Capítulo XIX: "Una nueva actitud"

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        Arlet ascendía por la escalinata de la Torre Heccu de la Cuarta Estrella sin sospechar y sin interés de saber qué secretos escondían los Altísimos en sus torres prohibidas. Ella solo se limitaba a cumplir con su trabajo y se dirigió hacia una de las habitaciones. Los Altísimos la habían instruido específicamente para que no se inmiscuyera en ninguna otra habitación. Golpeó y después de unos instantes esta se abrió. La habitación se encontraba en tinieblas y lo único que permitía la visibilidad eran los leves rayos de luz anaranjada que se asomaban por los barrotes que hacían las veces de ventana.

        –Sar Aika, Sar Isbelia, vine a informarles sobre lo que me pidieron.

        –Entra, querida Arlet. Por favor, no te quedes en la puerta.– Arlet hizo lo que le dijeron y cerró la puerta tras de sí.

        –No tomará mucho tiempo. La verdad es que de lo que pude averiguar, ningún pupilo sabe nada sobre Dakari. Ni siquiera su propio compañero de habitación. Dado que no comparte con nadie más excepto él, dudo que alguien más sepa dónde está.

        –¡Es una pena que ya no lo tengas aún comiendo de tu mano, querida, todo sería más fáci! – Se burló Aika con su risa aguda. Arlet sintió un dejo de incomodidad, pero no lo tomó en serio.

        –De acuerdo, Arlet. Puedes retirarte.– Una vez que ella se retiró por donde había llegado, Aika se dirigió a Isbelia.

        –¿Crees que...?

        –Es una gran posibilidad, Aika. Debemos reunirnos todos ahora mismo.

                                                *

        –¿Cómo te sientes, Dakari? ¿Mucho mejor ahora? – Le preguntó Kilian mientras le ofrecía un vaso con vino que Dakari recibió con mucho gusto y no dudó en beber el contenido con urgencia.

        –¡Claro que sí, míralo! Y aún más con la hermosa compañía que tuvo... – Dijo Kaled, dándole un suave codazo a Madi.

        –Ja, ja, muy gracioso.– Le contestó Madi quien estaba con los brazos cruzados denotando seriedad, pero sus mejillas y las de Dakari los delataban con un suave tinte rosa.

        –Bueno...Dakari, hemos discutido con Kaled tu situación y se nos ocurrió un plan pero vamos a necesitar tu ayuda.– Empezó mientras se sentaba en el borde de la cama.– Creemos que el lugar de donde vienes no es nada más que una grandísima trampa para capturar humanos y robarles sus estrellas, o muruas como ellos las llaman.

–Y esos Altísimos no son nada más que ambiciosos estafadores.– Continuó Kaled
acercándose más a su hermano.

–Suena creíble...Pero ¿qué pasa entonces con los astros? Si el poder de los muruas no es lo que consigue despegarlos, entonces ¿por qué están unidos en un primer lugar?

–Eso es algo que nadie ha sabido hasta ahora, Dakari. Todos aquí hemos sabido desde que nacimos que esa es la realidad de los astros, y no queda nadie que recuerde haberlos visto separados por última vez. Claro, eso si alguna vez estuvieron separados. No queda más que aceptar que ese solo haya sido otro vil engaño de los Altísimos para poder captar a los humanos.– Comentó Kilian. Dakari se sentía como un completo tonto: la única cosa que lo había motivado a esforzarse no había sido más que una mentira. La maldad de esos seres no tenía límites. Todos se mantuvieron en silencio hasta que Madi decidió hablar.

–De acuerdo, ¿qué era eso que se les había ocurrido?

–Creemos que la única solución que existe es derribar esa fortaleza de seres ambiciosos y hacerlos desaparecer de una vez por todas.– Sentenció Kaled, con una mirada apasionada y justiciera. Dakari los veía sorprendido. La idea le parecía loca. En sus más iracundas fantasías había pensado en hacer desaparecer a los Altísimos, pero siempre le había parecido solo eso: un sueño.

–Sí, y sería bueno que lo hagamos ahora antes de que se atrevan a hacer lo mismo que hicieron contigo con alguien más.– Apoyó Kilian.

–¿Y para qué necesitan mi ayuda? – Preguntó Dakari resuelto. Esta sí era una buena razón, una buena motivación, para actuar.

–Vamos a necesitar que regreses a Dustakhan.– Pidió Kilian con una voz suave, paternal incluso, que le brindaba de manera anticipada la calma que necesitaría para opacar todas las emociones negativas que de seguro surgirían con esa propuesta. Si bien impidió que reaccionara de manera desbordada, no impidió que su mano empezara a temblar, haciendo que la vasija de vino vacía hiciera lo mismo, pero rápidamente la enredó con una de las sábanas para que no vieran su temor.

–Sabemos que no quieres volver, pero si de verdad esos seres son tan locos como dices, necesitaremos toda la ayuda posible. Por eso creemos que si consigues convencer a más personas de que vengan podríamos superarlos en número.– Dakari no pudo evitar soltar una leve risa amarga ante esa solicitud.

–¿Acaso ya lo olvidaron? – Entonces levantó su mano y su murua apareció levitando sobre la palma.– Esto me volvía un defectuoso y por ese motivo no es como que haya logrado tener amigos de verdad en ese lugar que creyeran en mi palabra. Mucho menos influencia para convencerlos de hacer algo...– Dijo con una profunda tristeza y bajó su mano, haciendo que su murua desapareciera. Después de unos breves instantes de meditación, suspiró y continuó.– Sin embargo, podría hacer el intento, aunque no prometo nada.

–Yo podría acompañarte.– Dijo Madi.– Si voy contigo entonces podrían creer lo que les dices.

–Sería muy excelente que vinieran todos los pupilos, pero si no los logran convencer, unos pocos podrían servir. Lo importante es poder derribarlos desde dentro ya que ellos conocen más el castillo y a los Altísimos que nosotros.– Explicó Kaled.

–Sí. Su conocimiento es valioso para esta misión.– Comentó Kilian, con esperanza.

–De acuerdo. Cuenten conmigo, entonces.– Dijo Dakari mientras Kaled estiraba su brazo hacia él. Este hizo lo mismo y cerraron ese acuerdo, esa alianza, sujetando sus brazos por encima de las muñecas.

–¡Esa es la actitud!– Le dijo.– Ahora, recojan lo necesario y salgan cuanto antes.

–Nosotros nos encargaremos de informar a todos los estudiantes. Confiamos en ellos y sabemos que estarán más que dispuestos a ayudarnos en esta misión.– Continuó Kilian.

Los cuatro se miraron entre sí con miradas decididas y Dakari sentía algo diferente en él. Antes, cuando pensaba que por fin había encontrado un lugar al que perteneciera sentía paz, pero nunca tan completa como lo hacía con ellos en este momento. Inconscientemente, sonrió. Los Altísimos no sabían lo que les esperaba. ¡Juraba que iba a hacer todo lo que pudiera para que desaparecieran y pudiera ponerle fin a su largo legado de maldad!

La Estrella Verde de DustakhanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora