Capítulo 2: Dazzling Aura.

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Ya habían pasado varios días desde la llegada de Ollympia al campamento, y se podría decir que era todo una experta en aquellos aspectos de sobre ser una semidiosa.

Desde que había llegado al campamento mestizo Ollympia había pasado la mayoría de sus tardes practicando el uso de distintas armas y métodos de batalla. Era indudablemente buena con el arco como los hijos de Apolo, la daga y las cuchillas le eran de mucha ayuda a la hora de un enfrentamiento, y la batalla cuerpo a cuerpo no era la excepción, pero sin duda su fuerte no era ninguno de estos, sino la espada. Sin embargo, todas esas horas que pasaba peleando y aprendiendo sobre monstruos o mitología griega, no eran horas que dedicaba a eso por diversión, sino por dos razones: Primero, necesitaba mantener su mente ocupada para no tener que pensar en su padre, la naturaleza de su madre, y lo que significaba para su presente y futuro el hecho de ser hija de un dios griego. No podía procesarlo, en realidad no quería hacerlo, le era demasiado difícil y siempre había preferido ignorar los problemas a enfrentarlos, así que aquella era la mejor solución que se ocurría. 

Desafortunadamente, si, definitivamente lamentaría haber reaccionado así ante las situaciones que se le presentaban. No en un futuro cercano, sino en uno más adelante. Pero es mejor no adelantarse. 

Por otro lado, las pesadillas que la habían atormentado toda la vida (que, según le había comentado una chica de la cabaña de Hermes, eran normales en los semidioses) habían aumentado. Cada vez eran más frecuentes... y más reales. Cada noche se despertaba mojada en sudor frio por haber soñado que estaba a punto de ser devorada por una arpía o algún otro monstruo que estudiaba desde los libros durante las tardes.

Porque si, como mencioné antes, además de pasar las tardes mejorando su estado físico, también pasaba sus ratos libres leyendo libros sobre la mitología griega con la esperanza de allí encontrar alguna pista de lo que depararía su futuro de ahora en adelante. Siempre había deseado leer libros, como sus amigas de la escuela, pero jamás había podido leer más de un par de paginas de un libro normal sin cansarse, la dislexia no le permitía disfrutar de ellos. Por eso cuando una muchacha de la cabaña de Atenea, con la que había chocado camino a cenar y terminó hablando como viejas amigas, le prestó uno de los libros de la biblioteca de su cabaña quedó totalmente maravillada. ¡Estaban escritos en griego! Podía leerlos a la perfección, podía leer sin cansarse, sin tener que batallar por encontrar el orden correcto de las letras. Sin duda estuvo muy agradecida con aquella chica.

—Muchas gracias —musitó encantada cuando recibió el libro en sus manos una mañana. ¡Podía leer perfectamente el titulo de la portada!

—No es nada —dijo la otra —. Siempre es un placer compartir el conocimiento con otros.

Ollympia deseaba conocer todo sobre este nuevo mundo que abría sus puertas ante ella, y por eso no paraba de leer sobre la historia de los dioses, monstruos, y, más específicamente, sobre las diosas, en busca de quien sería su madre divina.

Porque aquella era la segunda razón. A pesar de que sentía un profundo rencor hacia ella por estar ausente todos esos años de su vida, y además tardarse en reclamarla como su hija, anhelaba saber quién de todas aquellas majestuosas diosas la había engendrado.

—¿Tienes alguna idea de quien podría ser tu madre? —le había preguntado uno de los semidioses con los que había compartido mesa el primer día.

—No —había dicho ella en un tono de voz algo triste. No sabía por qué, pero pensar en su madre divina la hacía sentir sola, y a pesar de nunca haber contado con una madre, la hacía revivir aquellos momentos en los que, cuando pequeña, preguntaba a su papá sobre su madre, y le rogaba a Dios que apareciera algún día para conocerla —. Mi papá no quiso decírmelo, dijo que era algo que debía averiguar por mi cuenta.

game of perfect betrayals [Luke Castellan]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora