𝐓𝐨𝐦𝐚 𝐌𝐢 𝐌𝐚𝐧𝐨 «𝐏𝐞𝐧𝐞𝐥𝐨𝐩𝐞 𝐄𝐜𝐤𝐡𝐚𝐫𝐭»

𝐏𝐚𝐫𝐭𝐞 𝐕𝐞𝐢𝐧𝐭𝐢𝐬𝐞𝐢𝐬

La llegada del emperador Claude de Alger Obelia, provoco ciertos acontecimientos, pero el más destacado, fue el saber que el segundo nombre de la ahora conocida Penélope Claudette Robane, venía del cariño que el duque Robane, sentía por su hermano jurado, el emperador. 

Penélope, quien desde que había llegado a Eorka, solo había tenido el afecto de su nana, ahora se sentía un poco cohibida. Las atenciones que el emperador le daba eran sorprendentes, el mismo emperador que era conocido por ser un tirano, se derretía al abrazo de su hija, o parecía flanquear cuando su sobrina orbitaba alrededor de él, incluso ella parecía tener un efecto en el gobernante de cabello dorado. 

Ahora, a pesar del incidente sobre el intento de asesinato hacía Callisto y el juicio sobre su custodia, la competencia de caza continuo. 

Las noticias volaban rápido y pronto, la tercera tienda de los Eckhart, que había estado ocupando Penélope, fue desinstalada, la ropa que había llevado; después de un arrebato por parte de Derrick Eckhart, fue cambiada en su totalidad, pues el joven duque había hecho un berrinche muy notorio.

La elección del ganador sería en un día, y si bien tanto el soberano de Obelia como su heredera no participaron, eso no evito que una entusiasmada Jeannette tratara de encontrar presas para su prima. 

El emperador, quien había decidió quedarse, le había dado permiso total a Penélope de trasladarse al palacio de inmediato y su padre, no dudo en llamar a una modista (que no estuviera vinculado con Eckhart o sus alrededores) y le había mandado hacer más ropa. 

Ese día, mientras se trasladaba, algo que jamás pensó que pasaría, ocurrió, pues mientras se despedía del duque, quien no le miraba, fue la voz de Reynold quien habló.

—¿Te vas? ¿Así sin más?— interrogó

Pero Penélope no hizo por responder y con la carta de renuncia de Emily frente al duque, ella ya no tenía porque decirle lo que su joven señorita haría de ahora en adelante. 

—Hago— asintió Penélope, sin darle la mayor importancia 

—Penélope, tu no...

—Si le preocupa todo el dinero que gaste, mi padre y padrino están seguros de cubrirlos— cortó de golpe al duque, quien se le quedo viendo con tristeza —Su excelencia 

—Hija...
—Pequeña duquesa 

Ahí, justamente frente a todos ellos, había dos llamados diferentes. Una de un padre arrepentido por apenas darse cuenta que había perdido a la niña que había adoptado, a la niña que debió de haber educado como si fuera su propia sangre y carne, y no como el remplazo de su hija desaparecida, y el otro, era la de un padre que añoraba la idea de recuperar el tiempo perdido con su hija, justamente en medio de ellos, estaba la niña que había volteado todo a su favor. Y solo unos pasos más atrás, el emperador de Obelia se encontraba. 

—Gloria y bendiciones sobre el sol de Obelia— saludo Penélope, porqué podría ser la ahijada del soberano, pero jamás dejaría en vergüenza a su padre. —Es un gusto verlo ma...

—Padrino— corrigió Claude, mientras le daba una sutil sonrisa a su ahijada, sonrisa que solo era reservado para quienes realmente amaba 

—Penélope— llamó el duque, al notar que la atención de la niña estaba en esos dos sujetos—Por favor 

Suplica, él va a suplicar por la atención de la niña de cabello magenta, pero jamás imagino lo que le dirían. Lo que ella le diría. 

—Sabe algo duque, se que mi comportamiento nunca fue el mejor, pero usted jamás me pregunto lo que pasaba, incluso dejaba que Derrick me dejara sin comida, creyendo que era un simple arrebato de rebeldía— dijo ella, sus ojos verdes griseases hacen temblar al duque, más ahora que se da cuenta que es el mismo color que ese sujeto —Así que no pasa nada duque, ahora mismo, solo quiero volver con mi familia