Capítulo XI: "De vuelta al inicio"

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Repetía el momento en su cabeza una y otra vez. Era lo más hermoso que alguna vez le haya podido pasar. Al mismo tiempo, repasaba todos los detalles de las jornadas. Cualquier mirada de los pupilos, cualquier comentario de los Altísimos. Algo que denotara que su felicidad podría acabar pronto. Para su suerte no encontró nada. Fue entonces cuando la mala noticia llegó a él.

–Dakari, hay que asistir a una declaración de los Altísimos.– Dijo Yannik al entrar a su habitación.

–¿En cuánto tiempo? – Preguntó Dakari, todavía perdido en sus recuerdos con Arlet.

–Justo ahora.

El astro tenía su aro resplandeciendo en el cielo cuando ambos salieron de la habitación y se dirigieron a la Torre Sabhia de la Tercera Estrella. Al llegar buscaron un lugar donde sentarse. Estas torres se trataban de una suerte de cilindro hueco, donde los asientos se encontraban pegados a los muros de un solo extremo conectados por escaleras, mientras que lo que hacía las veces de escenario se encontraba en la base. Dakari se sentó y esperó a que iniciara lo que sea que los Altísimos quisieran decirles. No podía resistir la urgencia de buscar a Arlet. Deseaba verla, pero no la encontró en ningún lado para cuando el anuncio comenzó.

–Buena jornada a todos ustedes, pupilos.– Empezó la Altísima Perisa con su voz que pretende ser amable, pero con los gruñidos característicos de su raza delatando su malvada naturaleza genuina. Los demás mastodontes estaban detrás de ella, escuchando su discurso.– Los hemos juntado aquí para informarles que hemos resuelto el cierre de la evaluación de muruas que se ha llevado a cabo durante estas últimas jornadas.

–A pesar de los inconvenientes que generó un pupilo, las evaluaciones se lograron concluir sin ningún otro herido.– Continuó Sleg, haciendo que Dakari cerrase los puños con ira. Era demasiado descaro decir eso cuando nunca hubo un herido y todo había sido causado por ellos.

–Sin más preámbulo, queremos anunciar que la pupila con mejor calidad y técnica de murua es nada más ni nada menos que...¡Nuestra queridísima Arlet!

Los aplausos resonaban en la torre. Muchos silbaban y las amigas de Arlet le gritaban desde sus asientos lo hermosa e inteligente que era. Dakari, por su parte, no podía salir de su asombro. Su amor y su odio parados lado a lado...Era una imagen que le provocaba una sensación terrible en el estómago, como si quisiera regresar lo poco que había comido hasta entonces en la jornada. Ni siquiera pestañeaba para no perderse cada movimiento de Arlet. Ella siempre tan sonreída y querida por los Altísimos...No creía que podrían estar juntos después de eso...Ahora sería más notoria la diferencia entre ambos: ella, una prodigio; y él, un defectuoso.

Y tenía razón. Sintió como su corazón se estrujaba contra su pecho del dolor y desesperación cuando los Altísimos, para ser supuestamente justos, le pidieron a Arlet una demostración de sus habilidades ante todos los pupilos. Era verdad. Su dominio era impresionante. No se comparaba con las pocas cosas que le había enseñado escondidos en el kotig. Tenía un tamaño considerable, que ningún otro pupilo podría igualar, con un diámetro de casi dos metros y un brillo perfecto. Ya no sabía si se estaba creyendo demasiado, pero podría apostar que un pequeño motivo para pedirle eso a Arlet, frente a todos los pupilos Dustakhan, era para que él viera y se diera cuenta de todo lo que estaba pensando justo ahora. Aún así, Arlet no dejaría de verse alegre y hermosa con su murua blanco en las manos.

Pero ni siquiera los Altísimos eran capaces de notar los pequeños destellos argentinos dentro del murua de Arlet...

*

Después de la reunión, Dakari pretendía buscar a Arlet, pero sabía que sería imposible considerando su nueva reputación. Y más aún su nueva posición por sobre los demás pupilos. La habían nombrado asistente de los Altísimos, algo así como una suplente en cuanto a las lecciones. En el tumulto, perdió de vista a Yannik, pero no le importó, solo pensaba en encontrarla.

Deseaba poder ver en sus hermosos ojos cafés la confianza de antes, que solo su brillo le aseguraran que nada iba a cambiar entre ellos. No podía no sentirse como si lo hubieran traicionado. Ella en especial, de todos los pupilos de Dustakhan, sabía de su sufrimiento, de lo que los Altísimos habían hecho con él. Sus heridas eran reales. Su dolor era real. Y ahora...Ella los serviría. No la culpaba, claro. Pero tenía muchísimo miedo de encontrársele y que le confirmara sus temores: que tendrían que separarse.

Se rindió. No había forma de encontrar a Arlet. Decidió redirigir sus pasos a su habitación. No tenía deseos de nada, salvo tumbarse en su cama y dejarse llevar por el dolor...otra vez. La calma y la paz le habían durado poco. Estaba llegando por un extremo del pasillo de la Torre Viraba de la Quinta Estrella, su habitación estaba a tan solo unos pasos, cuando pudo ver que del otro extremo se acercaban Yannik, Lander y Sonna.

–¡Dakari! ¿Dónde te habías metido? ¡Te hemos buscado por todos lados! – Le recriminó Yannik al acercarse a él en frente de su puerta. Lander apenas pudo disimular su mueca de desprecio por lo que estaba viendo. Solo atinó a sujetar más fuertemente la mano de Sonna.

–Sí, claro...– Susurró Dakari, aunque nadie pareció escucharlo.

–Ten, Dakari.– Le dijo suavemente Sonna, zafándose de Lander por un momento y extendiéndole un pequeño pergamino. Él lo miró con extrañeza y entonces Sonna prosiguió.– Arlet me pidió que te lo entregara.

–Muchas gracias, Sonna.– Y con eso entró a su habitación cerrando la puerta tras de sí, sin importarle si Yannik fuera a entrar después. No lo hizo, sin embargo. Se había quedado solo de nuevo.

Se sentó en su cama y solo pudo contemplar el pergamino. El papel enrollado sobre sí mismo se había vuelto lo más interesante en ese momento. La poca luz natural se había extinguido para cuando la curiosidad ganó y decidió abrirlo. Con su dedo invocó a su murua para poder iluminar el papel. Mientras leía, sentía como si el corazón le fuera arrancado con rudeza del pecho.

Dakari,

Sé que debes pensar que soy una imbécil por lo que voy a decirte. Pero creo que deberíamos terminar lo poco que hemos empezado. No tenemos tantas cosas en común y eso considero un problema. Confío en que tu serás el que mejor decida lo que este momento significa para ti. El resto es solo silencio...

Te deseo lo mejor,

Arlet.

No podía creer lo que acababa de leer. Pero por más que quisiera echarse a llorar por haber sido abandonado, por haber experimentado el desamor, la ira lo invadía como lo hacía antes de congeniar con ella. ¿A qué altísimos se refería con que no tenían "nada en común"? ¿Acaso era porque durante sus encuentros él se mantenía en silencio? ¿Qué tenía de malo con querer disfrutar de ese único momento de paz después de tanto sufrimiento, mientras se imaginaba posibles escenarios de un mejor futuro?

Pero entonces, la fría realidad lo golpeó de lleno. Estaba clarísimo. Arlet simplemente había decidido esto por la misma diferencia que lo había marcado todos sus años en Dustakhan: su murua diferente. Le dolía pensar que aquella joven que alguna vez le había ayudado y dado ánimos lo abandonara de una manera tan cobarde y con un argumento caduco. Sí. A estas alturas ya sabía de sobra que él siempre sería un defectuoso sin arreglo, y ella lo sabía cuando decidió ayudarlo e involucrarse con él.
¿O tal vez nunca se involucró de verdad...? ¿Solo quería ayudarlo por pena? Nunca lo sabría.

Sin amigos de verdad...Solo...Defectuoso...

Había vuelto al inicio y quién sabe cuánto tiempo más pasaría allí.

La Estrella Verde de DustakhanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora