Hice todo lo posible por evitarla hasta el día pautado para el encuentro y lo logré. Aunque no sin mucho esfuerzo. Mi familia no dejaba de insistir en invitarla a casa o en que fuera a verla. Parecen temer que vaya a cambiar de opinión y cancelar la boda, lo que les obligaría a dar muchas explicaciones a toda la prensa interesada.
Entro al restaurante en que ha decidido que nos encontremos tratando de no llamar mucho la atención. Aún no puedo creer que ella organizara este encuentro en público. Y el hecho de que esperara hasta sólo unas horas atrás para avisarme y que luego no respondiera a mis llamadas me indica que lo ha hecho adrede. ¡Esa mujer quiere hacerme quedar en ridículo!
—¡Andrew! —me llaman a voz en grito y no necesito girarme para saber que es ella.
Cuando me doy la vuelta veo su sonrisa triunfal, ha logrado que todos se enteren que estamos aquí y la vean del brazo de otro hombre. Quien está evidentemente sorprendido por el comportamiento de su acompañante.
Camino hacia ellos con naturalidad y extiendo mi mano con cortesía al hombre... a Sam.
Él estrecha mi mano sin hostilidad —lo que ciertamente no esperaba— y yo olvido mi intención inicial de medir fuerzas con el apretón.
—Un gusto conocerle al fin, Su Alteza —dice.
Me limito a forzar una sonrisa, no puedo decir lo mismo.
Me inclino entonces hacia mi tramposa prometida y deposito un beso en su mejilla. Coloco una mano en su cintura y la atraigo hacia mí, lo que la obliga a soltar el brazo de Sam.
—¿Por qué no vamos a nuestra mesa? —sugiero.
Somos guiados rápidamente hasta una mesa en el área privada del lugar.
—¿Se puede saber por qué no estamos cenando en tu casa? —pregunto entre dientes mientras avanzamos.
—Pensé que sería una buena idea salir un rato —responde encogiéndose ligeramente de hombros.
Aprieto la mandíbula, pero no digo nada.
Al llegar hasta nuestra mesa me aseguro de que Rosalie tome asiento a mi lado. No necesito ser el hazme reír de todo el reino por titulares de como mi prometida está toda amorosa con otro hombre en mi presencia.
El proceso de ordenar la comida se da bajo un muy incómodo silencio, y el que los meseros y demás empleados estén tan solícitos que resultan molestos no ayuda en nada a que se inicie una conversación.
Me tomo la libertad de observar a Sam con atención, a simple vista no parece la gran cosa y la verdad me desconcierta que pueda mantener una sonrisa tan sincera en su rostro bajo estas circunstancias.
—¿No te incomoda toda esta situación? —No puedo evitar preguntar.
—No mucho —dice con tranquilidad.
—¿No consideras preocupante que tu... pareja... esté comprometida con otro?
—No —dice y me sostiene la mirada—. Después de todo ni siquiera es una relación que ella eligió.
Su actitud empieza a irritarme un poco.
—Pero aún así —retomo— está comprometida conmigo.
—Sí, pero es a mí a quien ama.
Su respuesta me deja sin palabras.
*
«¡Vaya!», pienso.
Me pregunto por qué Sam no se dedica mejor a la actuación. Sus últimas palabras sonaron tan seguras que hasta yo me creí por un segundo que realmente lo amaba.
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Princesa a la fuerza (Historias de Redomia #1) (DISPONIBLE EN FÍSICO)
RomanceMuchas mujeres pasan años soñando con la llegada de un Príncipe Azul, pero... ¿Qué harían si llegara un príncipe real de la mano de todos los compromisos que su cargo representa? ¿Y si estuvieran obligadas a casarse con él? ¿Y si encima fuera su ex...