𝐏𝐚𝐫𝐭𝐞 𝐓𝐫𝐞𝐢𝐧𝐭𝐚 𝐲 𝐓𝐫𝐞𝐬

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«Hace veintiún años atrás»

Sus largos cabellos rosados estaban sueltos y danzaban con el viento. La libertad que poseía al ser una concubina de bajo rango, le permitía a Evangeline Green ir y venir libremente por Obelia.

Danzando por el mercado de Obelia, Evangeline observa las pintorescas locaciones, como es una pequeña frutería donde la amable señora le dedica una sonrisa y cálidas palabras. Sus ojos amarillos, pasean hacia muchos puntos del mercado, hay personas que le saludan, preguntan por sus días y ella responde con calma y alegría. 

Obelia es muy diferente a Eorka. Donde Evelyn era considerada la flor de la sociedad en ascenso, ella era la hermana marginada, la hija que el conde despreciaba solo por no ser una belleza como su hija más joven, pero aquello no le importaba.

Se detiene un momento a comprar algunas manzanas, cuando de pronto, una voz llama su atención.

—Hermana— dicen y su cuerpo tiembla, conoce esa voz, esa maldita voz.— Es bueno verte

Evangeline voltea y siente que el terror se apodera de ella. Evelyn está frente suyo, luciendo aquella molesta sonrisa que siempre le hacía salirse con la suya, vestía una hermosa tela y joyas envidiables, pero tampoco es que a ella le importe, pues el emperador de Obelia también le regalaba ciertas cosas.

—¿No vas a saludarme, hermana?— interrogó ella, dando un paso al frente

—Es bueno verte— asegura con calma, sin importarle la mueca que hacia en ese momento

—Veo que el emperador no adiestra bien a sus perras— se burló ella, mientras tapaba su rostro con el abanico morado y dejando ver el enorme anillo que ella llevaba en su dedo anular.— Recuerda hermana, yo soy la duquesa, me tienes que saludar como tal

—Puedes ser la duquesa, pero sigues siendo una niña mimada, Evelyn — comentó Evangeline con calma, mientras se dirigía a uno de los puestos y tomaba varias manzanas.— Hablando de niños mimados, ¿Cómo esta Derrick? ¿Ya deja de esconderse debajo de tus faldas?

—¿Cómo te atreves a hablar de mi hijo?— interrogó furiosa la de cabellos rosados.— Mi niño será el mejor de todos

Evangeline hace una mueca y paga las pocas frutas que ha tomado, una de las concubinas que había salido con ella en grupo, le hace señas de que ya casi era hora de volver con los guardias asignados.

—Si no tienes nada más que decir, me tengo que ir, la debutante será pronto y el emperador nos ha dado algunas días libres— expresó con calma Evangeline, mientras caminaba hacia donde estaba ubicada la fuente principal.— Adiós Evelyn

—Espera, necesito pedirte un favor— dice, su voz ya no suena engreída, parece que ciertamente necesita su ayuda en algo.— Toma el té conmigo mañana, por favor

—Lo pensaré— dice Evangeline, quien ciertamente no quería estar cerca de su hermana en ningún momento

Evelyn observa a Evangeline irse y sonríe. Si todo salía como deseaba, no tendría que volver a repetir la acción de hace tres semanas.

Evangeline por otro lado, pensó en todo el día aquello dicho por su hermana y lo había comentado con algunas pocas amigas que había hecho. Muchas le habían dicho que a lo mejor su hermana necesitaba ayuda en algo y solo en ella confiaba, otras pocas le dijeron que no se confiara, que no siempre los hermanos eran buenos, pero al final, había ido a buscar a su hermana.

𝐓𝐨𝐦𝐚 𝐌𝐢 𝐌𝐚𝐧𝐨 «𝐏𝐞𝐧𝐞𝐥𝐨𝐩𝐞 𝐄𝐜𝐤𝐡𝐚𝐫𝐭»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora