectamente bien sus emociones como sus acciones. Pues el amor de pareja para él no era algo importante, si embargo, esta vez Gellert había sido el único en cambiarle de parecer. Había tenido romances, claro estaba; esporádicos al despertar su sexualidad, aunque ninguno le había marcado tanto. Las jóvenes de Hogwarts suspiraban encantadas por él en los pasillos, no únicamente atraídas por su alta estatura y majestuoso porte, o sus amplios y devastadores ojos azules y su melena cobriza, sino también, por una inteligencia y un poder que se había hecho ya famosos, y por los que grandes y experimentados magos del momento suspiraban. Había sentido aprecio por algunas, unas pocas afortunadas con algún don especial, e indiferencia absoluta por la mayoría de ellas.
Pero ahora, sentía preocupación, deseo y afecto por una sola persona, que lo entregaba al infierno con la más sutil de las caricias, y le alzaba al cielo en medio cada vez que una sonrisa le dedicaba, alguna caricia o alguna palabra salía de sus labios.

Albus Dumbledore cuestionaba todo lo hasta entonces había aprendido.
El mundo era su instrumento, y los seres que lo habitaban simples marionetas. Él tenía el poder, y lo sabía, y en lo más profundo de su luminoso corazón, habitaba la oscuridad capaz de sumergir al mundo y a él mismo en las tinieblas. Era un hecho del que siempre había sido consciente, pero al que tampoco había brindado mayor importancia. ¿Qué era lo más importante en la vida? Sino que alcanzar los deseos, y mientras él creía en algo, había algo por qué vivir.

Al finalizar de leer, y tras hacer una pausa recordando la conversación extensa y estimulante de los últimos días donde acordaban irse cuando el mes de Abril llegara. En ese momento Albus se dio cuenta de cuan ansioso estaba por emprender el viaje y llegó inclusive a idealizar momentos juntos. Cayó en cuenta de que estaba enamorado y le aceptó así, sin más. Se había enamorado
sin premeditación, sin control.

No tenia miedo, al contrario, estaba feliz de sentir palpitar su corazón de esa manera y que aquel fuera esa persona, aún cuando su amor no fuera correspondido. Era un amor extasiante, peligroso, adictivo. Gellert despertaba en su interior toda la oscuridad, todo el afán, que siempre sabía que había existido pero que, por miedo a sí mismo, por miedo a su potencial, nunca se había atrevido a desenterrar, aún cuando él lo deseara.

Una vez más dueño del amor y admiración que sentía, Albus le hacía partícipe de su día a día; sus pensamientos, emociones e incluso nuevas ideas, aún cuando a los días siguientes se verían. Tal vez sus palabras por medio de cartas siempre habían sido la vía donde frecuentemente exteriorizaba lo que no se atrevía a decir:

Gellert:

Quiero contarte qué tal como lo dictaminé he terminado el libro que me prestaste, bueno supongo que era algo obvio, la situación en casa continúa difícil y por medio del libro y de ti he hallado una nueva razón para no pensar... por el momento es mejor que Abeforth no te vea, últimamente se ha vuelto un mocoso insoportable, supongo que es parte de enfrentar su edad...

Estoy esperando por nuestro próximo encuentro, estoy ansioso. Es increíble como estando tan cerca no hemos podido coincidir en estos días, pero ya será.
También creo que es importante, antes que nada que te dé a conocer un punto que estás ignorando y debemos considerar. Es importante reconocer por sobretodo que los magos deben ejercer su dominio POR EL PROPIO BIEN DE LOS MUGGLES. Tenemos la ventaja de que como Magos, se nos ha dado poder y, en efecto, semejante PODER nos da derecho a GOBERNAR, pero también nos asigna responsabilidades sobre los gobernados. Debemos subrayar este concepto, porque será la piedra angular sobre la que empezaremos a construir. Cuando encontremos oposición —y sin duda la encontraremos, mi estimado Gellert—, ésa será la base de todos nuestros argumentos. Nosotros asumimos el control POR EL BIEN DE TODOS, lo que implica que cuando hallemos resistencia, debemos emplear sólo la fuerza imprescindible. (¡Ése fue tu error en Durmstrang!, Aunque no me quejo, porque si no te hubieran expulsado no nos habríamos conocido)

⏃lbus

                

Los Secretos de DumbledoreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora