Capitulo 3.8

38 2 0
                                    

Sus manos recorrían el torso desnudo del otro, mientras el contrario acariciaba con sobre las ropas sus fuertes muslos, arañándolos con fuerza.

Una mezcla de placer y agonía a la que Albus, aun si quisiera, no podía resistir, pues se había convertido en su droga.

Albus aproximaba su cabeza y hundía la boca en su cuello, con la puntería certera para encajar en el hueco exacto entre su mandíbula y su clavícula; en esos momentos, ni siquiera la extraordinaria racionalidad de la que con tanta orgullo hacía gala Albus, podía salvarlo.

Sentía en el tacto entre sus ropas como su sexo estaba inflamado. Sus cuerpos sin tanta delicadeza se fusionaban en gemidos de placer, ahogando los jadeos para no alertar a nadie. Sin embargo, la cama se sacudía con fuerza.

Gellert gemía; Albus lo escuchaba y aquel sonido le incitaba aún más placer. La presión era cada vez más fuerte y ambos sabían que no podrían resistir mucho más así vestidos, pero los besos y caricias iban en aumento. Era un verdadero reto de voluntades, tan similar a aquellos de ingenio, y ninguno estaba dispuesto a rendirse

Sus rostros, deformados por el placer, eran un nuevo aliciente para ambos. Volvía a envestir, fuerte, con ansias y energías renovadas y luego intercambiaban como un juego pasional. Sus mentes se nublaban, amando se y sumergiéndose el deseo y el placer.

Después, con letargo, se separaron. El silencio cubría la habitación antes repleta de jadeos y ellos permanecían inmóviles, sin hablar, sin mirarse; con sus cuerpos flácidos y agitados, y sus pieles en roce sobre el colchón.

Los Secretos de DumbledoreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora