Capítulo 13

1K 139 40
                                    

Sábado, 30 de abril de 2022
Museo de Arte Moderno de Nueva York


Observó los guantes negros que había colocado con delicadeza sobre la cama, los que protagonizarían el atraco número treinta y ocho.

Hizo que el tiempo se detuviera durante unos segundos mientras se permitía apreciar los guantes que se habían convertido en su identidad. Un símbolo que todo el mundo reconocía y respetaba y que nadie osaba cuestionar. Aurora no era una persona piadosa y tampoco ofrecía misericordia. La ladrona de guante negro era un ser vengativo que castigaba la traición con la muerte.

Oyó un par de golpecitos en la puerta y, sin levantar aún la mirada, permitió que el causante se adentrara en la habitación.

Milady, vuestro carruaje aguarda —murmuró Stefan con un tono propio de la nobleza. No tardó en rodear la cama yponerse delante de ella—. ¿Ocurre algo con los guantes?

Aurora alzó la cabeza y esbozó una pequeña sonrisa al contemplar su atuendo. Era parecido al que había llevado alParadise Club, incluso se habría atrevido a decir que se trataba del mismo traje de no haber sido por la corbata grisácea. Se puso de pie para arreglarle el nudo.

—Yo diría que el problema lo tiene tu corbata.

—Para eso te tengo a ti. A mí se me dan bien otras cosas; conducir, por ejemplo. Se me da de lujo despistar a la policía mientras tú escapas.

—Nadie lo duda —dijo mientras acababa la tarea—. Ahora sí, listo.

—¿Tú ya estás preparada? Los demás están esperando y me han mandado a avisarte. Se acerca la hora.

Asintió con la cabeza y se metió los guantes en el bolsillo. Su conjunto debía ser elegante pero discreto; tenía que permanecer oculta entre la multitud, con el rostro escondido bajo una máscara de silicona lo bastante realista para engañar a cualquier mirada. No podía arriesgarse, menos sabiendo que el detective estaría por la sala cual ave de presa pendiente de cualquier movimiento.

Durante las últimas semanas la ladrona se había encargado de minimizar sus sospechas, de destruir cualquier pista válida y crear otros caminos sin salida. Su método de distracción estaba funcionando y la paciencia de Vincent, incluso la de todo el departamento, no hacía más que ahogarse en desesperación.

—Cinco minutos —respondió ella.

Stefan desapareció de la habitación dejando que la sole­ dad volviera a aparecer frente a ella, inquieta, expresando lo que la princesa de la muerte callaba. Tenía un mal presentimiento; tal vez los nervios estuvieran jugándole una mala pasada, tal vez la falta de sueño estimulara su imaginación. No lo sabía y tampoco era capaz de calmarse.

Se acercó al espejo que la juzgaba y contempló su mira­ da de color verde, oculta bajo las lentillas. Apretó los dientes mientras su respiración se ralentizaba. Casi no había dormido y quizá su inquietud se debiera a eso. Era conscientede que no se trataba de un robo más. El Zafiro de Plata estaba en juego y no podía aceptar quedarse sin él. Su plan debía salir a la perfección y dentro de unas horas, con la joya en su poder, partirían rumbo a Milán para seguir conla caza del tesoro.

Cerró los ojos un instante para eliminar cualquier nerviosismo que estuviera afectándole. Tenía que entrar al mu­ seo con seguridad y sin ninguna duda en la mirada.

Una vez lista, vestida y con la máscara ocultando su verdadero rostro, salió de la habitación para encontrarse con los demás miembros del equipo, que se quedaron asombrados.

Ladrona de guante negro (Trilogía Stella Nera, 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora