𝐏𝐚𝐫𝐭𝐞 𝐂𝐢𝐧𝐜𝐨

2.6K 292 104
                                    

Las manos de Callisto sostenían la respuesta del imperio de Obelia, pero no había pensado que justamente tendría una respuesta tan pronto. Sus ojos rubíes se posan nuevamente en las palabras que hay escritas, mismas que con tan claras como el mismo día.

Estimado «C»

Gracias por compartirnos la ubicación de mi nieta y mi deber es informarte que mi hijo va para allá con un fuerte escuadrón que le cubrirá la espalda si el ducado Eckhart no le entrega de manera pacifica a mi hijo; mi amada nieta.

Saludos, G. Robane.

Callisto resopla. Algo le dice que no habrá nada pacífico ahí, porque si había algo que recordaba, era la manera en que los Robane se volvían agresivos y más sádicos que él mismo.

—¿Su alteza?— cuestiona de pronto Cedric, mientras se acerca a él con varios papeles —¿Esta bien? Le he traido unos papeles

—Dámelos— pide tranquilamente Callisto, mientras estira su manos hacía donde estaba el de lentes —¿Hay algo más para firmar?

—Bueno, la reina no puede hacerse cargo del presupuesto para la competencia de caza, solamente ha podido hacer las invitaciones — expresa Cedric, temiendo que Callisto maldijera, pero en su lugar, lo vio ponerse de pie —¿A dónde va, su alteza?

—Dame un momento, estoy pensando en si no hacer nada y dejarla como una mujer estúpida que solo sirve como accesorio o hacerme responsable de todo y mandarla a ella y al emperador a otro lugar— dice Callisto, mientras se apoya en el marco de su ventana y sonríe suavemente —No, ya se que voy hacer

—Su alteza, me esta dando miedo— expresa Cedric con temor

—Tranquilo, nadie saldra muerto- le dijo, mientras sonreía un poco más —Aún

«Si estoy en lo correcto, el duque no vendrá solo, sino con el príncipe Anastacius y eso me podría servir» piensa para sí mismo Callisto

Anastacius, su mente viaja hacia el imperial de cabellos tan rubios como los de él y un recuerdo se apodera en ese momento de su mente.

El palacio Esmeralda era bonito, con amplios jardines que habrían maravillado a su madre si estuviera viva, con un lago cerca y un kiosko que ahora lo resguardaba del intenso sol de aquel día. Sus ojos rubíes se posan en el rosal que hay cerca, sus rosas son de un color tan rojo que él pensaría que era del mismo color de la sangre, las rosas que eran las favoritas de Penélope por su suave aroma y su delicadeza.

—Hermano— llaman de pronto, y sus ojos rubíes se posan en la niña de cabellos castaños que le sonríe suavemente —¿En que estás pensando?

—En diversas cosas, Jeannette — asegura, ya se estaba acostumbrado a tratar a las dos princesas como sus propias hermanas, aunque no termina de acostumbrarse de lo que esta ocurriendo y el porque es llamado como «hermano» —Pero dime, ¿Dónde esta Athanasia?

La pequeña castaña golpetea suavemente la taza, y tararea.

—Lucas y Kiel han venido a verla— expresa ella con tranquilidad —Y el tío Claude está espiándolos para ver en que momento matarlos

—¿Y su alteza imperial?— cuestiona en voz baja

—¿Padre? Bueno él, esta viendo lo del banquete de cumpleaños de Athy— expresa ella

Estaba curioso por aquello, cuando el mencionado llegó, con varios papeles a la mano, y lucía cansado.

Padre— saluda alegre Jeannette -¿Qué hace usted acá?

𝐓𝐨𝐦𝐚 𝐌𝐢 𝐌𝐚𝐧𝐨 «𝐏𝐞𝐧𝐞𝐥𝐨𝐩𝐞 𝐄𝐜𝐤𝐡𝐚𝐫𝐭»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora