Capítulo XXXII: "Hallado en el miedo"

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        Desde las entradas de todas las torres se veían bajar numerosos grupos de personas, todas desesperadas y asustadas por lo que acababan de suceder. Nunca se había sentido un movimiento telúrico de esa magnitud, a pesar de vivir sobre un volcán. Los pupilos de Dustakhan y los miembros de la Congregación se juntaron en el patio central, que era bastante amplio para que quepan todos.

        –¿Todos están bien? ¡Madi, pide informes a las demás brigadas! – Ordenó Kilian.

        –Repórtense. ¿Todas las brigadas se encuentran a salvo? – Preguntó Madi a través del cintane.

        –Nada que reportar en la mía. – Contestó un estudiante.

        –Algunos heridos en la mía, pero nada serio. Ya han sido tratados provisionalmente.– Dijo otro.

        –Todos en la mía están a salvo. Pero algunos pupilos comentan que hay un movimiento extraño en las estrellas que rodean el aro. ¿Saben algo de eso? – Informó un último estudiante. Madi lo comunicó inmediatamente.

        –¿Movimiento extraño? ¿A qué se refiere? – Preguntó Kaled, intrigado mientras levantaba su mirada al cielo.

        –Yo no veo nada...– Dijo Kilian, también mirando hacia el cielo, entrecerrando sus ojos para enfocar mejor.

        –¡Ya lo veo! – Gritó Yannik.– ¡Ay no, no!¡Esto es grave! ¡Parece como si la Primera Estrella se estuviera acercando!

        –¿Es eso posible? – Preguntó Sonna.

        –Después de lo que acabamos de ver, ya nada me parece extraño.– Murmuró Dakari cerca del oído de Madi.

        –¿Crees que debamos decirles lo que había debajo de sus cuerpos? – Murmuró ella de vuelta.

        –Tal vez no por ahora. Ya han visto suficiente.– Una vez dicho esto, todos exclamaron y gritaron al ver cómo algo grande y pesado caía sobre el conjunto de torres de la Primera Estrella y las destruía como si solo fueran frágiles casitas de madera.– O tal vez no.– Dijo Dakari, viendo que se equivocaba. El heroísmo que habían mostrado hace unos instantes no los había preparado para la crisis que ahora tendrían que enfrentar.

        –¡Tenemos que irnos ahora! – Gritó Kaled tratando de abrirse paso hacia la torre que llevaba a la entrada. Pero en ese momento, otra gran colisión se escuchó en el grupo de torres de la Segunda Estrella y se podía observar que la Tercera estaba acercándose también.

        –¡Esperen! La caída de las Estrellas se está dando en orden. No podemos ir a la salida porque la Quinta Estrella podría caernos encima. Deberíamos esperar a que colapsen todas.– Sugirió Yannik.

        –Tiene razón.– Dijo Kilian.– Madi, pide a todas las brigadas que se acerquen más al centro del patio. Que se alejen lo más posible de las torres.

        –De inmediato.– Contestó antes de tomar el cintane y pegarlo a sus labios.

        De esta manera, Dustakhan se fue destruyendo torre por torre, piedra por piedra. La Tercera Estrella se impactó contra las torres ubicadas bajo ella, causando una gran destrucción y levantando una gigantesca nube de polvo que interfería con la respiración de muchos. El intervalo para que comenzara la colisión de la Cuarta Estrella fue menor, y el impacto llegó antes de lo esperado. Todos lo sintieron aún más fuerte que el anterior y no podían imaginarse lo que les esperaría al llegar la Quinta.

        Cuando esta llegó, el impacto fue tal que hizo que los escombros de las torres que ya habían sido demolidas previamente saltaran unos pocos metros sobre el suelo. Por esto, algunos pupilos y estudiantes quedaron atrapados, pero habían logrado salir fácilmente. Madi había cerrado los ojos y puesto las manos sobre su cabeza cuando vio que un escombro iba a caerle encima. Después de unos instantes, se sorprendió de que el golpe no hubiera llegado. Abrió temerosa los ojos y se encontró con oscuridad, parecía que sí había quedado atrapada, pero algo en su espalda la protegía.

        –¡Dakari! – Exclamó al ver que él la había colocado contra una pared y la protegía con su cuerpo del escombro que había caído detrás de él.

        –¿Estás bien, Madi? – Ella solo atinó a asentir, aún víctima de la sorpresa.– Salgamos, entonces.– Le propuso mientras la tomaba de la mano y la sacaba de esa trampa de piedras.

        Al ir detrás de él, notó que su sivik se había rasgado, posiblemente por la caída del bloque de piedra. Pero agradeció que lo hubiera hecho, porque sino lo que hubiera sufrido sería su espalda. Y sabía que esta ya estaba lo suficientemente lastimada. Tuvieron que mover un grupo más de piedras hasta salir por completo y reencontrarse con los demás. Algunos habían quedado atrapados igualmente, pero habían logrado salir ilesos. Cuando llegaron a ellos, Madi se soltó de Dakari para llevar su mano al cintane y pedir reportes de las demás brigadas. Él la vio ir junto con los demás cuando su cuerpo empezó a reclamar por calor. El lugar, que incluso con muros y con el volcán debajo ya era lo suficientemente frío, ahora lo era aún más. Ahí fue que vio un pequeñísimo punto blanco cayendo sobre su nariz.

        Olvidó la organización que se estaba llevando a cabo con los líderes y empezó a adentrarse en el patio central, sin preocuparse por trepar algunos escombros, siguiendo aquellos puntillos blancos que se quedaban en sus pestañas. El frío se volvía cada vez más fuerte. Por costumbre, los músculos de sus piernas lo llevaron hacia cierto kotig que había sido testigo de tanto sufrimiento.

        Una pequeña lágrima se escapó de uno de sus ojos al ver que allí solo reposaba el tronco de lo que antes había sido su refugio ideal. Los fuertes movimientos de la tierra habían hecho que algunas de las tétricas plantas del patio se desplomaran, y ese fue el caso de su kotig especial. Llevó sus manos al rostro mientras se dirigía al lago para refrescarlo con algo de agua. Cual no sería su sorpresa al descubrir que su mano nunca entró a ningún líquido y en su lugar chocó contra una dura pared transparente. Entonces, decidió volver a la realidad.

        Los puntillos habían pintado a pintar todo el patio central, e incluso los restos de las torres habían sido cubiertos por el manto que formaban y el frío los había congelado por dentro. Todo se había vuelto de un solo color blanco, apenas podía diferenciar algunas de las plantas del patio y era verdaderamente difícil orientarse. Se había perdido a pesar de haber vivido en aquel lugar gran parte de su vida. Aún así, eso no era garantía alguna de que sus emociones se hubiesen neutralizado.

        Verse solo de nuevo en ese lugar...No había peor situación que esa. Solo imagina el lugar que más miedo te haya provocado en tu vida y que de nuevo te encuentres allí, sin nadie, asustado, con deseos de huir, pero sin poder hacerlo realmente...

        Su temor lo había dejado sentado en el suelo, abrazando sus rodillas mientras hundía su cabeza en ellas para abandonarse al dolor una vez más.

        –¡Dakari!

        Podía oír una voz a lo lejos que gritaba su nombre, pero su dolor lo arrastraba de nuevo hasta la más profunda oscuridad que se hallaba en el fondo de sus miedos. En ese estado hipnótico apenas notó que ahora tenía un trozo de piedra en la mano, algo afilado, y lo movía hasta donde encontrara su carne.

        –¡¡Dakari!!

        La voz se volvía más fuerte y ahora captaba más su atención, rompiendo su trance. Levantó su cabeza para tratar de ubicar la fuente.

        –¡¡¡DAKARI!!!

        Esta vez, el grito culminó en un sollozo. Ya no tenía que pensar más. Sabía a quién pertenecía. Y aunque no supiera el camino de regreso por lo distinto del lugar, la voz podría guiarlo. Dio unos pocos pasos por el blanco y helado camino hasta que pronto la voz lo encontró. La fuente de esta se abalanzó sobre él, atrapando sus labios. Suspiró aliviado contra esa dulce boca que ahora lo tenía como rehén y respondió a cada una de sus demandas.

        Abrazó fuertemente a la dueña de esos labios, dejando caer la roca de su mano. La había esperado por tanto tiempo y, ahora que todo había sido esclarecido, por fin podría estar con ella sin recuerdos del pasado. Los recuerdos de la primera vez que la vio surgieron en su mente y cómo su corazón había sentido paz cuando la pudo conocer. Lo sencillo que era abrir su mente con ella y cómo siempre ofreció su apoyo para confortarlo.

        En definitiva, ella siempre estuvo para él en lo bueno y lo malo...

            "¿Aún tienes sentimientos por Arlet...?"

                                                "No. Ya no..."

La Estrella Verde de DustakhanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora