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El insistente timbre de la puerta me está sacando de mis casillas.

Juro que voy a matar a Megan. Le dije que debía ser paciente y que ya hablaríamos con calma, no puedo creer que realmente no haya podido resistir y viniese hasta aquí.

Abro la puerta sin siquiera molestarme en pasar antes por el baño y lavarme los dientes. Todos deben saber que cualquiera que se aparezca de sorpresa en mi hogar, especialmente un domingo antes del medio día, no me encontrará muy dispuesta.

—No sé porque no puedes hacer lo que...

Me veo obligada a guardar silencio al caer en la cuenta de que no es Megan quien está frente a mí sino mi imponente y apuesto prometido, que a diferencia de mí no va vestido con un pijama de unos 10 años de antigüedad.

—Aún no echas esa cosa a la basura —dice mirándome de la cabeza a los pies y abriéndose paso al interior de mi apartamento.

Me pellizco para asegurarme de que no se trata de un sueño —pesadilla, mejor dicho— y cierro la puerta.

Cuento hasta tres antes de girarme y enfrentarlo.

—¿Se puede saber qué haces aquí?

Sé que sueno irritada, y no mentiré, lo estoy. ¿Cómo es que este hombre consigue siempre tomarme desprevenida?

—Vine a buscarte.

Respiro hondo.

—Escucha, Andrew —digo tratando de mantener mi frustración bajo control—. Ayer pasamos todo el día juntos y fue horrible. Hoy no estoy de humor para soportar tus tonterías.

—Sólo pienso tomar unas horas de tu día. Tenemos que ir de compras.

—¿Qué? —cada vez estoy más confundida.

Andrew enarca una ceja como si le molestara que yo estuviese haciéndolo perder el tiempo con explicaciones innecesarias.

—El anillo, Rosalie. El a-ni-llo.

Toca su mano izquierda y sólo entonces entiendo lo que quiere decir.

—¿Realmente pretendes que compremos un anillo para esta farsa?

Él se acerca tanto a mí que me obliga a retroceder. Lo que no es mucho pues la puerta está justo a mi espalda.

—Esto, querida —dice acariciando suavemente mi rostro—, no es una farsa. Estamos comprometidos, te guste o no. Además, no podemos seguir presentándonos públicamente sin el anillo que tú aseguraste estábamos eligiendo.

Se da la vuelta y camina hasta el sofá. Y yo maldigo en silencio a mi traicionero cuerpo por estar reaccionando a sus caricias.

Respiro hondo antes de hablar.

—Andrew, ¿cuánto más pretendes que nos hundamos en este engaño? Eres tan consciente como yo de que debemos terminar con esto. ¿Por qué no lo haces?

—¿Por qué no lo haces tú? —replica mirándome fijamente—. Mis términos fueron claros desde un principio. Todo lo que tienes que hacer es ir con nuestros padres y decir la verdad y esto habrá terminado.

—Fuiste tú quién empezó toda esta locura.

—No, la empezaste tú cuando te fugaste, así que te toca terminarlo.

Me recuerdo que no debo estrangularlo una y otra vez.

—Bien, haz lo que quieras, compra el anillo de compromiso. Agranda más esta mentira.

—¿Por qué no dejas de perder el tiempo y vas a arreglarte de una vez? Mientras más rápido salgamos de esto, más rápido te dejaré sola —dice distraídamente mientras toma el control de la televisión.

Princesa a la fuerza (Historias de Redomia #1) (DISPONIBLE EN FÍSICO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora