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Lo último que me apetecía era recibir visitas el día de hoy, pero no tengo fuerzas para discutir con mi madre.

Me hago a un lado y le dejo pasar en el apartamento.

Mis ojos están rojos e hinchados. Lo que es de esperarse ya que he estado llorando casi toda la noche.

Sé que todos están preocupados por mí. No he respondido a ninguna de las cientos de llamadas que me hicieran desde que saliera de palacio ayer.

Sé que es mucho pedir, pero todo lo que deseo es que pase esta visita sin que mencione a Andrew.

Si mi cabeza estaba hecha un lío antes, después de nuestra discusión de anoche se volvió un desastre.

Sus palabras me tomaron por sorpresa, pero lo más desconcertante es que mientras más pienso en ellas, más acertadas parecen.

—Buen día —saludo a mi madre— ¿Qué haces aquí?

—Me parece que es evidente —dice—. Estaba preocupada por ti.

Suspiro y hecho a andar hasta la habitación de invitados. Es el único lugar en todo el apartamento que no está plagado de recuerdos de nosotros y pensé que sería mucho más sencillo no pensar en él si pasaba la noche allí.

Me equivoqué, por supuesto.

Puede que no haya muchos recuerdos en el lugar, pero en mi cabeza están todos.

—¿Por qué? —pregunto como si la respuesta no fuera obvia.

—Rosalie...

—Mamá —digo suplicante—, la verdad es que no quiero hablar de Andrew y lo que sucedió.

—Bien —dice tras un momento de silencio—. ¿Has comido algo?

—No tengo apetito.

—Te prepararé uno de tus platillos favoritos y ya verás como te regresa.

Sin esperar respuesta abandona la habitación dejándome sola con mis pensamientos una vez más.

Agradezco los minutos de soledad, me permiten llorar un poco más.

Media hora más tarde Mamá regresa con un enorme plato de patatas fritas y no puedo evitar sonreír.

—Apuesto a que ya tienes apetito —dice Mamá.

—Sí, gracias.

Lo cierto es que aún siento un nudo en el estomago que dudo permita el paso de comida, pero voy a intentarlo por mi madre.

Empezamos a comer en silencio.

—Cariño ¿estás enamorada de él? —pregunta.

Sigo comiendo sin decir palabra por unos minutos.

No entiendo por qué me es tan difícil decirlo en voz alta.

Sé que una vez lo haga no habrá vuelta atrás. Es como si el que únicamente lo sepa yo pudiese borrar que es cierto. Como si pudiera pretender que no lo siento. Como si de esa manera fuera a doler menos...

—Estoy enamorada de él —digo por fin con lagrimas corriendo por mis mejillas.

Se siente algo liberador admitirlo, no puedo negarlo.

—¿Y quieres estar con él? —retoma Mamá.

Mi silencio es aún más prolongado.

—Sí —confieso—. Quiero estar con él. Pero no sé si es posible.

—¿Por qué no?

—Porque tengo miedo, Mamá —digo entre sollozos—. Me asusta amarlo tanto porque no sé si nada de lo que tenemos es siquiera real.

Princesa a la fuerza (Historias de Redomia #1) (DISPONIBLE EN FÍSICO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora