𓂃 ࣪˖Capítulo 32. ִֶָ𐀔

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૮꒰ྀི⸝⸝LALISA MANOBAL⸝⸝꒱ྀིა

Se lo llevó en mi coche, y no sé donde lo dejó. Le dije que no era capaz de conducir con un muerto picado en pedazos en mi baúl. Mis nervios estaban de punta, no sabía que hacer u decir, todo parecía que solo me señalaban a mí, mi mente era una bomba de tiempo. No pensé siquiera en las clases, me senté mirando a la nada.

¿Qué se hace en esos casos?

Sabía de lo que ella era capaz y aun así la acepté, no sé qué esperar de mí o siquiera como reaccionar, quisiera de alguna manera detener mis pensamientos, ellos no dejaban de correr y eso más que hacerme un bien, me estaba volviendo loca.

Estaba aterrada, el tiempo era lento y mis ganas de largarme de la universidad aumentaron cuando recordé el suceso de anoche. No me importaba que tanto se enojara Jennie, en estos momentos no podía ni mirarle el rostro, quería evitarla.

Cada cierto tiempo me daban arcadas, era la primera en salir del aula para no quedarme a solas con Jennie, quien en estos momentos actuaba con normalidad como si no hubiésemos cometido un delito. La vida seguía, pero no como yo quería.

Mi vida de un momento a otro pasó a rojo, no quería matar a nadie, yo no era una asesina, y sabía que no iba a poder dormir tranquila mientras la imagen de William se repitiera una y otra vez en mi cabeza. Dije que era valiente, pero no hasta ese punto.

Solo quería resguardarme hasta olvidar que soy cómplice de una muerte, y peor aún, de la que un día fue mi novio y hoy en día, solo está enterrado en algún lugar que desconozco.

Jennie era fría, no mostraba estar afectada, actuaba como si nada con sus amistades, e incluso, a mí me dio terror saber que pude haber sido él. Ya mató por celos, yo podía ser la siguiente.

Me paré frente al espejo del baño, ansiosa y sin parar de pensar, una y otra vez. Me pedía a mí misma que me detuviera, que las imágenes algún día se irían de mi cabeza.

—No soy una asesina —dije frente al espejo cerrando los ojos con fuerza—. No lo soy, no lo soy.

Las lágrimas bajaron por mi mejilla en un ataque de pánico. Cuando abrí los ojos vi todo rojo a mi alrededor, sangre por todas partes, bajó la mirada a mis manos, cuáles estaban manchadas, estas temblaban. Cuando levanté nuevamente la mirada, vi a William detrás de mí. Solté un grito y me giré de golpe, esta vez volviendo a la realidad.

Sorbí mi nariz y negué una y otra vez. Me pasé la mano por el pelo frustrada y con ganas de hacerme un ovillo y llorar.

—¿Lisa? —la mano de Rosé se posó en mi hombro y yo me aparté, mirándola como si fuese una extraña—. ¿Qué te pasa?, te vi entrar tan desesperadamente, dime que ocurre.

—No... no sé —pasé saliva nerviosa—.

No sé, Rosé, yo no...

Otra vez esas náuseas incontrolables, corrí hasta el inodoro y vomité otra vez. Rosé agarró mi cabeza y lo envolvió en una cola hasta que vomité todo. Me sentí más aliviada, pero eso no quería decir que el trauma había pasado, seguía en mi mente, repitiéndose como un video o una película antigua, pero al mismo tiempo nueva.

—¿Estás mejor? —preguntó preocupada—. Dime, Lisa, por favor.

—Sí, sí —me puse de pie y me lavé las manos y cara—. Estoy mejor.

—Tus ojeras y mala cara no dicen lo mismo, no sé qué te ocurre, los alumnos comentaban que tu clase no tuvo sentido hoy —dijo—. No entiendo, Lisa.

—Yo tampoco —la miré con lágrimas en los ojos—. Te juro que yo tampoco entiendo, Rosé. No entiendo nada.

—Ven aquí.

Jupiter. (Jenlisa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora