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Las puertas del palacio se cierran a mi espalda y la sonrisa que había plasmada en mi rostro desaparece. Masajeo mis mejillas. Están adoloridas de tanto que me he estado forzando a sonreír. Detesto tener que fingir, pero lo último que necesito es que algún periodista se haga con el titular: "Al Príncipe le molesta regresar a casa". Ya suficientes tonterías publican sobre mis motivos para no haber estado viviendo en el país en los últimos años.

Y sí, estoy molesto, pero no por regresar a mi patria, sino por la razón que me ha obligado a volver.

Mi padre, el Rey Thomas, me espera al pie de la escalera.

Es claro que está molesto.

Dejé a nuestro embajador en China y unos ministros esperando gracias a mi repentino cambio de planes.

Ya bastante raro es que yo acepte hacer algo de trabajo diplomático mientras estoy en mis viajes, así que estoy seguro de que él estaba muy ansioso por este encuentro.

—A mi oficina —es todo lo que dice antes de echar a andar hacia ella.

Lo sigo. En el interior de esta encuentro al resto de mi familia.

Mi madre viene hacia mí rápidamente y me envuelve en un abrazo.

—Dime que no es nada malo lo que te ha hecho volver de manera tan abrupta —me pide ansiosamente.

—Eliza —dice mi padre—, tranquila, él está en una sola pieza, así que no puede tratarse de nada muy grave.

—Pero nunca antes había regresado sin avisar —insiste mi madre—. Por lo general tenemos que rogarle para que nos haga una visita.

—A mi parecer ha vuelto exclusivamente para alborotar a la prensa —dice Papá—. Han empezado a especular sobre si estoy enfermo y él ha venido a prepararse para tomar su lugar. Con eso de que ha anunciado que su regreso es definitivo.

—Creo que podremos saber sus motivos si le dejamos hablar —Interviene mi hermana menor, Katerina, sin despegar la mirada de la revista que tiene en manos.

—Y así podremos dar por terminada esta absurda reunión familiar —agrega mi otra hermana, la más pequeña, Amelie, que está en esa etapa de la adolescencia en la que consideran que todo lo que su familia busca es arruinarles la vida.

Mi padre va hasta su escritorio y toma asiento. Mi madre retoma el lugar que antes había ocupado entre mis hermanas en el sofá de la pequeña —bueno, quizás no tan pequeña— sala en el centro del despacho.

Todos me miran a la espera de que tome la palabra.

Mientras me alejo de la puerta me pregunto qué debo decirles. "He regresado por un arranque de ira ocasionado por su adorada Rosalie" no parece ser lo correcto. En primer lugar porque a pesar de estar molesto con ella no quiero hacerles saber que los ha estado engañando por casi un año. Y en segundo lugar porque aún no he decidido qué voy a hacer para vengarme por haberse burlado de nosotros de tal manera —y cuando digo nosotros, me refiero a mí—. No puedo creer que haya sido capaz de hacerme esto.

—Era hora de regresar —digo—. Y me alegra que me reciban con tanta calidez—agrego con sarcasmo.

—Si querías un mejor recibimiento debiste hacer las cosas de mejor manera —replica Papá—. Y hace mucho tiempo que era hora de que regresaras y no lo habías hecho. Di la verdad.

Debí haberlo esperado, no será fácil escapar de esto sin una explicación convincente. No quiero hablarles de lo que ha hecho Rosalie hasta que arregle mis pendientes con ella. No la dejaré salirse con la suya tan fácilmente.

Princesa a la fuerza (Historias de Redomia #1) (DISPONIBLE EN FÍSICO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora