Capítulo 8: αιώνια αγάπη.

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Cuando Ollympia abrió los ojos a a mañana siguiente, nuevamente tuvo aquella extraña sensación de que había soñado algo importante. Sabía que no había soñado con ella misma, había divisado atisbos del futuro de alguien más. No tenía claro de quien, tan solo la sensación de estar ahogándose en un río de profunda oscuridad y dolor. Se sentía expulsando aire de sus pulmones bajo el agua, pero no recordaba nada más lucido que eso. 

A pesar de ello, tenía el extraño presentimiento de que debía evitar que ese acto, aquel momento del que tuvo un pequeño adelanto, a toda costa. 

La ansiedad estaba tomando el comando dentro de su cabeza, tenía las uñas mordidas y las piernas temblando en busca de alguna respuesta en lo más oculto de su mente. Pero nada, ningún rastro que le dijera más sobre aquel sueño.

Se bajó de la cama, reprimiendo un grito de frustración. Decidió ir al campo de tiro a practicar su tiro con arco. Desde hace muchos veranos que había dejado de enfocarse en aquel deporte ya que la espada se había transformado en su segunda compañera de batalla favorita —después de Luke, por supuesto —. Necesitaba canalizar un poco de su mala energía y frustración, así que reemplazó su pijama rosa por la camiseta del campamento color naranjo y una falda de tela de jeans azul oscuro. La mañana estaba fresca, pero sabía que si reprimía sus ganas de usar esa falda aquel día solo se pondría peor.

Llegó al campo, saludó con una sonrisa a los hijos de Apolo que ensayaban ahí y se dispuso a escoger un buen objetivo de practica. Primero tomó un arco y un carcaj con flechas recién afiladas, para así luego poder escoger a alguna de las criaturas hechas de cuero, trozos de tela y armaduras oxidadas que colgaban de unas largas sogas a unos metros de ella. Se deicidio por el dragón, era bastante grande y tenía tantas armaduras que era difícil lograr clavar una flecha entremedio de ellas. 

A penas se posicionó delante de la figura indefensa, un par de chicos de la cabaña 7 se acercaron a ella.

—¿Estás segura de tu elección? —preguntó uno. Como la mayoría de los hijos del dios Apolo, era rubio y de aspecto brillante, y probablemente tenía al rededor de unos 15 años. Tenía un aura tan alegre que era difícil mirarlo si contagiarse de un poco de su paz.

—¿Ah? 

—Se refiere al dragón —explicó el otro.

—Ah.

—Es difícil pasar una flecha por entre las armaduras. Según tengo entendido, hace mucho que no practicas el tiro con arco, y podría ser una mejor opción la hidra o las demás criaturas. Ya sabes, solo para comenzar.

—Puedo hacerlo —respondió ella, sin poner mucha atención a las palabras del chico.

—Es solo una recomendación.

Ollympia posicionó una flecha en el arco y se paró derecha frente al monstruo. Lo observó detenidamente, y luego de tensar correctamente el arco, dejó que sus pensamientos agobiantes se canalizaran a través de aquella flecha. Soltó la cuerda y la flecha se disparó, enterrándose exactamente entre el espacio que había entre dos armaduras de hierro gravemente oxidadas. Su corazón se le relajó un poco y una sonrisa de orgullo apareció en sus labios.

Se giró contenta sobre sus talones para mirar al par de chicos. 

—Gracias por la sugerencia, muchachos. Pero me temo que no la tomaré en cuenta.

La mestiza tenía una increíble habilidad para aprender cosas nuevas, casi tan buena como su habilidad para mover su espada en medio de un duelo. En realidad, gracias a ello había logrado tener una relación tan cercana con su preciosa espada llamada αιώνια αγάπη, que significaba: amor eterno

game of perfect betrayals [Luke Castellan]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora