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Hana se hallaba recostada sobre su escritorio, su cabeza apoyada en el brazo, con la mirada perdida en la pantalla de su ordenador. El brillo de la pantalla era la única luz en la habitación, iluminando sus rasgos fatigados por el esfuerzo y la falta de sueño.

Altas horas de la tarde habían pasado sin piedad mientras ella intentaba desesperadamente desencadenar la inspiración que necesitaba. Sin embargo, el bloqueo creativo se había instalado con firmeza, impidiéndole escribir una sola palabra coherente.

Su mente, normalmente viva y llena de ideas, ahora se encontraba vacía, como si todas las palabras y conceptos hubieran decidido abandonarla en ese preciso momento. Los dedos inmóviles reposaban sobre el teclado, incapaces de trazar las líneas que solían fluir con tanta facilidad.

Con un gesto rendido, decidió que era hora de ceder ante el cansancio acumulado. Se preparó para el sueño, dejándose caer sobre la cama con un suspiro de alivio, dejando que el agotamiento la envolviera.

Sin más opción, cerró los ojos, permitiéndose caer en un sueño reparador.

El regreso de la chica a Corea marcó el final de una etapa crucial en su vida. Tras haber estado en el extranjero, su principal objetivo era claro, superar el peso del pasado, reflexionar en soledad y reunir el coraje.

El fin de semana se abría ante Hana como un oasis de descanso antes de su regreso a la preparatoria de Saebom el lunes. Sin embargo, al escuchar la mención de su regreso a la escuela por parte de sus padres, un impulso casi instintivo la hizo considerar regresar de inmediato al extranjero.

El sábado transcurrió en una atmósfera de relax. Hana dedicó gran parte del día durmiendo, abrazando la oportunidad de descansar y recargar energías. Junto a su hermana, Yuna, se sumergieron en una maratón de películas.

El domingo por la tarde, Yuna se sentía enferma y necesitaba la ayuda de la chica. Le entregó una lista detallada de cosas que necesitaba que comprara, consciente de que no podría salir ella misma. La chica, comprensiva, aceptó la petición y tomó el dinero que Yuna le había prestado para las compras.

—¡Mamá, me voy!— exclamo Hana mientras se encaminaba hacia la puerta.

—¡No te demores!— respondió su madre desde la cocina. Con la lista de su hermana en mano, Hana se dirigió hacia las tiendas.

Sin embargo, algo cambió de repente. Mientras caminaba por la calle, sus ojos se posaron en una librería. La idea de la lista se desvaneció por completo de su mente, reemplazada por el deseo irresistible de explorar los estantes repletos de libros.

La tentación fue más fuerte que su deber, y sin pensarlo dos veces, entró a la librería. La fascinación la llevó a tomar algunos libros, seducida por sus portadas intrigantes.

MIDNIGHT RAIN / Han SeojunDonde viven las historias. Descúbrelo ahora