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Hana se encontraba sentada en un banco, dejando que el viento acariciara su rostro, mientras contemplaba a su alrededor. A su lado, Seojun ocupaba el mismo espacio, creando un silencio que no resultaba incómodo, sino más bien reconfortante. 

Después de que el chico le espetara si estaba loca por quedarse parada, el momento siguiente los encontró compartiendo el banco en un acuerdo silencioso.

Después de un período en silencio, Seojun rompió la quietud —Creo que tal vez me gustaría escuchar la versión de la que hablas, la verdadera. Quiero saber lo que realmente pasó. Creo que estoy preparado para escucharlo—, confesó Seojun, revelando una vulnerabilidad que rara vez se permitía mostrar.

Hana lo observó, sus ojos reflejando sorpresa y una evaluación cuidadosa. —Bueno, pero ahora mismo no me apetece hablar del tema. Cuando sea el momento adecuado, tal vez yo también esté preparada para contarte todo, cada detalle—, respondió Hana con sinceridad, sintiendo cómo la carga del pasado se aligeraba en ese instante.

—Esperaré, pero eso no nos hace amigos todavía—, declaró Seojun, sus palabras resonando con una honestidad poco común.

—Bien, no he dicho que quiera que volvamos a ser amigos—, afirmó Hana, manteniendo un delicado equilibrio entre la franqueza y la reserva. 

Ambos compartieron una mirada, reconociendo que la reconstrucción de cualquier amistad rota requeriría tiempo y paciencia. 

El silencio regresó, pero esta vez, era un silencio que sugería una apertura a la posibilidad de reconciliación, permitiendo que el viento se llevase consigo las tensiones del pasado.

—Creo que ya es hora de que me vaya— pronunció Hana, poniéndose de pie. El chico la acompañó en un silencio a lo largo de todo el camino de regreso. Al llegar a casa, apenas intercambiaron palabras, una expresión de gratitud en la mirada de Hana fue suficiente antes de que ella ingresara.

 En el interior, la penumbra de la casa se veía interrumpida solo por la luz de la televisión, proponiendo que sus padres estaban viendo una película. Pero, al avanzar un poco más, descubrió que se habían quedado dormidos, apoyados el uno en el hombro del otro.

Con un simple gesto, Hana apagó el televisor, sumiendo la sala en la oscuridad. Subió rápidamente a su habitación, donde se deshizo rápidamente de su ropa del día, optando por la comodidad de su atuendo de dormir. Mientras el agua corría para lavarse los dientes, su mente ya estaba en modo automático, ansiosa por abrazar la serenidad del descanso.

Rápidamente, se deslizó bajo las sábanas, dejando que la suavidad de su cama abrazara su cuerpo cansado. En el silencio de su habitación, Hana se entregó por completo al reposo, cerrando los ojos mientras la fatiga se desvanecía y la tranquilidad del sueño la acogía por completo.

MIDNIGHT RAIN / Han SeojunDonde viven las historias. Descúbrelo ahora