𝐏𝐚𝐫𝐭𝐞 𝐂𝐮𝐚𝐫𝐞𝐧𝐭𝐚 𝐲 𝐒𝐢𝐞𝐭𝐞

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Con la varita del espejo en la mano, el príncipe heredero, la princesa heredera y el duque Robane, lograron escapar del lúgubre templo o tumba de la antigua Leila.

—¡Yala Bula Artino!

Habían salido del lúgubre desierto con Félix recitando hechizos más locos que los más jóvenes nunca antes habían escuchado, si es que habría más locos, no lo sabían a ciencia cierta, pero habían logrado llegar a la costa sin ningún problema.

—¿Cómo salimos de aquí?

Miraron el mar infinito, sintiéndose, padre e hija, abrumados.

—A mi no me molestaría quedarme aquí— sonríe alegre Callisto

A diferencia de los Robane, que estaban preocupados, el príncipe heredero dijo tonterías con una mirada tan calmada que parecía tomar en cuenta las cosas.

—Por favor, deja de tonterías— comentó Penélope, frunciendo el ceño y mirando mal al rubio

—Princesa es cruel— dramatizo Callisto, mirando a donde estaba su prometida —Padre, dígale algo

—¡Pues mira a tu alrededor!— exclamó Penélope, señalando el extenso mar y las dunas que se forman detrás de ellos —No hay nada

—No te preocupes. No dejaré que te mueras de hambre, soy bastante bueno cazando— sonrío Callisto, ganando también una risilla de Félix —¿Les gusta el pescado?

—¡Callisto!— le gito

Mientras ellos reían, Félix miró alrededor. Podría sentir la magia alrededor de ellos como una barrera, estaba claro que tenía como fin, evitar que cualquier cosa entrara o incluso saliera. Supira y llama la atención de sus hijos.

—¡Sebastián! ¡Es una orden, rescatanos!

El viento que no había soplado en lo absoluto, lo hizo, la arena que había se revoloteo alrededor, sabían que si bien, Sebastián no podría llegar hasta donde estaban ellos, podía escuchar las órdenes del pelirrojo, por lo que se sentaron en la arena.

—Callisto— llamó Penélope a su prometido —¿Sabes si en el palacio están los colmillos de dragón?

—Deben de, son parte del símbolo del imperio, el tesoro del emperador— aseguró el rubio mientras jugueteaba con la arena

—¿Tesoro?— preguntó Félix, mientras fruncía el ceño y miraba al rubio —De ser así, la magia del colmillo es casi tan fuerte como el árbol del mundo, por lo que de ser así, Leila está apuntando de alguna manera al colmillo, su alteza y su majestad podrían estar en peligro

Callisto asintió. Penélope lo miró. En bucles pasados, Ivonne se hacía rápido de los colmillos, jugaba a ser la emperatriz perfecta y después, consumía al mundo completo. De repente una vibración fuerte y familiar sonó desde algún lugar. Sorprendidos, miraron a Callisto, quien tomó una bola de cristal con magia comunicativa.

—Cuánto tiempo sin verte, Cedric Porter— se burló Callisto

¡Su majestad! ¿Adónde diablos fuiste antes de la misión repentina?

La voz de Cedric era casi un grito total, parecía histérico, pero pronto, quién reemplaza su imagen es Sebastián, quien le sonríe a sus amos y al imperial.

—Tenemos malas noticias— dijo, mirando a todos y después suspirar —El ejército rebelde está a la vuelta de la esquina, pero el comandante desaparece de repente y yo tengo una orden de rescatar a mis amos, por lo que debo de preguntar, ¡¿Dónde están?!

—¿Muertos?

—Ninguno, ganamos— aseguró Cedric

—Buen trabajo, confiaba en ustedes...

𝐓𝐨𝐦𝐚 𝐌𝐢 𝐌𝐚𝐧𝐨 «𝐏𝐞𝐧𝐞𝐥𝐨𝐩𝐞 𝐄𝐜𝐤𝐡𝐚𝐫𝐭»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora