Capítulo I: "Bienvenido a Dustakhan"

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        Seguir las indicaciones de la Altísima no fue complicado gracias a su bajo nivel de dificultad. Había dicho: derecho por el corredor, toma las escaleras y hacia la tercera puerta a la derecha. Sin embargo, lo complicado de la situación era tratar de no perderse en aquel gigantesco castillo cuyos pasillos eran exactamente iguales unos a otros, y no existía manera de iluminar el camino. No tener ni una vela o antorcha en tu mano al estar en un lugar así solo sirve para ponerte nervioso y esperar que cualquier criatura terrorífica salga de las tinieblas y te ataque por la espalda.

        La piel de aquel pequeño niño se había puesto pálida y se heló con ese último pensamiento mientras subía las escaleras, motivo por el cual entrecerró los ojos para poder ver mejor en la oscuridad. No podía negar que aquel ser que lo recibió hace unos instantes inspiraba un terror inigualable. Comenzando por el hecho de que los Altísimos no tenían ojos a los cuales mirar cuando te dirigías a ellos, pero podías sentir su pesada mirada encima de ti cuando ellos te hablaban desde tan arriba, haciéndote sentir inevitablemente inferior. Además, esa cabeza en punta que tenían hacía que se los percibiera aún más altos de lo que ya eran. Y no ayudaban en nada a sus nervios aquellos dientes afilados que amenazaban con devorarte de un solo...

        Su tren del pensamiento, o mejor dicho del terror, se detuvo al ver que había una luz en el lugar que la Altísima le había asignado a ir y por fin pudo respirar tranquilo. Mientras más se acercaba a la puerta, un nuevo miedo lo invadió al escuchar voces allí. Solo esperó que no fueran más Altísimos. Al llegar abrió la puerta inmediatamente como resultado de su nerviosismo y del miedo que él mismo se había impuesto en su corto trayecto. Cuando entró, observó que la habitación, al igual que el pasillo, no tenía más iluminación que no fuera la del reflejo del poderoso abrazo de los astros que entraba por una pequeña ventana. Las voces que antes hablaban tan animadamente callaron. Para su alivio, estas pertenecían a niños comunes como él. No obstante, las miradas que le dirigían hicieron que otra vez sintiese miedo.

        –Disculpen...–Empezó el niño. – Me dijeron que viniera a este lugar y...- Sus esfuerzos parecían en vano porque los otros niños no decían nada y las palabras se morían en su boca. Pasó un instante que pareció una eternidad hasta que uno de los niños habló.

        –Debes ser nuevo, ¿no?. – Añadió una vez se acercó a él y le daba su mano para que la estrechara. Tenía el cabello negro ligeramente ondulado y era poco más pequeño que él. El niño se acomodó la alforja y estiró la mano igualmente. –Yo soy Yannik. ¿Y tu eres...?

        –Dakari.– Respondió con los ojos verdes brillándole de emoción por la extraña bienvenida, pero bienvenida al fin. El otro niño también se levantó para saludarlo.

        –Yo me llamo Lander, un gusto. – Saludó el otro chico, moreno, con voz grave y ligeramente musculoso para su corta edad. Ambos estrecharon la mano y el silencio volvió a gobernar.

        –Será mejor que me vaya. La siguiente jornada tenemos lección y tú debes ponerlo al tanto de todo, Yannik. – Dijo Lander colocando una mano sobre el hombro de Yannik para después dirigirse a la puerta.

        –Esta bien. No hay problema. Descansa, Lander.– Dijo Yannik moviendo su mano, despidiéndose.

        –Adiós.– Se despidió Dakari. Una vez Lander se fue, Yannik empezó a hablar, entusiasmado.

        –Bien. Esta de aquí será tu cama. Espero que no te moleste tenerme de compañero de cuarto. Debido a esto ambos tenemos las mismas lecciones, por lo que te recomiendo que te instales rápidamente y duermas de inmediato ya que la siguiente jornada empezamos muy temprano. Iremos al comedor para poder desayunar y luego al salón. Nuestras clases son en las Torres Adhyana de cualquier estrella, por lo que debemos desplazarnos. Pero por lo general tenemos la mayoría en la misma aula así que...

        –Espera, ¿podrías ir un poco más lento, por favor? – Rogó Dakari cuyo rostro delataba que estaba más perdido que nunca en la vida. – ¿Qué es eso de torres y estrellas? No entiendo nada, acabo de llegar hace muy poco.

        –Oh, lo siento. ¿No te fijaste en el cielo cuando llegaste?– Preguntó Yannik.

        –Lo he visto, pero ¿qué tiene que ver con las torres...?

        –Bueno te lo explicaré rápido. Ven aquí.– Dijo y arrastró a Dakari de la ropa hacia la pequeña ventana de la habitación, apenas un orificio entre la gran mampostería cubierto de rejas que daban la impresión de estar encerrado en una mazmorra. Allí, empezó a explicarle todo mientras que con su dedo apuntaba al cielo.

        –Como posiblemente sepas, por algún motivo, en el cielo se han quedado pegados los astros. Se sabe que las jornadas inician cuando hay un delgado aro de color rojo en el cielo, y terminan cuando aparece esa esfera roja con blanco.

        –Sí, lo sé.

        –Alrededor de los astros ¿has visto que existen cinco estrellas?– Dijo señalándolas desde la ventana. – Según la estrella que se encuentra encima sabemos a qué grupo de torres se refiere. Es una manera en la que podemos ubicarnos aquí.– Se alejó de la ventana y Dakari lo siguió. Se sentaron en los bordes de sus camas y Yannik siguió.

        –Existen distintos tipos de torres: las de estudio que se llaman Torres Adhyana; las de descanso como en la que estamos ahora, Torres Viraba; las que sirven para reuniones importantes, Torres Sabhia; y a las que no tendrás que ir si te portas bien, Torres Siksa. También las puedes diferenciar ya que cada torre tiene una estructura diferente. Por ejemplo, una Torre Viraba es pequeña pero ancha, mientras que una Torre Adhyana es angosta y muy alta. Como te decía, existe un tipo de torre por cada estrella; es decir, hay cinco torres por estrella. Serían unas...veinticinco torres en todo el castillo, solo por mencionar las importantes ya que siempre hay más torres que no nos incumben. No sé si lograste entenderme.- Añadió al ver que Dakari parecía aún más confundido.

        –Solo un poco.- Admitió, pero meditaba en que Yannik había omitido un quinto tipo de torre. Le pareció inoportuno y descortés seguir interrogándolo así, por lo que no dijo nada más.

        –Bueno, con el tiempo irás aprendiendo. Tú solo sigue adelante.– Lo consoló Yannik parándose y dándole unas palmaditas en la espalda mientras sonreía.– Bueno, supongo que eso debe ser lo más importante que debes saber por ahora. Vamos a dormir ya que hay que despertar temprano.

        Ambos se encontraban en sus camas, con el reflejo anaranjado iluminando la habitación, cuando Yannik se levantó de pronto.

        –¡Qué torpe soy!

        –No creo que insultándote logres dormirte.– Dijo Dakari.

        –¡No es eso! ¡Olvidé preguntarte por tu murua!

        –¿Mi qué?– Preguntó Dakari por milésima vez esa noche, ya sin importarle parecer corto de entendimiento.

        –La razón por la que estás aquí.– Dijo Yannik como si fuera la cosa más obvia.

        –¡Es verdad! – Exclamó al recordar aquel pequeño truco que había logrado hace unos días y lo que había llevado a sus padres a subirlo a la carreta y llevarlo hasta aquel castillo tan espeluznante y lleno de torres.

        Con eso ambos se incorporaron y se sentaron en el borde de sus camas, quedando frente a frente en el centro de la habitación. Dakari cerró los ojos, se irguió y entrelazó sus dedos con las palmas hacia arriba. Yannik lo miraba con interés. Después de unos segundos, una pequeñísima esfera luminosa de color verde empezó a levitar sobre las manos de Dakari. Yannik frunció el ceño suavemente al verlo, algo no estaba bien... Casi tan pronto como apareció se fue, parecía que Dakari no podía mantener aquella esfera por tanto tiempo. Cuando ya no había ni rastro del resplandor, Yannik habló.

        –Bienvenido a Dustakhan, Dakari.

La Estrella Verde de DustakhanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora