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No sé cuánto tiempo he estado parada sin moverme en el mismo lugar, pero creo que ha sido el suficiente como para que empiecen a plantearse venir por mí, así que decido ponerme en movimiento.

Aún no logro comprender del todo lo que está sucediendo. Voy a casarme en cuatro meses con el hombre con el que he estado comprometida desde mi nacimiento únicamente porque éste así lo ha decidido.

Sé que le molestó el descubrir que estaba escapando —de nuestra situación—, pero no entiendo como el casarse conmigo arregla esto.

Creo que simplemente debió acusarme, se habría vengado. Yo habría quedado muy mal delante de nuestros padres, y estoy segura de que eso nos habría librado de este matrimonio definitivamente. ¡Al final los dos ganábamos!

Me detengo antes de abrir la puerta que da al salón.

¡Ese es su problema! ¡Quiere una venganza real! Si resultaba que se cancelaba la boda al todos descubrir que detesto la idea de este casamiento tanto como para escapar, yo habría ganado. Pero ahora que sucederá justo lo que buscaba evitar significa que he perdido. La idea de verme sufrir es lo suficientemente satisfactoria para él como para obviar su propia aversión hacia todo el asunto.

Una sonrisa surca mis labios.

Si resulta que yo no sufro... él estaría perdiendo en su propio juego.

Ya sé lo que tengo que hacer.

Él sabe que no seré capaz de decir abiertamente a ninguno de los que esperan al otro lado de la puerta lo mucho que odio aquello que ellos tanto han anhelado y espera verme rogarle que nos saque de esta situación porque no me atrevo a ser yo quien rompa sus corazones, pero si no ve me actuar como él espera y no obtiene la satisfacción que espera recibir de mi pesar no tendrá otra opción más que acabar con la farsa.

No lo imagino realmente casándose conmigo si no me ve llorar por ello.

Entro a la habitación sin que la gran sonrisa abandone mi rostro.

—¿Estás bien? —pregunta el Rey Thomas al verme entrar.

No dudo que mi reacción le haya hecho sospechar de lo que ha escuchado. Siempre ha sido muy perspicaz, es algo imprescindible para su labor.

—Perfectamente —digo con tranquilidad y voy a sentarme junto a Andrew.

Tomo su mano entre las mías tras dejarme caer a su lado despreocupadamente. Veo la sorpresa cruzar por su rostro, pero no permite que dure más de unos segundos.

—¿En qué estábamos? —pregunto tratando de ocultar la satisfacción que me produce el haberlo desconcertado.

—Andrew nos decía que les gustaría hacer la fiesta de compromiso en dos o tres semanas —dice la Reina Eliza.

—Así es —afirmo serenamente.

—Aunque no creo que podamos mantener a la prensa fuera de esto hasta entonces —dice mi madre—, todos están en la búsqueda de la explicación del repentino regreso del Príncipe.

Aquello me toca una fibra sensible. No quiero a la prensa involucrada. Si todos en el país se enteran de que tengo este tipo de relación con el príncipe mi vida no podrá ser normal aun cuando esta tontería se cancele. Por el contrario, me recordarán por siempre como la que casi se convirtió en princesa.

—Creo que podríamos dar una conferencia de prensa antes de la fiesta para explicar sobre los planes. Quizás en una semana —sugiere Andrew.

La sonrisa en su rostro, tan amplia que casi toca sus orejas, me deja saber que no espera que esto lo tome con calma.

Princesa a la fuerza (Historias de Redomia #1) (DISPONIBLE EN FÍSICO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora