𝐏𝐚𝐫𝐭𝐞 𝐓𝐫𝐞𝐢𝐧𝐭𝐚 𝐲 𝐒𝐢𝐞𝐭𝐞

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Negrita: Leila
Cursiva: Ivonne / Recuerdo
Negrita y Cursiva: Leila e Ivonne hablando

Aviso: Se va a tocar un tema casi al final que pondrá a muchos con los pelos de punta y les hará explotar.



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Robar un cadáver no era algo fácil, a veces. Con la noche sobre sus cabezas, la delegación de Obelia, junto a su emperador y el duque de Tempes, estaban llevando acabo la operación de robarse el cuerpo que el duque Gilbert Eckhart había enterrado hace más de una década y media atrás. 

Con ropa ligera sobre sus cuerpos y palas en sus manos, Félix y Roger estaban cavando sobre la tierra que había dejado paso a unas hermosas y llamativas flores, y por unos segundos, le recuerdo del segundo maestro Eckhart haciendo brotar espinas, les llego a la mente. 

—Esto terminara muy mal— aseguró Claude, mientras miraba el hoyo que su fiel amigo estaba haciendo 

—Contigo alrededor, siempre termina mal— comentó seguro con sus palabras Anastacius 

—No vayan a pelear niños— dijo Roger de pronto, mirando a ambos hermanos de cabellos rubios

Anastacius aprovecho a sacarle la lengua a Roger, un gesto infantil que divertía a su hermano el emperador; aunque este mismo no lo diría en ningún momento.

—Hablando de niños, ¿Dónde están los mocosos?— interrogó Orión, mirando a su alrededor

Félix entierra la pala en la tierra y da un respiro rápido, quitándose el sudor del rostro, mira a donde esta su cuñado.

—Dormidos— respondió con calma, mientras miraba a donde estaban los imperiales. —Las princesa se han quedado con Penélope, Sir. Lucas está compartiendo la habitación con el príncipe Ijekiel, el príncipe Callisto está haciendo algo que no se y Reynold está durmiendo en la que esta a lado de la habitación de Penélope

—¿Es prudente dejar al niño Eckhart cerca de nosotros?— interrogó Orión mirando al pelirrojo y después a los demás

—La pregunta correcta es si, ¿Es prudente dejar al mago de quinta cerca del perro junior?— expresó Claude

Roger no se molesta en corregir al emperador, de hecho a él también le preocupa demasiado que su hijo esté cerca del mago. No sabía porque, pero temía que el mago pervirtiera a su joven hijo.

—Roger, sigue cavando— pidió Anastacius de pronto, al ver que el duque se detiene un momento 

—Te puedes esperar, por favor— pidió el albino, mientras se secaba el sudor de la frente 

—Si, Cius, deja que tu marido se seque la frente— comentó con calma Orión, con una sonrisa burlona en su rostro 

Claude se río. Anastacius tuvo la vergüenza de sonrojarse, mientras que Roger prefería mirar hacía otro lado. 

𝐓𝐨𝐦𝐚 𝐌𝐢 𝐌𝐚𝐧𝐨 «𝐏𝐞𝐧𝐞𝐥𝐨𝐩𝐞 𝐄𝐜𝐤𝐡𝐚𝐫𝐭»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora