Treinta y dos

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Tras dormir profundamente una noche más, Pon se despertó en la cama del apartamento en donde se había estado quedando esa semana pero todavía se notaba muy cansado y tremendamente malhumorado.

Ese refugio al otro lado de la ciudad era donde el omega había encontrado un lugar lejos de miradas y vecinos cotillas y en un barrio bastante tranquilo, en el cual tras un gran portón de metal tenía su propio mundo

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Ese refugio al otro lado de la ciudad era donde el omega había encontrado un lugar lejos de miradas y vecinos cotillas y en un barrio bastante tranquilo, en el cual tras un gran portón de metal tenía su propio mundo.

Luego de dejar la casa del alfa que debía haber matado y que creía que le había arruinado su vida, el omega apenas había podido soportar su existencia.

Lo cierto era que a pesar de que se había tomado la medicación, su cuerpo parecía no querer entender que Sailub no era su dueño y que él era un omega fuerte y autosuficiente.

Estaba muy intranquilo pues tenía miedo de que ese lazo solo le trajese desgracias, ya que si no podía hacer bien su trabajo, perdería dinero.

Debía resistirse pues la torpeza cometida solo le había llevado hasta una horripilante vida de esclavitud pues en todo su tiempo como asesino a sueldo, jamás había cometido semejante error de dejarse marcar por un alfa.

No sabía el porqué con Sailub había sido distinto pues él no creía en el destino, ni en el amor eterno pues su vida familiar había consistido en ver sufrir a su madre día tras día, debido a un alfa tras otro, los cuales solo se aprovechaban de ella, hasta que finalmente había acabado muerta y él había terminado en un orfanato.

Durante su adolescencia, había pasado por varias casas de acogida pero ninguna había sido buena, ya que donde no lo habían despreciado, lo habían golpeado.

Tras cumplir los dieciocho y vagabundear por las calles, este había acabado en manos de una Corporación liderada por un gran alfa, la cual le había enseñado todo lo que sabía para ganarse la vida.

Sus trabajos iniciales habían sido duros pues él nunca había matado a nadie pero sorprendentemente, pronto le había cogido el gusto y se le había dado muy bien hasta la fecha.

Luego de soltar unas cuantas maldiciones, Pon se levantó y se tomó dos pastillas más, entonces se metió en la ducha y lloró como nunca lo había hecho.

El omega estaba atónito ante todo lo que le estaba ocurriendo y muerto de miedo decidió llamar por teléfono a su instructor, del cual no había sabido nada desde un par de años atrás.

Un alfa llamado Zorro, era en quien el omega más confiaba pero sin embargo, apenas le entendió nada de todo lo que le decía pues este no dejaba de hablar atropelladamente, así que finalmente quedaron para verse.

Un par de horas más tarde, el omega se bajó de su moto y caminó con nerviosismo hacía la clandestina propiedad, en la que había pasado los últimos cinco años de su vida, antes de independizarse.

Con su mano algo temblorosa, este tocó el timbre y a continuación entró en cuanto la gran verja se abrió.

Una doncella le abrió la puerta de la casona, entonces este caminó por el gran corredor hasta llegar a la puerta del despacho de su antiguo instructor.

1. Soy tu dueño - PavelPooh TerminadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora