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Sé que estoy roja como un tomate mientras camino de regreso hacia donde mi hermano y falso amante esperan bajo la mirada atenta de todos los testigos de un momento de debilidad.

Andrew es un estúpido.

Un idiota.

Un imbécil.

Impertinente.

Desubicado.

¿Cómo se le ocurre besarme?

Y yo no soy mejor. También soy una estúpida.

Una idiota.

Una imbécil.

Incoherente.

Desvergonzada.

¿Cómo se me ocurre responder de esa manera?

¡Bajo la mirada del hombre que no he parado de decir que amo!

Supongo que debo agradecer a Andrew, acaba de darme un verdadero motivo para terminar mi relación con Sam.

—¿Todo bien? —pregunta mi hermano con una sonrisa irónica en cuanto llego a su lado.

—Excelente —digo con voz temblorosa

Soy consciente del preciso instante en que Andrew llega hasta nosotros. Puedo sentir su presencia en cada poro de mi piel.

—Sam, será mejor que nos...

—Tranquila, Rosalie, voy a irme por mi cuenta —me interrumpe Sam.

Su tono es serio pero su mirada es burlona.

Claramente le parece muy divertido todo esto. Afortunadamente entiende muy bien su papel y sabe que esta es la oportunidad perfecta para empezar con nuestro proceso de ruptura.

—No, Sam, deja que te... —insisto como supongo haría una novia preocupada por las consecuencias que podría acarrearle lo que su pareja acaba de ver.

—No tienes de qué preocuparte —dice sencillamente—. Entiendo que lo mejor es que te quedes con tu prometido. Evidentemente ustedes están necesitando tiempo a solas.

Me siento enrojecer nuevamente.

Se que dijo esas últimas palabras con toda intención.

Realmente voy a aconsejarle a Sam que considere seriamente lo de dedicarse a la actuación. Se le da muy bien la improvisación y casi me ha hecho sentir como una verdadera novia culpable.

—Tony te llevará —digo cediendo al fin—. Yo me iré con... En fin, hablamos más tarde ¿sí?

—Sí —dice sin emoción.

Respiro hondo mientras lo veo alejarse.

—Michael —digo—, ¿podrías llevarme a casa?

Mike enarca una ceja y sonríe burlón.

—¿Y por qué no te lleva tu prometido?

—Michael —advierto.

—Lo siento, Rose. Me encantaría ayudarte, pero... —mira su reloj—. Rayos, ya voy tardísimo. Tengo otro compromiso.

Se inclina para besar mi mejilla.

—Además me pareció que ustedes dos se estaban llevando muy bien —susurra con humor en mi oído—. Andrew —dice al incorporarse—, te encargo a mi hermanita. Y por favor, tengan algo de decoro, dejen de dar espectáculos.

Con una gran sonrisa se aleja dejándome sola con un muy silencioso Andrew.

Por lo que parece una eternidad nos quedamos allí. De pie. Sin mirarnos. Sin decir nada.

Princesa a la fuerza (Historias de Redomia #1) (DISPONIBLE EN FÍSICO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora