Capítulo X: "Amor bajo el kotig"

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        Se mantuvieron en silencio un momento, ambos aún sentados en el suelo contra el kotig. Dakari tenía la mirada perdida, a pesar de los nervios que sí sentía muy dentro de él al tener a Arlet tan cerca y aún más después de haber sido abrazado por ella. Arlet también estaba inusualmente nerviosa. Jugaba con el césped del suelo y miraba hacia las copas de los maras como si fuesen lo más interesante de su vida. Aún así, se negaba a irse.

        –¿Me...estabas buscando acaso? – Preguntando Dakari. Se escuchó serio a pesar de sus nervios y eso sacó a Arlet de sus pensamientos sobre los maras.

        –La verdad sí, quería hablar contigo...– Le confesó Arlet manteniendo la calma.

        –¿Por qué? ¿Tienes curiosidad de saber cómo ataqué a Novu? Porque si es por eso, desde ya te digo que no lo hice a propósito y fue un accidente.

        –No, no, no. No es nada de eso.– Dakari la miró por un momento con una ceja arqueada hasta que admitió.– Bueno un poco sí, pero no es lo que piensas.– Se quedaron en silencio de nuevo hasta que Arlet prosiguió después de tragar saliva: de verdad que Dakari había cambiado en pocos días y su seriedad la ponía nerviosa.– La verdad es que lo que sucedió con Novu me hizo caer en cuenta de que nunca me fijé en lo mucho que sufrías por cómo todos te trataban. Por eso te buscaba para decirte que si alguna vez quieres hablar con alguien, yo estaré para ti.

        Dakari no podía creer lo que escuchaba, ni mucho menos lo que veía. Arlet, la chica que tanto lo había cautivado desde el primer momento en que la vio, estaba frente a él brindándole apoyo. Pero lo más importante era que eso también le daba otra confirmación. ¡En verdad, no estaba loco! El maltrato de todos hacia él era notorio y Arlet, su querida Arlet, era quien le ofrecía ayuda.

        –Muchas gracias, Arlet. Significa mucho para mí.– Le contestó con su nueva voz grave, a la cual aún le costaba acostumbrarse. Arlet le sonrió.

        –Está oscureciendo.– Dijo Arlet observando al astro ya rojo en su totalidad y tratando de no sonar nerviosa.– Deberíamos irnos ya.– Le ofreció su mano para levantarse.– ¿Nos vemos la siguiente jornada? – Dakari asintió y, después de despedirse, ambos deslizaron sus manos como si no quisieran alejarse, de manera que sus dedos índices fueron los últimos en decirse adiós.

        Dakari llegó a su habitación con una sonrisa en su boca y con el corazón latiéndole con fuerza. Por fin, un momento alegre después de tanto sufrimiento. Ojalá, pensó, este sí dure para siempre.

*

        Al despertarse la jornada siguiente, no podía ocultar su alegría y eso no pasó desapercibido para Yannik, ya que ahora fue él quien lo despertó y no viceversa. Observó que Dakari pasaba sus manos excesivamente por su camisa de lino para quitar las arrugas. Normalmente, los pupilos utilizan la camisa gris, por lo que le pareció extraño que Dakari usara la negra que se reserva para ocasiones importantes por su cuello plegado hacia afuera. No le dio mas vueltas y cuando estuvieron listos, salieron en pos del comedor.

        Mientras tomaban su comida en los cuencos, notó que Dakari tenía la mirada en otro lado, buscando a alguien. ¿Quizá a Novu? Tuvo miedo de preguntar, pero no tuvo que esperar mucho para que se le diera una respuesta. Mientras buscaban una mesa para comer, vio que Arlet caminaba hacia ellos. Lo que no se esperaba era lo que sucedió después.

        –Buena jornada, Dakari.– Le dijo con una sonrisa hacia su compañero de habitación.– Para ti también Yannik. ¿Les parece si se sientan con nosotras?

        –Claro.– Dijeron ambos y se sentaron con Arlet y sus amigas, aunque Yannik aún no terminaba de procesar qué acababa de pasar.

        Poco tiempo después llegaron Sonna y Lander. Dakari estaba preparando cualquier tipo de respuesta en caso de que Lander pretendiera meterse con él tan temprano: no podía tomarlo desprevenido, ¿verdad? Pero no sucedió nada. Entonces, con la guardia baja y las defensas descansando, decidió dirigir toda su atención a Arlet.

        Su sociabilidad.

        Su sonrisa amigable.

        Su cabello de color único.

        Sus ojos castaños.

        Toda ella lo tenía cautivado. Y pensar que ahora tenía más oportunidad que antes de formar una amistad con ella. ¿Qué más podía pedir? Ya era hora de que la vida le sonriera a pesar de estar dentro de un volcán con un grupo de mastodontes lunáticos.

*

        La influencia de Arlet era simplemente impresionante.

        Casi no lo creía al darse cuenta de que, después de llevar la cuenta toda la jornada, ningún Altísimo lo criticó. Es más, incluso se dirigían a él de la misma manera que a los demás. Hipócrita, pero al menos no maliciosamente, al menos sin discriminarlo. Empezó a llevarse mucho mejor incluso con otros chicos con los que antes ni siquiera habría cruzado palabra. En cierto punto se cansaba y no entendía cómo Arlet podía hablar con tantas personas, ser tan natural con todas y que todas la quisieran todo el tiempo. Tenía algo diferente...

        Las jornadas pasaban y esa dinámica también. No le parecía ningún sacrificio mortal tolerar a esas personas si después de las lecciones podía pasar tiempo a solas con Arlet. El silencio solía gobernar de vez en cuando o la mayoría de las veces, pero, aún así, cuando estaban juntos no notaban el cambio de los astros. Arlet incluso se ofreció a enseñarle algunas de sus técnicas predilectas. Eso puso nervioso a Dakari, ya que no quería que se repitiera lo mismo que con Novu. Pero sabía de sobra que Arlet no era ningún pellejo de humano con un Altísimo dentro. Confiaba en ella.

        –No, Dakari. Inténtalo mejor así.– Decía Arlet mientras pasaba las manos por detrás de Dakari para llegar a las suyas y corregir su postura, en una suerte de abrazo. Ambos se sonrojaron un poco, pero fingían que nada pasaba.

        Cada jornada se quedaban hasta más tarde en el patio central, al lado del kotig donde habían hablado por primera vez los dos solos. En un momento, la vergüenza ya había desaparecido y Arlet acomodaba su cabeza en el hombro de Dakari mientras abrazaba su brazo, tentada de pasar con cuidado sus dedos sobre sus heridas, pero sin hacerlo realmente. Dakari, por su parte, disfrutaba del calor que le proporcionaba Arlet, lo bien que se sentía tener a alguien en quien confiar, con quien compartir las cosas de la jornada y sus pensamientos. Aún no se arriesgaba a contarle nada de su experiencia con Sleg y su disfraz, ni sobre que los Altísimos se habían aliado en su contra. No obstante, confiaba que, al llegar el momento, ella lo creería.

        Era evidente que el acercamiento de Arlet y Dakari no pasaría desapercibido para sus amigas, quienes no desaprovecharían la oportunidad para molestarlos.

En una de sus varias reuniones llenas de sentimentalismo bajo el kotig, dos de las muchas amigas de Arlet, Sundara y Priti, se ocultaron detrás de los arisis que rodeaban al kotig donde se encontraban. Mientras Dakari y Arlet conversaban, Priti movió el arisi – con mucho cuidado de no pincharse, claramente – cerca de Arlet para asustarla y que se acercara más a Dakari. Lo mismo hizo Sundara del lado de Dakari, para que él, instintivamente, abrazara más fuerte a Arlet. Cuando los sustos se detuvieron, ambos fueron conscientes de lo cerca que estaban sus rostros.

        Las miradas de incertidumbre de ambos solo denotaban más su propia inocencia. El espacio cada vez se reducía más entre ellos.

        Y Arlet fue quien lo redujo totalmente.

        Dakari se sorprendió por lo que estaba sucediendo. Siempre había imaginado cómo sería su primer beso. Tenía vagos recuerdos de sus padres – quienes se volvían sombras cada vez más borrosas en el fondo de su mente – dándose pequeños besos, pero su hermano y él siempre hacían como que no los veían por su propia vergüenza. Pero ahora, ahí estaba él sin saber claramente qué hacer. Decidió seguir su instinto al final.

        Cerró sus ojos y se dejó llevar por la maravillosa sensación.

La Estrella Verde de DustakhanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora