Capítulo II: "Habla Bajo"

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En una de las dichosas torres que había mencionado Yannik es donde se habían reunido muchos niños, entre ellos Dakari y Yannik, para lo que sería el desayuno. Ahora, el cielo era adornado por un gran aro que, a pesar de su pequeño grosor, despedía brillo suficiente para que todos pudieran guiarse en su jornada. En ese gran salón, habían varias mesas largas a los lados, en donde se servían grandes bandejas humeantes llenas de comida. Solo con aquella vista, Dakari no pudo evitar salivar. No había probado bocado en mucho tiempo y sentía que podría devorar a un Altísimo entero del hambre que sentía. Así, tratando de no mostrarse tan impaciente como parecía, siguió a Yannik hacia una de las mesas y tomó uno de los cuencos que se ofrecían junto con una cuchara de madera.

No había mucho de donde elegir, por lo que tomó varios trozos de pan y untó en su cuenco una extraña pasta pegajosa de color púrpura. Se resolvió por regresar por su vaso de vino después, por ahora solo quería morder aquel pedazo de pan que tanto le tentaba. Por estar tan ocupado lanzando miradas coquetas a su pan, no se fijó en cómo llegaron a una mesa en la que ya se encontraba otra persona.

–Tranquilo, tigre, tu pan no va a saltar de tu plato si le quitas la vista de encima.- Bromeó Lander, con sus ojos negros brillándole con malicia. Dakari, por su lado, se ruborizó por la vergüenza y trató de tragar sus ganas de responderle. Pensó que no le había dado una buena primera impresión, así que prefirió no empeorarla.

–Buena jornada, Lander. ¿Listo para la lección de hoy?– Preguntó Yannik, tan neutral y cortés como siempre. Aunque eso pareció disipar, aunque sea un poco, la malicia de Lander...

–Tu sabes que siempre estoy listo.– Respondió luciéndose.– Pero no sé si pueda decir lo mismo de tu nuevo compañero.– Mencionó volteándose hacia Dakari, quien examinaba la pasta púrpura de su cuenco con mucha curiosidad, dándole pequeños toques con la cuchara.

–¿Qué?– Preguntó al darse cuenta de que dos pares de ojos lo estaban apuntando. Yannik rio levemente – algo que recibió una mirada de sorpresa de Lander – para después añadir.

–Obviamente le va a costar un poco al principio, pero creo que va a lograr ponerse al corriente. Tampoco hay que presionarlo tanto, Lander, apenas llegó.

–Como digas.– Dijo Lander torciendo sus ojos y los tres continuaron desayunando en completo silencio.

Después de arrasar con todos los panes que había llevado, al igual que con la extraña pasta púrpura que sabía a harina – que, después aprendió, se llamaba Neraie –, Dakari se levantó para buscar un vaso con vino, sentía que los ojos se le iban a salir por la falta de líquido. Al llegar a la mesa donde se encontraba la jarra, se sirvió en su vaso y tragó un gran sorbo al instante. Mientras volteaba para regresar a su mesa, se dio cuenta de que todas las personas empezaban a amontonarse en una de las puertas del salón y trataban de abrirse paso.

Tomó como pudo lo que sobraba del vino y empezó a correr. Trataba de buscar el cabello ondulado de Yannik y el rubio oscuro de Lander en la multitud. Se abría paso entre la gente sin olvidar las rutas que tomaban los dos chicos para no perderse. Lo único que le faltaba era encontrarse con un Altísimo tan temprano... Siguió la horda de niños hacia una alta puerta que daba a un largo puente que, al parecer, conectaba aquella Torre Viraba con la que parecía ser una Torre Adhyana, a juzgar por su figura. Se sorprendió cómo todos se guiaban perfectamente sin preocuparse por lo alto que se encontraban del suelo. La vista que tenía desde allí era asombrosa siempre y cuando no mirara hacia abajo. Decidió seguir el camino de los demás para no espantarse aún más por ese hecho. Una vez entró en la torre, la gente se dispersaba en distintas direcciones. Esto facilitó que localizase a Yannik y a Lander, pero aún se encontraban muy lejos.

La Estrella Verde de DustakhanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora