Epílogo

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Pequeños estudiantes se encontraban agrupados en parejas en uno de los pequeños claros que se abrían por los alrededores del Árbol Aktopas. Los miembros de la Congregación se habían visto en la necesidad de nombrarlo para poder extender su territorio y evitar que los estudiantes se perdieran. Los pequeños eran guiados en sus movimientos por una mujer de interesante cabello rojizo. Era verdad que ahora la Congregación no tenía más ataques de pattedaris, pero no se podía negar que los estudiantes adoraban esas lecciones. Los hacía sentirse más seguros de sí mismos, comprendían que era solo una lección y no debería existir necesidad de utilizar ese conocimiento en su vida diaria si todos compartían juntos en paz.

–Magu, no te pongas tan tieso. Suelta tu cuerpo y así tus movimientos serán más naturales.– Le dijo la instructora mientras le daba unos suaves topes en sus brazos, ajena por completo a un par de ojos observándola.

–¡Gracias, Sonna! – Dijo el niño al que había ayudado y volvió a su entrenamiento con su pareja.

–Veo que te has acoplado muy bien a tu trabajo, ¿no? – Le preguntó una voz detrás de ella.

–Sí. Realmente me encanta enseñar a los estudiantes pequeños. Sé que no llegaré a ser tan buena como tú, pero al menos domino lo básico y logro enseñarles eso.– Contestó Sonna volteándose, haciendo ondear su cabello tiziano que estaba sujeto en una coleta. Encontró a Madi arrimada a uno de los árboles con los brazos cruzados, sonriendo mientras la observaba dar su lección.

–Así veo. Pero no eres la única que encontró algo que le gusta aquí. Escuché que Kilian está fascinado con lo rápido que aprende Yannik su trabajo. Tal vez lo tendremos de líder cuando Kilian quiera retirarse.– Le comentó Madi mientras se acercaba a ella.

–Y Lander también está muy contento con Kaled en el forjamiento.– Entonces fue interrumpida por sus estudiantes que se despedían de ella, ya que la lección había terminado. Ella se despidió de igual manera, con una gran sonrisa en el rostro y después continuó su plática con Madi mientras paseaban por los ahora amplios terrenos de la Congregación.

–Del único del que aún no sé mucho es de Dakari. No creo que se haya dedicado a enseñar como tú, ¿o sí? – Madi rio ante el comentario.

–No creo que él de lecciones en un tiempo. Tiene la capacidad, sí, pero por ahora está interesado en algo más.

–¿Aparte de en ti? ¿Es eso posible? – Se burló Sonna y aún más al ver cómo Madi trataba de ocultar su rubor con los largos y rubios cabellos que caían libres por sus hombros. Aún así, ambas se rieron de buena gana.

–La verdad ha estado investigando mucho sobre las enfermedades como el sitabhaya. Quiere hallar una manera de hacer que las personas mejoren, así como lo hizo él.– Le explicó, con mucho orgullo en su voz al hablar del gran hombre que se había vuelto Dakari, y también orgullosa de poder estar a su lado en ese viaje.

–Vaya... Ni siquiera recordaba la enfermedad de Dakari. Ha pasado tanto tiempo...Pero supongo que no desaparece, sino que es algo con lo que se aprende a vivir, ¿no? – Madi asintió ante eso. – Aún así, me parece una hermosa labor de su parte.– Dijo Sonna, sorprendida. En ese momento llegaron a un conjunto de balaustradas que guiaban a un árbol con una entrada en su tronco.– Bueno aquí me quedo, amiga.

–¿Te acomodaste tan pronto?

–Sí. Lander y Yannik se ofrecieron a ayudarme a colocar todo y ahora ya tengo mi propia casa.

–Me alegro mucho por ti.– Dijo Madi mientras la abrazaba.– Espero que la disfrutes.

–La disfrutaré a mi manera. No como ustedes dos, que desde que la obtuvieron no se dejaron ver en algunas jornadas...– Volvió a molestarla y ambas rieron. Madi le dio un ligero golpe en el hombro antes de volverse a despedir.

La Estrella Verde de DustakhanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora