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Vuelvo a mirar la hora en mi reloj. ¿Cuánto más tardará esta mujer?

Sé que lo está haciendo a propósito. Trata de reducir al mínimo el tiempo que pasa a mi lado.

Debo admitir que yo también me siento algo nervioso ante la perspectiva de esta fiesta pues será la primera vez en que convivamos por más de unos minutos —y sin nuestros padres presentes— desde que confesé que sigo loco por ella.

Aún no logro entender que rayos estaba pasando en mi cabeza como para creer que decir eso bajo nuestras circunstancias actuales era una buena idea.

Ahora paso la mitad de cada día recordándome que aún cuando yo la ame, el retomar nuestra relación no es una opción.

Por suerte quedó entre nosotros un acuerdo tácito de que no mencionaríamos el asunto y que simplemente haríamos de cuenta que esa conversación jamás pasó.

Lo que por supuesto sería muchísimo más fácil si no fuera obvio que se ha resentido nuestra tregua.

—Ya podemos irnos.

Me giro para ver a Rosalie.

Decir que está hermosa es quedarse corto. Y mientras aprecio el como el vestido que lleva se ajusta a ella como un guante me repite una voz en algún rincón de mi mente que no debo mirarla demasiado.

Por su expresión no puedo deducir si su humor ha mejorado o no.

Ha estado refunfuñando desde que mi madre la obligó a venir desde temprano en la mañana y arreglarse en Palacio para salir juntos desde aquí hacia la fiesta.

—¿Nos vamos? —pregunto tendiendo mi brazo.

—Sí —dice ella aceptándolo sin emoción.

Esta será una larga noche.

Caminamos en silencio hasta donde Don espera junto a Cole, el menor de sus hermanos.

—¿Cole? —pregunta Rose confundida—. ¿Dónde está Tony?

—Aquí estoy, señorita —dice Tony a nuestra espalda—. Iré en el otro auto —explica.

—¿Me estás evitando, Tony? —pregunto con humor.

—¿Por qué debería? —replica tranquilamente.

—Quizá porque dijiste que me elegirías a mí y claramente no lo hiciste.

—Las prioridades cambian, señor.

Rosalie ríe.

—Sam es mucho mejor partido —bromea.

Parece que no está todo perdido. La noche aún es salvable.

—Vaya, gracias —digo divertido—. Será mejor que nos pongamos en marcha.

—¿Pero qué pasa con Katerina? —pregunta Rosalie mientras se acomoda en el asiento del auto—. ¿No asistirá a la fiesta?

—La señorita Katerina no irá a ningún lado esta noche —informa Cole.

—Eso es claro ya que tú estás aquí y no la dejan ir a ningún lado sin ti.

—Al parecer Katerina está castigada —explico.

—¿Ah sí? —dice mientras se acomoda en el asiento—. ¿Qué hizo esta vez?

—Creo que tiene que ver con su última salida —digo encogiéndome de hombros—. En fin, supongo que es justo para Cole, necesitaba una noche de relativa paz y tranquilidad ¿no? Custodiarnos a nosotros luego de ser la niñera constante de Katerina debe parecerte unas vacaciones.

Princesa a la fuerza (Historias de Redomia #1) (DISPONIBLE EN FÍSICO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora