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Estoy paralizada. Dos enormes ojos marrones están clavados en mí firmemente mientras su babosa lengua cuelga fuera de su boca y unos filosos colmillos asoman. Quiero salir corriendo aun cuando racionalmente sé que supero a la pequeña cosa esa en tamaño y fuerza.

El animal suelta un débil ladrido y doy un respingo, lo que me avergüenza profundamente ya que todos me miran con evidente confusión.

—¿Estás bien? —pregunta Sam, quien asumo sólo trata de representar su papel de novio preocupado.

—Por supuesto —logro articular.

Andrew me mira con una sonrisilla burlona dibujada en su rostro mientras acaricia las orejas del perro.

—¿Y dime? —dice Jenny—. ¿Te gusta tú regalo?

Miro a la bola de pelo y baba que Andrew sostiene y mi rostro se contrae involuntariamente.

—Es... encantador... —digo forzándome a sonreír—. Pero no...

—¿Qué sucede? —la expresión de Jenny se tiñe de pesar—. ¿No te gusta?

—No, no, no es eso —Me apresuro a negar—. Es sólo que no creo que podamos aceptarlo.

—¿Por qué no?

—Eh... no lo sé —digo—. No siento que seamos capaces de cuidarlo. ¿No, Andrew?

Espero que esté dispuesto a cooperar y me permita salir de esta situación rápidamente.

—Creo que podemos hacerlo —dice sin dudar.

No debería sorprenderme que esté disfrutando con mi sufrimiento.

—¡Excelente! —exclama Jenny—. ¿Qué nombre le pondrán?

—Mmm... —Andrew parece estar sopesando seriamente un nombre—. ¡Ya sé! Alie.

No puedo evitar elevar los ojos al cielo al escuchar el nombre. Sé muy bien de donde lo ha sacado y me parece bastante cursi como para haber salido de él. Es su manera de recordarme que me está obligando a fingir que somos una gran pareja.

—No sé —digo sin poder evitarlo—. Me gusta más Salie.

La expresión de Andrew va de la burla a la ira en sólo un nano segundo y luego a la indiferencia a la misma velocidad.

—¡No! —rechaza Jenny—. Alie es mejor. De Andrew y Rosalie. Me gusta ese.

—¡Es cierto! —digo como si no lo hubiese notado hasta ese momento—. Sí, ese es mejor.

Sé que seguir insistiendo en el otro nombre tras haber escuchado el razonamiento de Jenny sería sospechoso, por lo que mejor no darle largas al asunto. Además debo admitirlo: Alie me gusta más.

Luego de superar la emoción del regalo y su nuevo nombre —y de repetírselo al animal un millón de veces como si esperara que aprendiera a responder a este en sólo unos minutos—, Jenny procede a hacer la presentación oficial de los señores que le acompañan, que resultan ser sus padres. Y esto lleva a por lo menos una docena de "presentaciones oficiales" más.

Es un poco molesto que personas que nunca se habían acercado a mí, a pesar de que estuve viviendo aquí por casi un año, de pronto se comporten como si fuésemos amigos íntimos. Pero dado que las forzosamente alargadas conversaciones con esas personas me mantienen alejada de los perros cuyos ladridos llegan hasta mí de todas direcciones, no voy a quejarme.

*

Rosalie está tan tensa que temo que en cualquier momento pueda sufrir un colapso nervioso. Se mantiene a varios metros de mí, y en esta ocasión no se debe a que esté molesta conmigo, sólo trata de mantenerse alejada de la pequeña Alie que descansa entre mis brazos.

Princesa a la fuerza (Historias de Redomia #1) (DISPONIBLE EN FÍSICO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora