Capítulo 4: No victory.

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Al día siguiente Luke se encontró con Annabeth camino a desayunar. La niña llevaba consigo un libro de arquitectura que a juzgar por la posición del marcapáginas ya iba terminando.

—¡Hola, Luke! —saludó alegre la niña.

—Hola, Annabeth —correspondió él.

Ambos se reunieron en la entrada de los comedores y charlaron un rato antes de que cada uno se tuviera que sentar en su mesa correspondiente. Lamentablemente las reglas del campamento no les permitían sentarse juntos. Mientras conversaban Ollympia pasó por allí, ambos saludaron contentos y ella siguió su camino hasta la mesa de Afrodita donde la esperaban sus hermanastros. Era de conocimiento publico que los hijos de Afrodita emanaban belleza, pero aquella mañana a Luke le pareció que Ollympia estaba más que radiante. Podía ser por el nuevo tono de labial que estaba usando, o porque el perfume que se había puesto no era el que usaba todos los días. No estaba totalmente seguro. 

Solo la voz de Annabeth logró que quitara sus ojos de ella.

—¿Qué pasa entre Ollympia y tú? —preguntó la pequeña niña con los ojos entrecerrados.

—Nada —se apresuró a mentir.

—¿Nada? 

—Somos amigos —corrigió.

—Bien —musitó la joven mestiza mientras miraba a Luke de arriba a abajo —. Solo puedo decirte que tengas cuidado, oí que un chico de la cabaña de Ares está interesado en ella, y estoy segura de que estaría dispuesto a descuartizarte durante Capturar la Bandera solo para quitarte del camino el tiempo suficiente.

Sin decir nada más la jovencita se adentró para sentarse en la mesa junto a los demás chicos de Atenea. Luke se quedó allí un rato más, viendo como uno de los campistas de la cabaña de Ares, Pólemos Cowie, se levantaba de su mesa para conversar con Ollympia, quien sonreía como siempre. Sus hermanas reían entre ellas mientras observan la escena. Luke cerró su puño con fuerza. ¿Qué era aquello? ¿Celos? No, por supuesto que no. 

Y negando caminó hasta su mesa.

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Más tarde aquel día, mientras Ollympia Farrel practicaba el uso de la lanza con Clarisse y otros chicos de la cabaña de Ares, Grover, un sátiro, se acercó a ella interrumpiendo su concentración, lo que finalmente provocó que cayera al suelo justo cuando Clarisse intentaba golpear sus tobillos con el palo de su lanza.

—¡Ja! —se burló la chica del dios de la guerra. Con un movimiento violento se echó su cabellera ondulada hasta atrás.

—Esta vez no fue culpa mía —se defendió.

Clarisse rodó los ojos y extendió una mano sobre ella para ayudarla a levantarse.

—Lamento eso, no era mi intención —se disculpó Grover.

—No importa —contestó Ollympia, sonriente.

—Quirón quiere verte.

—¿Quirón? —su sonrisa se borró de inmediato. Solo había hablado pocas veces con aquel centauro desde su primera semana en el campamento. No lo admitía, pero la presencia del director de actividades la hacía sentir pequeña e insignificante. Era una criatura tan antigua como los dioses, y su sola presencia era autoritaria —. ¿Qué quiere de mí?

—No lo sé, pero me mandó a buscarte.

Ollympia miró a sus compañeros de practica, que estaban tan sorprendidos como ella.

—Será mejor que vayas —dijo Clarisse.

Ollympia soltó un suspiro y asintió. Siguió a Grover por el campamento hasta que llegaron a la Casa Grande, donde se hospedaba el hombre mitad caballo. Grover le hizo una seña para que entrara por una puerta que tenían en frente, pero él no entró con ella. Ollympia empujó la puerta, encontrándose dentro con el despacho de Quirón, su propietario, y a un costado de una silla, Luke. Ollympia contuvo el aire: los habían descubierto robando latas del despacho de Dionisio.

game of perfect betrayals [Luke Castellan]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora