𓂃 ࣪˖Capítulo 27. ִֶָ𐀔

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૮꒰ྀི⸝⸝LALISA MANOBAL⸝⸝꒱ྀིა

Un hombre con un aspecto feo y que emanaba machismo. Desde donde estaba podía ver su camisa rota y sucia, su cabello desarreglado, o el poco que tenía, con una botella en sus manos y medio tambaleándose.

Fue desagradable, no quería imaginar como ese hombre se comportaba con Jennie, sé que lo hacía peor, esos golpes me lo decían todo.

—¿Quién es esta mujer? —preguntó de mala manera—. No eres nadie para traer personas a esta casa.

—Soy una amiga de Jennie, y no creo que tenga que pedirle permiso para eso —espeté sin apartarle la mirada.

—¿Una amiga tan mayor? —rio y negó al mismo tiempo—. Imposible, mi hija no tiene este tipo de amistades, y menos tan finas.

El estómago se me estaba revoloteando, y si de por sí detestaba a los hombres como él, ese hombre estaba logrando que la poca paciencia que, a lo largo de mi profesión he desarrollado, se vaya desvaneciendo.

—Bien, me iré con Jennie —hice el intento de agarrarla, pero ella me esquivó—. Jennie, vamos.

—Mi hija no se va a ninguna parte, soy su padre y no le he dado permiso, ¿usted quien se cree?, no se va a llevar a esta mocosa a ninguna parte, a menos de que me pague por ella.

Eso fue la gota que derramó el vaso, empujé al tipo hacia dentro de la casa, Jennie se me quedó mirando sorprendida por mi acto, y el hombre de igual manera no creía que había tenido ese acto de impulso, tampoco yo lo creía, era imposible, sí, o así lo pensé hasta ahora. Yo defendiendo a una persona de esta manera sin importarme el que dirán o si termina enterándose la universidad.

—Nadie debe pagar por su hija, malnacido, ¿no ve la joya de hija que tiene? —vomité en su cara furiosa—. Es usted un cerdo, y encima de eso la golpea.

—¡Usted no se meta en como crío a mi hija, ¿quién eres?, no más que una aparecida! —gritó intentando intimidarme, pero no lo lograba.

Eché un vistazo a mi espalda, donde Jennie observaba la escena intimidada. Sí, Jennie intimidada, cualquiera diría que la cambiaron y no es la misma, su mirada era eso, miedo. Mis palabras debieron haber afectado.

—Una aparecida que le enseñará respetar a su hija, que sea la última vez que le ponga un dedo encima, ¿me entiende? —golpee sus piernas provocándole dolor para que se arrodillara—. En su miserable y jamás en su puerca vida, la ofende o la rebaje, porque esa mujer vale más que todo el puto mundo. Y soy capaz de prenderle fuego a esta casa y llevarla lejos de aquí.

Se rio con sus asquerosos dientes amarillentos.

—¿Te gusta?, te la regalo, no es más que una prostituta usada —siguió bufándose.

—Claro —golpee su cara sacándole sangre—. Pídale perdón.

—Lisa, detente —me suplicó Jennie—. Te puedes meter en problemas.

—¡Pídale perdón! —grité golpeándolo de nuevo—. Se lo merece, no quiero verla golpeada otra vez, ¿sabe que pasará?, le llamaré a la policía, si Jennie todo este tiempo no lo ha hecho, yo sí seré capaz, no la ofenda, no le hable mal, no mire a mi mujer.

El hombre cambió su prepotencia, estaba temeroso, eso era lo que quería.

Jennie no se merecía lo que este tipo le estaba haciendo, y no permitiría que ocurriera más, quizás no fueron las palabras correctas, pero era una forma para que entendiera que Jennie ya no estaba sola.

—No sería capaz —rebufó.

—Réteme, gusano, réteme y verá de lo que soy capaz solo por defender a esa chica de allí atrás.

Jupiter. (Jenlisa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora