Capítulo Treinta: PERFECTO I

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—. Dijiste que me despertarías para aterrizar... —. Susurró Cruz aun con sueño.

—. Bueno, lucias como un bebé chiquito durmiendo Jajajaja si te despertaba harías un berrinche —. Respondió España tomando una mochila — ¿Tanto trabajo tienes?

—. Sí.

—. Ven, hay un lago donde puedes lavarte la cara.

Cruz asintió lanzándole el abrigo con el que había despertado a su propietario.

Ambos comenzaron a caminar un poco para finalmente toparse con el pequeño lago del que hablaba España.

Cruz se arrodilló para tomar un poco del agua en sus manos y lavarse el rostro.

El agua estaba tan cristalina y limpia.

Podía ver su reflejo con claridad.

Notaba su rostro demacrado por el cansancio.
Ojeras generadas por la falta de sueño, más el cabello despeinado.

Estaba harto de verse de esa forma.

Algún día iba a colapsar.

—. Admiras tu bello rostro? —. Preguntó España sin obtener respuesta.

Cruz tenía la mirada perdida en el lago. Tenía uno de esos momentos consigo mismo.

España dejó la mochila a un lado para arrodillarse junto a él y tomar agua entre sus manos para rociarla suavemente sobre la cabeza de su cómplice.

Acomodó su cabello y observó su reflejo junto a él.

—. Tu eres perfecto. —. Susurró el español.

Cruz cerró los ojos y cubrió su rostro.
Tomó una gran bocanada de aire y se levantó.

—. Vámonos.

Dicho esto, España también se puso de pie para avanzar.

Cruz no sabía cuánto más podía aguantar, su mente le pedía paz.

España lo tomó del brazo, indicando que hiciera silencio.

Podía escuchar pisadas a lo lejos.

No estaban solos.

Comenzaron a caminar con sigilo, hasta que Cruz pudo darse cuenta de quienes se trataba.

Pero era extraño... España no podía ver nada.

—. Están ahí, idiota.

—. Donde?!

—. AHÍ CARAJO! —. Susurró con enojo.

La cara de confusión del español era obvia, él realmente no podía verlos.

Y todo se volvió aún más extraño para ellos, ya que el mayor comenzó a sentirse cansado y débil, llegando perder de vista el rastro de Cruz, quedando separados.

Por otro lado, Rusia buscaba el camino correcto hacia la estructura.

México tenía miedo, no sabía a dónde lo llevaba y todo se tornaba cada vez más oscuro.
Era raro porque aún era de día.

Siguieron caminando hasta finalmente dar con aquel espacio mágico que habían dejado hace rato.

El mexicano se sorprendió al ver lo que tenía en frente.

—. Que es esto?...—. Preguntó comenzando a jugar con las luces.

Una de todas ellas comenzó a dar vueltas alrededor de él.

México sonrió sintiendo amor en el ambiente.

Rusia lo tomó suavemente de la mano guiándolo hasta el centro de la estructura.

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