Capítulo IV: "Un espacio que llenar"

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        Las jornadas pasaban, y Dakari trataba de acoplarse al ambiente tan extraño que era Dustakhan. Su visión ya se había acostumbrado a los extraños seres de cuatro metros – aunque a veces parecían de más –, pero sus nervios no. Su mera presencia seguía provocándole escalofríos por toda la espalda. Las miradas inexistentes que le dedicaban los Altísimos seguían provocándole llantos silenciosos cuando regresaba a su habitación al terminar sus lecciones.

        La lección de esa jornada la daría una Altísima que nunca había visto. Sar Aika era muy estricta con lo que esperaba de cada uno de los pupilos. Les explicaba las posiciones para que el murua pueda expresarse de la mejor manera. Dakari dio su mejor esfuerzo y puso toda su concentración en una de las posturas que explicó Sar Aika, por ese motivo es que lo tomó por sorpresa cuando ella lo elogió.

        –Muy bien, joven Dakari. ¡Atención, todos! Esta es la manera correcta de hacer esta postura. Observen con atención cómo sus dedos se entrelazan con delicadeza y cómo sus muñecas se mantienen conectadas de manera no forzosa. Es así como deben hacerlo. ¡Sigan practicando...!

        Dakari se sentía realizado con ese comentario. Sintió una luz de esperanza que le decía que las cosas mejorarían un día. ¡No solo los Altísimos empezarían a tratarlo mejor, sino que incluso su imagen con los demás pupilos cambiaría a una mejor! ¡Podría llegar a tener amigos e incluso lograría que Arlet se fijara en él por lo menos un poco!

        Su fantasía se quebró en pedazos, no obstante, cuando durante la siguiente lección el Altísimo Sar Ác observó su murua con desdén y lo humilló frente a todos los demás niños de la sala.

        –¡¿Qué vergüenza de murua me está presentando, joven Dakari?! Es bueno en la postura de sus manos, pero de qué le sirve si su murua es un desperdicio y no puede proyectarlo con un tamaño más grande. ¿Por qué no puede hacerlo como el resto de sus compañeros?– Con eso dejó a un Dakari con todas las ilusiones y el corazón rotos para dirigirse a los demás.– Bueno, no olviden repasar esta técnica de proyección de murua para la siguiente lección. Qué pasen una buena jornada.

        –Sí claro...- Mencionó una voz llena de dolor, ira y tristeza en el fondo de la mente de Dakari. Apenas un pensamiento que murió tan pronto como nació.
Dakari no sabía qué era lo que le dolía más. Ora el hecho de que denigraran su murua, algo que había conseguido con tanto esfuerzo y que consideraba un milagro, ora la naturalidad con la que lo dijo. ¿Cómo era posible imprimir tanta maldad y...odio en tan simples palabras? Y el cambio tan repentino de tema le hacía pensar que él, como sujeto de la oración, no era realmente importante en realidad. A nadie le importaría de verdad si su murua era bueno o malo. Era uno más entre todos los pupilos y, por eso, tenía que ser igual a ellos.

        Quedó cabizbajo por un buen tiempo meditando y reflexionando todo lo que acababa de pasar en a penas unos pocos instantes. Se asustó un poco cuando sintió que alguien le ponía una mano en la espalda a manera de apoyo o para darle ánimos. Cual sería su sorpresa al ver que quien lo estaba animando era la mismísima Arlet con tan solo un roce de su mano. Sin saber cuándo su cuerpo se acercó, se encontró a sí mismo siendo abrazado por ella. Olvidó el motivo por el cual se sentía triste y solo cedió a ese gesto. Le habría gustado devolver el abrazo, pero la tristeza había dejado a su cuerpo sin energías.

        –No te preocupes. Sigue esforzándote y mejorarás.– Fueron las palabras de Arlet antes de soltar a Dakari. No era precisamente lo que le habría gustado escuchar, aunque tampoco sabía qué era lo que quería. Arlet no tenía ninguna forma de saber lo que pasaba por su cabeza pero fue lo suficientemente decente y, sobre todo, empática para ir a asegurarse de que estuviera bien. Definitivamente, había algo distinto en ella, algo que los demás pupilos no tenían...

La Estrella Verde de DustakhanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora