Capítulo 30: Adiós

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Espera un momento... ¡Fei esta sudando y hiperventilando! Puede que no parezca humano por sus reflejos y su fuerza, pero lo es, y se está cansando.

¡Mia, levanta las manos! — Me ordenó Fei.

Me acerqué a el corriendo y le di un bofetón. Él lo intentó esquivar, pero no fue capaz. Tras eso, me dio un puñetazo en el estómago. Fei no es tan lento como los demás.

Si intento vencer a Fei, lo llevo claro. Por muy cansado que esté, es un militar experimentado que ni los mayores expertos en peleas de la región son capaces de hacerle un rasguño. Pero puedo intentar aprovechar mi condición para cansarle poco a poco.

Fei me intento patear, pero lo esquive hacia un lado, y ese momento fue aprovechado por Rachel, quien se acercó a propinarle una patada en los genitales.

Gulp... — Fei tragó saliva.

¡Mia! ¡Sigue así! — Me dijo Rachel mientras se alejaba rápidamente de Fei.

Entre el cansancio y el dolor, Fei se estaba volviendo más y más lento cada vez. Yo le esquivaba todo sabiendo que si en algún momento me daba algun golpe, estaría muerta. No hay forma de que mi cuerpo soporte algo así.

Rachel recogió una cuchilla del suelo y aprovechando que Fei estaba distraído conmigo, le apuñaló en el costado.

¡Aghhh! — Los ojos de Fei se volvieron completamente blancos.

¡Bien hecho, Rachel! — Grité.

¡Gracias! — Pero Rachel se distrajo contestándome.

Fei la propinó un fuerte puñetazo en la cara, tumbándola también. Fei estaba completamente fuera de control. Se me acercó lleno de rabia e ira. Eso solo me asustó, pero pese a que estaba intentando hacer caso a Dean, yo sabía que no había nada que pudiera hacer en primer lugar.

Esto se acaba aquí... ¡Padre e hija! — Me dijo Fei hiperventilando.

¡No eres mi padre! — Le grité.

Fei se acercó y me empujó, tirándome al suelo. En ese momento, se sentó encima mía y empezó a golpearme la cara como si fuera un orangután. Pude ver como le salían lágrimas de los ojos, pero él no paraba de golpearme.

Hay... Mucha sangre... Me duele mucho...

No puedo... Ver... Nada...

De un momento a otro, aparecí en un prado. El sol pegaba con fuerza, y a través de mi olfato, pude distinguir un olor de rosas. La ansiedad y el nerviosismo se transformó en calma y tranquilidad.

La cara me dejo de doler. Allí no estaba Fei pegándome. Allí solo estaba mi padre, mi verdadero padre.

¿Papá? ¿Estoy muerta? — Le pregunté.

... — No me respondió, adopto una expresión condescendiente.

Mi padre se limitó a acercarse a mí y a abrazarme. Supongo que hay veces que no hace falta decir algo para responder una pregunta.

Al poco tiempo llegó mi madre, quien estaba llorando. Se acercó a mí y me abrazó.

¡Perdón, hija! — Me dijo. — Si solo hubiera actuado de otra forma... Contigo, con Fei... ¡Todo es mi culpa!

Abracé a mi madre, y acaricié su pelo.

No digas eso mamá, no es tu culpa, no tienes la culpa de nada. — Sonreí.

Un montón de personas se acercaron. Eran Quinia, Andria, Brojei, Julius, Magnelia, Guile, Jera...

Quinia se lanzó sobre mí y me dio un fuerte achuchón.

Un pasado sin resolver (EN REFORMAS, ACTUALIZADO SOLO HASTA EL CAP 13)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora