Capítulo 8: Aphrodite, mother and goddess.

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Ollympia observó el Empire State desde la acera con ansias. Cuando Luke le comentó que allí se encontraba el hogar de los dioses olímpicos ella no pudo creerlo, debía ser una broma. Sorprendentemente no lo era, y ahora ella se encontraba frente al edifico a la espera de poder entrar a ver a su madre.

—No podremos ir los tres al Olimpo —le había dicho Luke.

—¿Qué quieres decir?

—Chris y yo volveremos al campamento mientras tú le devuelves la manzana a tu madre. 

—Pero...

—Chris no va a sobrevivir si no lo llevo al campamento lo antes posible.

—Entonces yo lo llevaré al campamento.

—No.

—¡Luke! —le gritó ella —. Tu eres quien lidera esta misión, no puedo ser yo quien devuelva la manzana, no es correcto.

—Tienes razón, pero tampoco es correcto que no permita que conozcas a tu madre.

Ella no pudo negarse. 

Pero antes de que se separaran para seguir cada uno su camino, ella lo detuvo.

—¡Luke! —él se dio la vuelta —. ¡Espera!

Ollympia se acercó corriendo hasta él. Mientras la miraba con ceño fruncido ella sacó de su mochila una pequeña barra de chocolate. Estaba envuelta en un papel que encima tenía escrito "chocolate negro con almendras". Era el chocolate que su padre le había regalado antes de salir de casa en dirección al campamento.

—Toma.

Luke agradeció en silencio, observando su mejilla sangrante y ojos brillantes, que volvían a su verde natural. Volvió a darse la vuelta, con Chris colgando de un lado, y se alejó.

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Cuando llegó al piso 600 siguiendo las instrucciones que le había dado Luke antes de separarse, Ollympia no podía dejar de observar todo con sus curiosos ojos. Luke le había explicado cómo lucía el Olimpo en uno de sus muchos encuentros nocturnos en el techo de su cabaña. Pero ninguna de las descripciones del pelinegro se acercaban en lo más mínimo a lo que había frente a ella: Estaba en un verdadero imperio griego. Las edificaciones de piedra al estilo griego, como en más de una ocasión le había mostrado la pequeña Annabeth desde sus libros de arquitectura, estaban por todos lados. El camino para llegar al circulo de tronos de piedra era largo, pero fue suficiente para que la joven semidiosa pudiese admirar cada detalle del Olimpo.

El circulo de tronos estaba completamente vacío, a excepción de una mujer que se abanicaba con pereza. Luke le había dicho que Afrodita tomaba muchas formas, como los demás dioses, pero jamás le dijo que tenia sus ojos. Al principio parecía que no se decidía por qué apariencia tomar, su piel se oscurecía aclaraba cada dos segundos, pero siempre permanecía limpia de toda clase de impurezas. Cuando la diosa por fin decidió quitarse el abanico de delante de su cara Ollympia pudo ver a la mujer más hermosa que hubiera visto nunca. Quedó petrificada. La larga cabellera negra le caía por la espalda y hombros como una cascada de petróleo, sedosa e hipnotizante. Sus rasgos no se quedaban atrás, tenía una nariz recta que le recordaba mucho a la de su amigo, por otro lado sus ojos rasgados tenían un color entre el avellana y miel, imposible de clasificar. Sus labios gruesos de arco de cupido muy marcado le sonrieron, pero no fue una sonrisa común, fue una sonrisa cálida y protectora que solo dos personas le habían dirigido alguna vez en su vida, una de ellas era su padre, y la otra se encontraba justo frente a ella. 

La diosa Afrodita se levantó de su trono dejando ver en todo su reluciente esplendor aquel vestido estilo túnica de un color verde esmeralda oscuro que hizo resaltar su cabello de una manera que solo logró hacerla lucir aún más hermosa. Ollympia habría jurado que un aura de belleza y perfección rodeaba a la diosa.

game of perfect betrayals [Luke Castellan]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora