Capítulo XIII: "Buena jornada al problema"

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El amplio cuerpo del hombre se acomodó en su lecho. Su mente lo traicionaba y le hacía imaginarse a sí mismo en los brazos de alguien a quien amara de verdad, pero la realidad no le permitía soñar. Al abrir los ojos cayó en cuenta en un par de pechos desnudos bien pegados a su cuerpo. Cabellos de un color castaño rojizo se esparcían por la almohada. La pierna de su acompañante se enredaba en la suya propia y podía sentir su tibio aliento contra su hombro. Al incorporarse mejor pudo ver que Balav no estaba en la habitación. Posiblemente estaría en una situación similar a la suya en la habitación de Priti, y lo agradeció porque no le apetecía que alguien más lo encontrara así.

–Lander...–Empezó a decir Sonna, aún adormecida.– Ya despertaste...

–Lo siento. ¿Te desperté?

–No te preocupes. De todas formas ya deberíamos prepararnos para las lecciones de hoy.– dijo ella levantándose de la cama para ir a vestirse mientras las sábanas cubrían su cuerpo, pero no sin antes darle un largo beso a su novio. Él le correspondió a medias, aún no sabía como sentirse con respecto a lo que había pasado la jornada anterior.

Creía que había logrado dominar sus intrusos pensamientos y que podría seguir con su vida, pero despertó pensando que alguien más estaba a su lado. En todos esos años se había vuelto muy cercano a Sonna. Había aprendido a quererla como a una muy buena amiga, a tratarla con todo el respeto del mundo y ambos se llevaban muy bien. Pero no llegaba a amarla como sí amaba a ese otro alguien. Se sentía culpable por engañarla así, pero sabía que sus deseos no podrían ser. Prefirió dejar de lamentarse por la mala jugada de su mente e imitar a su novia para poder iniciar la jornada.

*

Podía sentir un leve movimiento en la habitación y ya sabía qué significaba. Yannik había despertado y se preparaba muy animado, como siempre, desde hace siete años. A veces se preguntaba si era humano del todo, pero sabía que jamás entendería de dónde sacaba motivación y entusiasmo ese chico. Con esfuerzo, como si tuviera un gran peso encima, se volteó sobre sí mismo y se levantó. Retiró algunos de sus ahora largos cabellos que cubrían sus ojos y se sentó en la cama para tratar de despertarse de una buena vez.

–Buena jornada, Dakari.– Le saludó Yannik con una sonrisa.– ¿Cómo dormiste?

–Igual que siempre: como si ni siquiera hubiera dormido. Me siento igual que la jornada anterior y que la anterior....– Contestó Dakari de mala gana, con su voz ahora mucho más gruesa y además ronca por el sueño.

–Eso debe ser porque ni siquiera comes, Dakari.– Lo retó Yannik. Si bien tenía ese instinto de preocuparse siempre por los demás, claro que siempre iba a respetar las reglas y nunca se atrevería a pensar en contra de la autoridad, o en este caso, de los Altísimos.

–Como digas...Me arreglaré.– Al levantarse de su cama sintió el dolor de su espalda, como cada inicio de jornada. Los Altísimos y su tan hermoso trato habían dejado el cuerpo de Dakari lleno de heridas. Su espalda, particularmente, tenía varias dolorosas líneas como si lo hubiesen latigueado por años. Pero no. Eran los insultos los que le provocaban esas heridas. Las palabras en verdad pueden hacer cosas inimaginables.

Salió de su habitación y se dirigió a la letrina de la torre. Llenó un cuenco con agua para lavarse el rostro, y cuando el agua logró cubrir el cuenco, pudo ver su reflejo.
Se sentía dividido, con sentimientos encontrados, al ver su propio reflejo. Su rostro había cambiado mucho, y no lo decía solo por los vellos que empezaban a cubrir levemente su quijada y mejillas. Sus ojos verdes tenían una mirada excesivamente seria y denotaban mucho cansancio. ¿Cómo era posible que siguiera así? No entendía por qué aún lo retenían allí. Si era tan inservible como todos pensaban, ¿por qué no lo habían arrojado ya al volcán? Nunca sabría la respuesta. Al parecer, el sufrimiento era el motivo de su existencia. Sentía tanto amor como odio por su propio reflejo. Sabía que sus expresiones y sus actitudes eran coherentes con sus pensamientos y sus sentimientos actuales, además le agradaba poder hacerse valer por sí mismo y el fuerte carácter que había desarrollado con el tiempo. Pero sentía odio al mismo tiempo ya que eran el resultado de tantos años atrapado en un lugar extraño y desconocido, y por eso nunca podría saber qué hubiera sido de él si nunca hubiera invocado su murua por primera vez, si nunca hubiera llegado a Dustakhan...

Al regresar a su habitación, se vistió con la camisa de lino gris oscuro que ahora ajustaba su torso más grueso y amplio. Al menos el crecimiento de todo su cuerpo – sus brazos, piernas, espalda e incluso su sexo – le hacía darse cuenta del paso del tiempo. Sí. Tanto tiempo había transcurrido y aún no habían sido capaces de "arreglarlo". Sin embargo, allí lo tenían: padeciendo sin razón.

Cuando ambos estuvieron listos, se dirigieron al comedor.

*

–¿Hemos recibido algo nuevo de nuestros mensajeros? – Preguntó Ác con una mezcla de fastidio y cansancio, dando inicio a la reunión de los Altísimos. Ya había pasado mucho tiempo y la desesperación empezaba a fastidiar a los Altísimos, además de su abstinencia. Sabían que los pocos pupilos que tenían en ese momento serían los últimos si no encontraban de dónde más obtener muruas. Todos los Altísimos se reunían más seguido para evaluar el avance de los mensajeros pattedaris.

–Sí, Ác. El pattedari llegó temprano esta jornada. Finalmente consiguió marcar el lugar donde captamos la concentración.– Informó Ligesi.

–El mapa se encuentra en la Torre Heccu de la Primera Estrella.– Añadió Gaiztaker.

–¡Excelente! ¡Por fin!.– Comentó Ác.

–Podríamos enviar un ataque en las próximas jornadas.– Sugirió Rache.

–Me parece muy bien. Sleg y tú se encargarán de planear el ataque. Debemos absorber el murua de ese lugar. Esa concentración es demasiado fuerte como para que esté lejos de nuestro alcance...–Dijo Ác.

*

Dakari y Yannik habían conseguido un asiento para poder comer antes de las lecciones. Poco tiempo después se les unieron Lander y Sonna. La tensión se sentía entre los némesis. Lander no podía quitarle la mirada de encima a Dakari. No era ciego. Admitía que Dakari se había vuelto más...bueno, había mejorado bastante su aspecto con el tiempo y eso le preocupaba sobremanera. Su verdadero interés podría caer ante los nuevos encantos de Dakari. Este último, por su parte, notaba que Lander cada jornada lo odiaba más, pero se había propuesto que ya no permitiría que nadie lo atacara. Por esto, si Lander lo mataba con la mirada, Dakari lo remataría. Ya no tenía paciencia para tolerar los odios infantiles de Lander.

–¿Cómo durmieron, muchachos? – Preguntó Sonna con una sonrisa.

–Yo bien. Gracias, Sonna. Pero mejor no le preguntes a Dakari, tiene una mala relación con el sueño, ya sabes.– Le contestó Yannik y rió con ella. En eso, tiró por accidente su cuchara. Dakari le puso una mano en el hombro de Yannik para que no se agachara, él estaba más cerca del objeto. Claro que esto no pasó desapercibido para Lander, quien casi rompe el suyo por ver dicha escena.

–No te burles de mí. Sabes que nunca he podido dormir bien.– Le contestó Dakari con una sonrisa forzada y cansada mientras le entregaba el utensilio. El resto de la comida pasó con las mismas miradas asesinas de Lander y Dakari mientras que Yannik y Sonna conversaban entre ellos ignorándolos, ya acostumbrados al comportamiento de ellos dos.

Al retirarse del comedor, Lander alcanzó a ver de lejos la cabeza de un Altísimo que, si no se equivocaba, se trataba de Sleg. La malicia brilló en sus ojos y no pudo evitar agarrar una vasija con vino que estaba cerca de él y lanzársela con fuerza en la cabeza a Sleg. Cuando Sleg se detuvo por el impacto, Lander rápidamente tomó la mano de Sonna y se alejó de allí.

–¡Claro! ¡Debí imaginarme que sería usted, Señor Dakari! – Exclamó Sleg ante todo el tumulto después de voltearse y hallar a Dakari.

–¡Y ahora tú de qué me estás hablando, maldito mastodonte! ¡Yo no he hecho nada! – Le devolvió el grito Dakari.

–¡Se ve que usted nunca aprendió modales, ¿verdad?! ¡Pues yo le enseñaré! – Con eso dicho Sleg empezó a acercarse hacia él, mientras todos los pupilos le abrían paso. Al llegar donde Dakari, mencionó unas palabras ininteligibles por entre sus filosos dientes y Dakari empezó a flotar en el aire bajo comando de Sleg.

–¡¡¡Oye, bájame en este momento!!! ¡¡¡Yo no te hice nada!!! ¡¡¡¡Sueltámeee!!!! – Gritaba Dakari mientras era movilizado por el aire a través de los pasillos de la torre. Atrás dejó a Yannik viéndolo con una mirada de preocupación antes de que bajara el rostro con una mano en la frente, fastidiado por ver que Dakari jamás aprendería a no meterse con los Altísimos.

La Estrella Verde de DustakhanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora